Último año en ‘El Templo’. Muchas son las sensaciones vividas, las alegrías, las tristezas, las lágrimas, los títulos. pero toca un nuevo cambio y con ello, infinitos recuerdos se nos vienen a la mente. Partidos, previas en los bares de alrededor, paseos por el museo y mucho más. Hoy, en “mí día”, recordaré aquel partido frente al todopoderoso AC Milan. Un Atlético avasallador recibía al mítico Milan en el Calderón para lo que iba a ser una noche histórica.

Octavos de final de la máxima competición continental, y pese a ser abonado, por motivos que no vienen al caso, ese año no contaba con el abono total, pero no iba a ser impedimento para visitar ‘El Templo’. En familia, de padres a hijos, así iba yo a vivir aquel apasionante encuentro, desde el Fondo Norte (justo en el córner paralelo al de Pantic). El tifo se desplegó en el Fondo Sur, donde habituaba a sentarme en los encuentros de Liga, pero qué precioso fue ver levantar aquel tifo gigante, cómo todo el mundo se ponía en pie bandera en mano para recibir a los jugadores que, partidos más tarde, iban a hacer historia. Peleaban por la Liga y, partido a partido, se estaban haciendo un hueco en las eliminatorias de la Champions.

Tras ganar en la ida, con aquel remate sobre la bocina de Diego Costa, el Atlético dio un recital (4-1) frente a un histórico del fútbol europeo. Pero más allá del resultado -son muchos los goles que hemos visto en la Ribera del Manzanares- cabe destacar esa ilusión que se veía en la cara de los atléticos. Cómo los niños, los que sólo eran conscientes desde la llegada de Simeone, no se salían del partido a partido. Cómo los más mayores, “nuestros” mayores, se les caían las lágrimas a ver un equipo resurgir como un ave fénix resurge de sus cenizas. Después de estar en lo más hondo, en el barrizal, de visitar el infierno, ahí el Atleti estaba volviendo a ser el de siempre y todos lo sabíamos.

Tras un recital futbolístico, el Atleti pasaba a la siguiente ronda, pero no había que quedarse con eso. Tras eliminar a un grande como es el AC Milan, uno se da cuenta de que no todo son trofeos, no todo son alegrías o humillaciones al rival, que también. Con partidos como el de aquella noche, uno se da cuenta de lo que verdaderamente es ser del Atleti y lo que es el Vicente Calderón, lo que es ir a cualquier parte del campo y hablar con el aficionado de tu izquierda como si fuera el vecino del cuarto. Porque de verdad, en ‘El Templo’ da para alegrías, llantos, Copas y, sobre todo, relaciones rojiblancas para toda la vida.

Porque todos los recuerdos del Vicente Calderón quedarán en la retina de quienes lo hayan vivido, pero que conste que el cambio -espero no equivocarme- es un paso para el hombre y un gran paso para el Atlético de Madrid.


En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.

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