Como no podía ser de otra forma, la afición colchonera aún tenía muy presente la victoria en el derbi madrileño. Los cánticos de agradecimiento que recibieron los jugadores al inicio del partido se sucedieron durante todo el encuentro. Los hinchas estaban orgullosos y querían hacérselo saber sus futbolistas. Y no nos engañemos, también querían recordárselo al vecino. Sin embargo, en el césped los jugadores estaban a otra cosa. No se dejó ver ni un ápice de relajación en un Atlético de Madrid que demostró desde el minuto uno que ni se fiaba del rival ni da por perdida la Liga.

Seriedad, intensidad y presión. El Atlético se lució en los primeros minutos de juego. Con un Koke en versión estelar, las ocasiones llegaron pronto para los rojiblancos. El canterano se encargó de dirigir al equipo en ataque, y ya fuera con Vietto o con Griezmann, Koke creaba peligro en el área rival con una facilidad pasmosa. En parte por su calidad y en parte por la pasividad de una Real Sociedad que se vio superada durante todo el encuentro. Y obra del mejor de la primera mitad fue el primer gol. Koke corrió como si de Juanfran se tratara por la banda derecha, para poner después un traicionero centro al corazón del área de Rulli. Y tan traicionero fue que Diego Reyes la coló en su propia portería. 1-0 y ya se podían relajar.

Pero no fue precisamente relajación lo que se vivió tras el primer tanto. La intensidad continuó y tanto Vietto como Griezmann pudieron hacer el segundo. El argentino se topó con Rulli en el área pequeña. Y el francés no logró controlar un centro con mucha intención de Koke. El mismo canterano volvería a sacar magistralmente un córner en el que Godín desperdició una ocasión clarísima. Estaba sólo, sí, pero en su defensa hay que decir que no era sencillo de controlar. Pero nada que reprochar a Godín ,que estuvo impecable atrás. Y mejor aún estuvo su pareja en el centro de la zaga, Giménez quiso dejar claro que no tiene cabida ningún debate. El uruguayo se anticipa, protege, corta y merece ser titular.

Misma actitud en ambos equipos en la segunda mitad. El Atlético, a por el partido; la Real, inofensiva. Y tantas ganas tenían los rojiblancos de matar el partido que lo hicieron en el primer minuto del segundo tiempo. Pitido del árbitro, avalancha hacia la meta de Rulli, Vietto para Saúl y gol. Luciano se tomó la revancha de la ocasión  fallida en la primera parte con una gran asistencia para aumentar la ventaja.

Griezmann marcó pero no celebró

El encuentro se puso muy cuesta abajo para el Atlético. Y no fue más que lo justo. Con el 2-0, bajó una marcha el conjunto de Simeone pero seguía llegando y siendo mejor que el rival. Es cierto que ya entrada la segunda parte tuvo la Real sus primeras ocasiones, pero nada, los rojiblancos continuaban creando peligro cada vez que recuperaban el esférico.

Y pasó lo que tenía que pasar. Cayó el tercero. Esta vez de penalti. Dudoso pero pitado. De la Bella derribó a Griezmann dentro del área y el mismo delantero se encargó de convertirlo. Un gol que cerraba el marcador de un partidazo de los rojiblancos pero que el francés no quiso celebrar por respeto al que fue su equipo durante varias temporadas. Buen gesto de Antoine, que sí se dirigió a Simeone para agradecerle su confianza con un abrazo. 3-0 y se acabó. Pudo Vietto hacer el cuarto en varias ocasiones. Habría sido la guinda a uno de los mejores partidos que ha realizado el argentino desde que llegara al Manzanares, pero no pudo ser.

El Atlético se llevó los tres puntos en un buen partido, con buen juego y con mucho trabajo a pesar de la poca resistencia que puso la Real. Porque Oblak logró la imbatibilidad un partido más, pero fue más mérito de sus zagueros y del inofensivo ataque rival que de sus paradas. Hoy era el día de reencontrarse con el gol, de disfrutar con el juego y de recordarle al Barcelona que mientras queden puntos, la Liga está en juego.