Tirando de respiración diafragmática y de voz a capela  -de esa de toda la vida, sin altavoz ni tonterías- calienta el anfiteatro de preferencia -ahí donde más azota el frío- con su potente timbre de voz.

No hablamos de aquellos que trasmiten el partido en directo para la radio o para alguna tele, que podría ser, hablamos de uno de los miles aficionados rojiblancos que ante la tranquilidad de sus jugadores al filo del descanso decidió lanzarse a animar, sólo contra el mundo y sin ningún tipo de escrúpulos, el ambiente en el Manzanares. Así es la afición rojiblanca, así se las gastan en el Calderón.

Gol y relax

Salió el Atlético con las ideas muy claras y la motivación por las nubes para imponerse a los chicos de Víctor Sánchez. Dicho y hecho, el reloj señalaba el ocho de partido -ese minuto en el que en el Calderón miran al cielo- cuando Griezmann encabezaba un ataque que tras pasar por las botas de Saúl, Vrsaljko y el propio Donk como asistente, acababa en el fondo de las redes de Adán  tras un remate de Gaitán que se la encontraba en el segundo palo y no tenía piedad ante el equipo bético; hay alguien que le pide la titularidad a Simeone.

Tras la eclosión llegó la calma. Tras el tanto colchonero los rojiblancos se entregaron a su juego favorito, ese que tras los experimentos, han acabado determinando como el más apropiado. Escudados en una defensa sólida, los rojiblancos se dedicaron a tocar y por qué no a aventurarse, de vez en cuando y si se terciaba, con alguna intentona arriba. Con el paso de los minutos la tranquilidad local fue en aumento, incluso en los últimos compases del primer asalto, llegaron los colchoneros a pecar de calma, algo que no les pasó factura por los guantes el Miguel Ángel Moyá y la atención de Diego Godín. Con los esfuerzos medios ante un Betis que no dio nada por vendido entraron ambos conjuntos al vestuario.

El reloj como aliado

A la vieja usanza comenzaron los ánimos de los rojiblancos en la segunda mitad. Con tranquilidad, escudados en el gol de Gaitán y con las galopadas de Fernando Torres para poner la chispa arriba. El Atlético dormitaba asentado en la victoria por la mínima, el Calderón, casi hasta los topes, cantaba en respuesta y el Cholo se decidía a mover ficha: sacaba al artífice del tanto colchonero e introducía al terreno de juego a Carrasco. El belga, que hace pocos días reconocía no gustarle la banda derecha, desbordaba por la izquierda y se convertía en el principal artífice de peligro para la seguridad de Adán.

Peón por peón fue el segundo cambio de Simeone, que sustituía a un ovacionado Fernando Torres, que no acabó de encontrarse con el gol, pero sí con las galopadas, por un Gameiro ya recuperado de su proceso febril. Sin precisión en los pases y sin demasiado espacio a la imaginación en ataque mataban los colchoneros los minutos de un reloj que corría muy lento para los de rojo y blanco y muy rápido para los de verde. Fue en los copases finales donde, aventurado por el calor de la afición, y por los detalles de fútbol de Carrasco se animaron los rojiblancos arriba, impulso que no llegó a consumarse como segundo tanto indio, pero sí como victoria por la mínima colchonera.

Los rojiblancos se impusieron así al Betis, sin demasiados esfuerzos y tirando de aquel juego rudimentario que bien le funcionaba a los colchoneros en temporadas previas. Hoy, desde luego, le salió bien la papeleta, el Atlético se respaldó en el tanto de Gaitán como un soldado agazapado en una trinchera y los tres puntos se impusieron como premio. La tradición mandó en el Manzanares.