El Atleti vuelve a recibir otra bofetada. Ya son muchos golpes, son muchos tropiezos los que imposibilitan el poder sacar la cabeza. Esta vez en El Madrigal, esta vez ante el Villarreal. Otra goleada en contra, otro partido sin reaccionar. No sabe cómo salir del atolladero. Momento de atasco, momento de dudas. Otro mal partido, y los enanos, además, empiezan a crecer. Nada sale bien, todo es gris, la llama está siendo soplada tras otro batacazo.

Entre lo antiguo y lo moderno. Entre lo clásico y lo actual, lo añejo y lo joven. Así se encuentra el Atleti, sumido en las dudas. Escogiendo la dirección. En medio de la nada, la clave estará en la velocidad con la que se decida el camino propio, confiar en ese paso y volver a asumir ese destino. Lo cierto es que la goleada encajada, esta vez ante el submarino amarillo, le hacen ver que la realidad actual es la de una realidad negativa y que implica un movimiento.

Se intentó por el método clásico; por el de la solidez, la cercanía. Por la de Tiago y Gabi en el centro con Koke por un lado. La de los córner (palo de Koke), la de las contras tras robo (ocasiones de Correa y Griezmann). También se probó el método más moderno, el de la combinación, la del juego más interno, la de jugadores creativos en zona de tres cuartos, pero nada de nada. Además, la suerte no acompaña. Lesiones, goles no acertados, errores puntuales inesperados. El Atleti demostró tener problemas. S.O.S.

Dictadura del medio campo amarillo y epicentro de un terremoto

El centro del campo del Villarreal fue el génesis del buen partido amarillo y la piedra del mal partido rojiblanco

Momentos de repliegue y presión en campo propio. Instantes de presión alta. Línea y basculación, rombo de presión de Gabi,  abanico con la ayuda de Griezmann. El Atleti probó todo buscando su esencia ahogadora en el centro del campo. Obligar a romper el balón, o hacer caer en la trampa entre líneas. Ningún plan funcionó. Es más, el Villarreal ganó el partido en el centro del campo.

De su propia medicina el Atleti recibió. Un equipo, el Villarreal, con un esquema parecido al rojiblanco. Teóricamente con otro estilo, pero de mismas obligaciones y donde se empezó a fraguar una gran victoria.  4-4-2. Dos atacantes móviles, dos laterales participativos pero sobre todo, una línea de cuatro en el centro del campo que rozó la perfección ante la impotencia rojiblanca. Dos Santos, Trigueros, Bruno, Roberto. Una banda callejera muy peligrosa. Simeone vio, seguramente,  reflejado en el bando contrario lo que él pediría en su línea central.

En defensa, el medio del campo del Villarreal fue sobresaliente. Un segmento con forma, simétrica, acompasada. Los interiores, el mexicano y el italiano, ayudaron y sorprendieron a los ataques atónitos del Atleti. Bruno y Trigueros fueron unos catedráticos tácticos. Anticipaciones, recuperaciones, perfecta colocación, taponamientos, obligaciones al precipitar la entrega. Las segundas jugadas, los segundos balones, caían siempre en saco amarillo. El primer gol, un mediocentro (Trigueros) y el interior izquierdo (Roberto Soriano), presionan y consiguen un balón casi en el área rojiblanca. Reflejo.

En ataque más de lo mismo. Los interiores se intercalaron por toda la zona intermedia, dieron movilidad y se mezclaron con los movimientos de los delanteros y las líneas de pase de los pivotes.  El Atleti no sabía frenar todo ello. Trigueros dibujó el partido a su antojo. Bruno dio una lección de movimiento por el ancho, de balón interior y de cambios de juego.  El segundo gol es un pase interior del capitán al hueco que acaba con un remate al primer palo del interior lejano. Más reflejos.

Si algo puede salir mal…

Está claro, el Atleti está en un bache. No acaba de salir del charco. Problemas en el rendimiento, en la filosofía, en el órgano más interno del equipo. El Villarreal fue superior, mejor. Ganó la partida en cada parte del campo y el Atleti no supo frenar ni corregir nada. Todo es cierto, pero el equipo rojiblanco, Simeone, contaron además con una conjura maldita. Una cadena de desgracias que añadieron, al mal partido, más madera para que todo saliera mal.

Un palo de Koke que pudo cambiar el partido. Una ocasión clara de Griezmann con 1-0. Un error inusual en Tiago que se penalizó con el primer gol. Un error inusual de Oblak que se penalizó con el segundo. Dos lesiones, de estos mismos, que obligaron a “gastar” dos cambios, útiles más adelante para dar un paso adelante. La mala suerte parece venir siempre cuando peor se está uno. Simeone tuvo dos problemas, uno en lo terrenal y otro en una serie de contratiempos que dificultaron mucho más el encuentro.