Día de las Peñas a orillas del Manzanares, en otro tiempo hubiera sido sinónimo de incertidumbre ante la derrota. Día en el que los rojiblancos se enfrentaban al último de la clasificación, en otros tiempos para ese Atlético al que esos partidos se le atascaban por la tráquea tal vez el resultado hubiera sido una derrota rojiblanca. Pero aquello eran otros tiempos, porque ahora el Atlético de Madrid no se asustó ante el tanto de Isaac Cuenca en el minuto 18, porque el Atlético se hizo más fuerte a partir de ahí, porque el Atlético marcó siete goles después y porque, oye, el Atlético de Madrid es líder

Sorpresa y remontada expres

El Calderón se engalanaba para festejar su reciente 50 cumpleaños, y ya de paso, el Día de las Peñas.  Un colorido tifo recibía al Atlético de Madrid tras un parón de selecciones que cogió  a los colchoneros  en lo más alto de la tabla. Se olvidaron de una cosa: entre  la muchedumbre y la fiesta, un factor externo embutido en negro y dispuesto a llevarse la primera victoria de la temporada y, ya de paso, los primeros tres puntos en el Vicente Calderón, sorprendían en el minuto 18. El Atlético controlaba, empezó el partido conforme se esperaba: avisaban los rojiblancos con alguna que otra ocasión de la dupla francesa; nada fuera de lo normal. La sorpresa vendría en el otro área –sí, en esa custodiada por Jan Oblak-, Isaac Cuenca anotaba un zapatazo desde la frontal que perforaba la portería del esloveno. La consecuencia: el grito de la afición colchonera al unísono de “Atleti, Atleti”.

Algo decía que los rojiblancos no tardarían en remontar el encuentro. Antes del minuto 45 los colchoneros habían revertido la situación. Dos goles de Carrasco mandaban a los pupilos de Diego Pablo Simeone al banquillo con la sensación de que el primer tanto había sido una pesadilla. Un viejo amigo del Atlético de Madrid, el balón parado, no quiso perderse el Día de las Peñas. Sacaban los indios desde el córner y entre un barullo de piernas rojas, blancas y negras, le caía a Carrasco que la enviaba, sin pensárselo dos veces, al fondo de las redes  de Ochoa. Comenzaba el partido.

Lucas Alcaraz, que aparecía de debutante en el banquillo de los nazaríes intentaba contener las embestidas rojiblancas, pero las intenciones de Carrasco eran muy distintas: recorte aquí, recorte allá y el segundo tanto subía al marcador local. Pitaba el colegiado el descanso, volvía la normalidad al Manzanares, respiraba el Calderón. 

Goles, goles y más goles

Tras arreglar el descosido la segunda mitad colchonera se presentaba en conformidad con los planes de Simeone; a Alcaraz, tal vez, le hubiera gustado otro estreno. El Atlético quería fiesta, quería liderato, quería goleada y el que la brindó fue Yannick Carrasco. También marcó el tercero, esta vez se la cocinó Griezmann y nuevamente ante Ochoa y, con la sangre bien fría, se apuntó el Hat-Trick  a su cuenta particular. Redonda le salió la actuación al belga.

Simeone, no contento con los tres tantos, movía ficha: entraba Gaitán por Gameiro, que no pudo anotar ante su víctima preferida. Llegar y besar el Santo. El cuarto se hacía realidad en el Manzanares y la afición contestaba con el frenético ritmo de una ola. Incansables tentaban los colchoneros la suerte del quinto, mientras  la afición le cantaba a lo que se moviera por el verde, y también por fuera de él, como pudo comprobar incluso el Mono Burgos. Con esa sintonía pasó el Granada de la bestia negra encarnada por Isaac Cuenca a, casi, un espectador de festejo colchonero.  Lo intentó el equipo de la Alhambra con alguna jugada aislada  -para eso de recordar que el fútbol es de dos-, pero en la siguiente jugada el Atlético de Madrid marcaba el quinto y Gaitán se anotaba el segundo a su cuenta particular.

 El marcador no estaba cerrado por que al Atlético le faltaban dos. Y sí señores, hablamos de ese equipo “al que le faltaba gol”. El Angelito no se podía perder la fiesta así que se unía con un gol desde la frontal que dejabaa batido a Ochoa. Unos instantes más tarde Tiago, por eso de darse un homenaje, la empujaba desde el segundo palo, la jugada y la asistencia no pudo ser de otro, con firma propia la puso el protagonista de la tarde: Yannick Ferreira Carrasco.

No pudo ser la primera victoria de los nazaríes en el Calderón cuyas mayores súplicas se orientaron a escuchar el pitido final de Bengoetxea. En el Manzanares todo es fiesta, por lo menos le gusta a, como diría Antoine Griezmann, a los papás de los jugadores y a todos los aficionados rojiblancos. En el Atlético sonríen, los siete goles les dan motivos.