Cruzan el puente con su bufanda bien amarrada al cuello y sus creencias bien claras. Son una marea con los pasos firmes  y el destino claramente impuesto, a su caminar le pegaría la novena sinfonía de Beethoven; y resultaría inevitable no distinguir algunos acordes de Sabina. Es curioso, el paso de los años no ha visto decrecer el flujo de transeúntes, al contario, en sus momentos de sequía ganaron firmeza en sus zancadas y subió de nivel su marea, por mucho que pueda parecer una discordancia; ahí están sus datos, no duden en ojearlos. No me refiero al ritmo del afluente del Río Tajo, que podría ser, me refiero al de aquellos que cruzan por encima sin poder explicar con palabras por qué lo hacen, pero con la firme convicción de que, haya río o haya campo, nunca dejarán de hacerlo.

Entre tanto, un niño de ojos muy claros, muy abiertos y no más de metro y medio detiene a su abuelo de un tirón seco entre la multitud, se ha parado en el centro del puente, como una gota estanca entre la marea, observando con atención un Vicente Calderón que empieza a llenarse. “Abuelo” le dice, “¿Qué vamos a hacer sin nuestro Estadio?”, la pregunta ha tocado una fibra sensible del caballero canoso que sujeta fuertemente al pequeño y, la de todos aquellos que conocen hasta la última esquina del Barrio de Imperial. Ha pasado casi medio siglo desde aquel 16 de abril de 1967 en el que el entonces Estadio del Manzanares viviera su primer derbi. Adelardo Rodríguez –ese que tiene el récord de más goles marcados con la elástica rojiblanca- firmó el último de los cuatro tantos que aquel día contempló el que se acababa de convertir en hogar rojiblanco. Enrique Cardona sería el primero en anotar una diana al eterno rival en el verde que tantos latidos acelerados ha visto pasar. Bajo las órdenes de Otto Gloria los colchoneros no pudieron superar el empate a dos ante los madridistas; pero algo había cambiado, el Calderón conoció allí la forma correcta de pronunciar pasión, aunque no supo cómo sabía la victoria ante el Real Madrid. Tuvieron que pasar dos años para que lo descubriera, Luis Aragonés y Ufarte se encargaban en la ida de octavos de final de la Copa del Rey del 69 de mostrarle a los cimientos del Calderón como vibrar. En Liga llegó en 1970 y ese al que la grada no perdonaba, ni perdona, un encuentro sin nombrar se convirtió en protagonista: dos goles de Luis Aragonés y uno de Gárate hacían salir por la puerta grande a los rojiblancos.

64 derbis han pasado desde aquel estreno y las anécdotas han acompañado a los más de 5.760 minutos que el Calderón ha podido disfrutar de choques con los de la parcela de enfrente. Cánticos escuchados por todo Madrid –y sus consecuentes afonías-, celebraciones inesperadas de abrazos con el coetáneo, besos robados, lágrimas secas y muchas otras de alegría, pelos de punta, corazones acelerados, palabras malsonantes, siglas atrevidas, sonrisas sinceras… Son algunas de las cosas que ha contemplado el Calderón en lo que se tarda en visualizar el potente zapatazo de Juan Vizcaíno desde la frontal del área. Corría el año 1992 y antes de que los asistentes hubieran concluido las largas escaleras que llevan hasta el último anfiteatro del Vicente Calderón, Paco  Buyo ya había recibido el primer tanto. Es el más rápido que se recuerda de las botas de los rojiblancos ante los merengues en el Vicente Calderón; y con ello el estruendoso sonido de un gol en el anfiteatro de orillas del Manzanares.

Como bien se sabe, no todo han sido alegrías en los derbis madrileños, aunque eso incrementara la pasión rojiblanca; pueden echarle también un ojo. El Atlético regresaba de segunda y se le atragantaban trece años los derbis en la faringe, lo que les hacía agarrar sus bufandas con más fuerza. Diego Pablo Simeone volvía para recordar  los valores a orillas del Manzanares y brindar al equipo una buena dosis de eso que ponen las gallinas que tanto pedía la afición. Y vaya si los echó,  seis derbis llevan los colchoneros sin caer ante el Real Madrid en casa, con una nota destacable sobre aquel 4-0 que a todo rojiblanco le ilumina la cara recordar.

Cinco competiciones diferentes se han disfrutado a orillas del afluente del río Tajo en derbis cargados de emociones que han hecho señalar como esperadas muchas de las fechas del calendario. El que probablemente será el último derbi del Calderón no se puede quedar atrás. El Atlético mirará a la  cara al Real Madrid. Ahora, como ha reconocido el propio Simeone, “compiten a la par” que los pupilos de Zidane. Por ello, saltarán al verde, mirarán a los ojos blancos y  tratarán de brindarle al Estadio Vicente Calderón el final que en tantos años se ha ganado. Mientras tanto, el caballero canoso, de la mano de su nieto, parado en el centro del puente de Toledo y observando el paso de los años por los cimientos del Calderón, ha pensado la respuesta. Se agacha sin importar la evidente artritis que castiga sus rodillas y con los ojos clavados en la intensa mirada azul del pequeño, que espera la respuesta con el mismo ansia que a las vacaciones de verano, le dice: “Iremos donde vaya el Atleti”. El niño respira fuerte, sabe que podrá dormir tranquilo.