En liza, dos equipos con características claras: el menos goleador, el Málaga, y el menos goleado, el Atlético. No se debía pagar demasiado en las casas de apuestas por un empate sin goles, a pesar de que el Atlético llegaba como favorito con una racha de nueve victorias consecutivas ante un Málaga en crisis que acababa de ser eliminado por el Mirandés. En día de elecciones, el Atlético prolongó su particular jornada de reflexión y cayó ante un gran Málaga, que se aprovechó de la superioridad numérica y sumó tres puntos para salir del pozo.

Mucha tensión, poco fútbol

Si hablábamos de rachas, el estado de ánimo nada más salir al campo parecía el inverso a los resultados que arrastraban ambos conjuntos. Sabía el Málaga que la jornada se había dado propicia para, por fin, salir del pozo de la clasificación e intentó aprovecharlo desde el primer minuto. Liderados por Camacho en el medio campo, que más que acusar su lesión parecía un habitual del equipo, se fue haciendo con el control del partido y dejó al Atlético sin ideas en ataque.

Cinco minutos tardó el equipo malacitano en dar el primer aviso. Camacho le pegó desde la frontal y Charles, casi in-extremis, desvió el balón al palo contrario en el último momento. Allí apareció Oblak con una mano prodigiosa para mantener las tablas. El equipo rojiblanco echó en falta cordura en su centro del campo, léase Tiago. Con Saúl ausente y Gabi más errático de lo habitual, Griezmann y Vietto estaban desconectados del partido.

La primera mitad, con más tensión que fútbol, acabó con una tángana donde Mateu sacó su fusil. El árbitro, tan protagonista como acostumbra, intento calmar los ánimos como pudo de dos equipos que se dejaban todo en cada jugada, pero que poco hacían por asociarse y crear ocasiones de gol. El Atlético completó una de las peores primeras mitades de la temporada y se fue al descanso sin una sola oportunidad de gol.

Encierro progresivo

Ante tal expectativa, Simeone apostó por un cambio de cromos. Torres sustituyó a un desaparecido Vietto en el descanso, pero el Málaga siguió a lo suyo. Solidaridad defensiva, juego volcado en bandas y llegadas al área contraria. En esas, el Atlético se puso el listón aún más alto: si quería ser líder, tendría que hacerlo por todo lo alto. Gabi cortó una jugada peligrosa en el 50' y apenas cuatro minutos después metió la mano en un pase del equipo local. A la calle con más de media hora por delante.

Blanco y en botella: el Málaga pareció ver la luz. Conocedor de su falta de gol y con el empate en San Mamés en la memoria (jugaron más de una hora en superioridad numérica), decidió aumentar una marcha. Pero solo una, pues el Atlético amenzaba al contragolpe con Torres como referencia ofensiva. Y es que el Niño se marcó una jugada de la casa que solo Kameni hizo que no acabara en su gol centenario.

Entró Thomas, pero poco cambió el panorama rojiblanco. El Málaga fue acorralando progresivamente al Atlético. Aunque el gol parecía cuestión de tiempo, lo cierto es que el equipo de Gracia no terminaba de crear ocasiones de gol. Godín, siempre imperial, se encargaba junto a Giménez de cortar todo el juego aéreo... hasta que la suerte se le volvió en contra.

A menos de cinco minutos para el final, Amrabat puso el balón al segundo palo, Charles chutó con más esperanzas de encontrar rematador que portería y Godín se interpuso en el camino del balón. Le golpeó, entró en la portería y se cosechó la derrota rojiblanca. Un Atlético que se quedó sin argumentos en el momento de la verdad, con el liderato a tiro y la oportunidad de dar un golpe sobre la mesa. Su candidatura sigue firme, aunque pierde adeptos tras una jornada donde sus argumentos brillaron por su ausencia.