No es un gol de don Fernando Torres, que he disfrutado muchos. Tampoco es una dolorosa derrota en el último minuto, que también las he sufrido muchas. Ni es ninguna de las clasificaciones europeas que tanta suerte he tenido de celebrar. Mi recuerdo más especial del Vicente Calderón corresponde al primer día que pisé el estadio, allá por agosto de 2006.

A pesar de que toda mi familia es aficionada del Atlético de Madrid, bisabuelo incluido, nunca tuvimos la costumbre de ir al estadio. No sé si es por la distancia que separaba nuestra casa del estadio colchonero o si se debe simplemente a que no se dio la ocasión. El caso es que tardé mucho en conocer el Vicente Calderón. Lo había visto alguna vez por fuera, desde la carretera, pero nunca había podido verlo desde dentro ni presenciar un partido. Pero no es por esa larga espera por lo que recuerdo tan bien la primera vez que visité el campo del Manzanares, es por un motivo bien diferente.

Verano de 2006

Quedaban sólo unos días para que comenzara la temporada 2006-2007 y ahí estabámos nosotros, enfrente de la puerta cinco del estadio. Nuestra intención al desplazarnos desde la otra punta de la ciudad era la de realizar el tour por las instalaciones. Pero, por causas que ya no recuerdo, ese día no se podía acceder. Después de hora y media de camino nos teníamos que ir sin ver nada. No tuvimos suerte… o eso creíamos.

Mi hermano y yo queríamos ver todas las copas que había ganado el Atlético de Madrid en su historia. Desde la Intercontinental de 1975, hasta la Liga y la Copa del Rey del año del doblete. Esos títulos que tantas veces había escuchado relatar a mi padre pero que me resultaba inimaginable que se volvieran a repetir. ¡Qué poca fe! El caso es que no pudo ser, nos quedamos sin ver las copas, los vestuarios y el palco presidencial. Aunque como premio de consolación pudimos atravesar esa puerta cinco, subir las primeras escaleras y asomarnos al césped. Y allí nos quedamos un rato contemplando el vacío graderío, tratando de imaginar a casi 60.000 personas celebrando, por ejemplo, el gol de Vieri.

Tras las típicas fotos estirando la bufanda y después de echar un último vistazo al imponente graderío, nos dispusimos a marcharnos del estadio. Pero claro, para una aficionada que veía el templo de su equipo por primera vez, no era fácil apartar la vista de aquel escenario. Y cuando me quise dar cuenta, mi tía y mi hermano ya bajaban escaleras abajo. Corrí a alcanzarles antes de que se percataran de mi ‘atontamiento’ y según bajaba la escalinata, tropecé con dos chicos. Dos futbolistas.

Kun Agüero, en la foto que tomé en 2006
Kun Agüero, en la foto que tomé en 2006

La primera reacción que tuve al toparme con Maxi Rodríguez fue la de llamar a mi tía de un grito. Tenía al capitán del Atlético de Madrid delante de mí y no podía dejar que ese momento se desvaneciera, la ocasión merecía una foto. Seguidamente y tratando de disimular mi torpe reacción, saludé con una sonrisa al ‘11’, uno de mis jugadores favoritos, y le pedí posar conmigo para la foto. Al oír mi petición, el chico que le acompañaba se apartó un poco, para no ‘estorbar’ en la foto. Yo hasta ese momento, no me había ni siquiera fijado de quién era el chaval que venía con Maxi. Era el Kun Agüero.

El jovencísimo Sergio Agüero acaba de fichar por el Atlético unas semanas antes y yo, que apenas sabía cuatro cosas de fútbol internacional, no le reconocí en un primer momento. Sin embargo, en cuanto que me fijé en él reconocí a ese jovencísimo futbolista argentino del que hablaban maravillas, que tanta ilusión levantaba entre la afición. Y claro, tampoco podía dejar que la promesa rojiblanca se quedara fuera de la foto. Tenía una foto con el capitán, con el último fichaje y había conocido, por fin, cómo era el estadio Vicente Calderón. Me daban exactamente igual ya las copas. Sólo pensaba en volver a ese lugar, presenciar un partido y poder celebrar un gol de estos dos futbolistas.

'¡Kun, Kun, Kun!'

Al igual que la primera, se hizo esperar demasiado mi segunda visita al Vicente Calderón. Casi dos años. Acudí con mi padre a uno de los últimos encuentros de la temporada 2007-2008, con una plaza de Champions League para la próxima campaña todavía en juego. Un cuarto puesto que finalmente conseguirían. 

El Recreativo de Huelva fue el rival, o mejor dicho la víctima, del Atlético de Madrid en esa cálida tarde de fútbol a orillas del Manzanares. Nada más y nada menos que tres tantos le endosaron los rojiblancos a los andaluces, acercándose así a su objetivo europeo. Y dos de esas tres dianas fueron obra de un goleador inesperado, un chavalín de la cantera que muy pocos conocían, que todos ahora conocen y que estaba llamado a ser el futuro ‘jefe’ del centro del campo colchonero: Ignacio Camacho. Pero ‘Camachito’, como le nombró en alguna ocasión Javier Aguirre, no tuvo muchas más noches de gloria en el Atlético, por desgracia para los rojiblancos. Aunque sí en Málaga, por suerte para él y los malagueños.

Imagen de un Atlético - Recreativo con el Kun como titular

Sin embargo, a diferencia de la inmensa mayoría de los aficionados que se dirigían al metro Pirámides, yo no me marché a casa imaginando lo que podría llegar a hacer el joven Camacho en el Atlético. Yo sólo podía pensar en Maxi, en el Kun y en el gol que acaba de presenciar, el que se quedó en segundo plano tras el recital del canterano. A mí me pareció un golazo. Y no tanto por la ejecución, sino por la intensidad y garra que se le puso: Maxi Rodríguez controló magistralmente un balón bombeado en el costado derecho, se marcho por velocidad de uno, desequilibró a otro y puso un centro medido a los pies del Kun,  quien disparó, casi cayéndose, con tal fuerza que casi rompe la red. Pero no se quedó ahí la cosa, lo mejor vino después. El abrazo con mi padre, Maxi celebrándolo con rabia hacia la grada y todo el estadio gritando al unísono: ¡Kun!¡Kun!¡Kun!¡Kun! En ese momento y durante algunos años, Sergio Agüero era el latido rojiblanco. El ídolo del Vicente Calderón.

Temporadas más tarde, el Kun se convertiría en pieza clave de la consecución de la Europa League, levantando un título para los colchoneros 14 años después del último. Y un poquito más tarde se caería del pedestal colchonero para salir por la puerta de atrás y de las peores formas que puede irse un futbolista. Aún así, Agüero es, junto a Maxi, el protagonista de mi mejor recuerdo en el Calderón, y de muchos otros goles que todos los aficionados hemos celebrado. Y a diferencia de la mayoría de las hinchadas, los rojiblancos sí tenemos memoria. 


En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.

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