Le es casi imposible mantenerse en su cárcel de cal. Pasos a la derecha, zancadas a la izquierda, miradas al verde, gritos y aplausos, muchos aplausos. Simeone, embutido en su tradicional traje polícromo, franquea con un salto una barrera que a priori delimita el terreno de juego y da pie a la zona técnica, como si fuera a saltar al verde. Intenta comunicarse con sus jugadores, que entre la gélida neblina del Allianz Arena no escuchan sus gritos desesperados.

Un libre directo imparable

El argentino tiene recuerdos, la imagen de Lewandowski instantes antes de lanzar un libre directo en el mismo punto  del campo en el que hace siete meses Xabi Alonso marcaba un tanto al Atlético en semifinales de la UEFA Champions League. El esférico tuvo un destino claro sin que Oblak, ni nadie, pudiera interferir en él. Cosas del fútbol, o de la vida, el Bayern subía así el primero el marcador. El Cholo lo adivinó antes de que Robert rozara el esférico con el pie.  Llámenlo simbiosis futbolísticas; o corazón.

Con un once más habitual de un partido copero de octavos de final y  con un clima que no invitaba a enfundarse en los pantalones de juego y las camisetas de manga corta – a excepción de Koke y Gabi,  con aparente inmunidad hacía la gelidez- el Atlético tiró de un 4-4-2, con Carrasco como compañero de Griezmann y con  un plan no demasiado claro –consecuencias de tener la eliminatoria resuelta-. Los rojiblancos no aprovecharon dos ocasiones cargadas de peligro en los primeros compases en los que Carrasco le perdonó la vida al Bayern, tras una internada por el centro del área a medio metro escaso de Neuer. Los pupilos de Ancelotti, por su parte fueron creciéndose con el pasar de los minutos. Con el gol como un chocolate caliente en el centro de Múnich a menos dos grados bajo cero, el Bayern encontró la comodidad. Por su parte Simeone movía ficha y retrasaba a Carrasco y dejaba a Griezmann sólo ante el peligro como un misionero enviado para acabar con un incendio.

Cinco de seis

El descanso no alteró ni los ánimos ni el ritmo de juego del Atlético; sí los de Simeone, al que cada vez le costaba más respetar las limitaciones. Sobre Correa, Gameiro y Thomas ponía las esperanzas el argentino en la segunda mitad de la contienda. El juego rojiblanco ganaba un poco de vida, frente al de un Bayern al que el pasar de los minutos le venía como anillo al dedo. El cántico del Allianz Arena, con el chillido del Fondo Sur y la respuesta del Fondo Norte calentaban el ambiente. Cerca estuvieron los chicos de Ancelotti de subir el segundo al marcador; era Douglas Costa el que recortaba entre líneas y se la dejaba acomodadita al pie de Thiago Alcántara, que en contra de las leyes de la probabilidad la enviaba por encima de las redes de Jan Oblak.

El Atlético despertó, pero como aquel que se despierta tras una siesta en un domingo de diciembre. En los últimos diez minutos y ante la presión del reloj, los colchoneros buscaron el empate, aunque no llegaron a materializarlo en ocasiones ni en peligrosidad. Representado quedó en el último instante del descuento cuando Gameiro lanzaba un grito desesperado al cielo, tras perder el esférico antes de rematarlo sólo ante Neuer. Allí quedó la última ocasión del Atlético y el pleno de victorias rojiblanco.

Dicen que el Allianz Arena tiene calefacción, dicen. Dicen también que el Atlético está en crisis. Dicen que la eficacia arriba la tiene un poco desviada; dicen. Pero también dicen que el Atlético ha ganado cinco de seis partidos en la fase de grupos ante rivales como el Bayern, PSV y Rostov, dicen que quien gana la totalidad de partidos en la primera ronda no gana la Champions y dicen que el Atlético tiene una obsesión.  Para gustos y opiniones, ya hay colores. El Cholo, delante del micrófono de una zona de prensa que dobla la del Vicente Calderón, lo tuvo claro: "La realidad es que el Atlético es primero de grupo". Al final en el Allianz quedaron, sin importar las condiciones, las voces de aquellos que desde la última grada cantaron 'te quiero Atleti' frente a la de los miles de alemanes que tararearon lo contrario. Así es el fútbol, así es la Champions.