Por DAVID VINUESA.


Dicen que uno nunca olvida su primer partido de fútbol en el estadio de su equipo y es cierto. Sobre todo si lo haces siendo un niño. Da igual los años y el amor que un seguidor ha sentido y sienta por su club. Nunca se verá la misma ilusión en sus ojos. Llevo muchos años acudiendo al Vicente Calderón, primero como aficionado y más tarde como periodista, y siempre me emociona ver a los más pequeños con su padre, su madre o su abuelo de la mano y con esa sonrisa que denota que no es un día cualquiera. Para ellos ese momento es único. No hay ninguna preocupación en su vida más allá de registrar en la memoria cada segundo del tiempo transcurrido en el estadio y cada milímetro de espacio que les rodea. Son esponjas de sensaciones.

Siendo un niño te preocupan poco los debates en torno a jugadores, entrenadores, rivalidades… Todo eso te da igual. A veces sólo te preocupa si juega tu futbolista preferido y nada más. ¿Cómo van en la tabla? ¿Estarán bien físicamente? ¿Habrá rotaciones? ¿La rueda de prensa en la previa fue tensa? ¿El entrenador está discutido? ¿4-4-2, 4-3-3, pivote defensivo o fútbol ofensivo? ¡Qué más da! Es deporte, es fútbol, es tu equipo y es tu afición.

Pasados ya 20 años, tengo que echar mano de Youtube para recordar qué sucedió exactamente en mi primer partido en la Ribera del Manzanares. Las mejores oportunidades, cómo fueron los goles, los minutos exactos… Las imágenes no están intactas, pero las sensaciones antes, durante y después del partido son imposibles de olvidar. El marcador, el rival y el contexto del partido tampoco se borrarán: Atlético de Madrid 4 Steaua de Bucarest 0 (11 de septiembre de 1996-Primer partido de la fase de grupos de la Champions).

Afición y profesión

Con 9 años me planté en el Estadio Vicente Calderón con mi padre para ver mi primer partido de fútbol en directo, pero había una diferencia respecto a otros niños que han vivido algo parecido. Yo no fui a la grada, yo me situé en la zona más alta del estadio destinada a los medios de comunicación: la zona de prensa. A día de hoy, ese mismo sitio es mi lugar de trabajo. De esa zona de prensa con 9 años pasé a la grada con 18 y volví a la misma pasados los 20. De arriba hacia abajo para volver al sitio en el que empecé. Ahora lo veo como algo normal, pero analizando los hechos no puedo más que esbozar una sonrisa.

En mi primera visita al estadio recuerdo pasar todo un día viendo como mi padre y sus compañeros montaban todo lo necesario para que la retransmisión de TVE con el gran José Ángel de la Casa al frente se pudiese llevar a cabo. Vi pasar a periodistas, técnicos, operarios del estadio y a toda persona relacionada con la preparación que hay que afinar hasta el más mínimo detalle para un encuentro de esa magnitud. Me enganché a ese momento y no le he soltado en 20 años.

Más allá del partido, me gustó lo que rodeaba al mismo. El trabajo de aquellas personas que no ves en 90 minutos o que das por hecho que está ahí sin cuestionar cómo le han dado forma. Conocí a varios periodistas a los que miraba desde abajo con la envidia sana de querer ocupar su puesto en el futuro y a partir de ahí me terminé de enamorar de mi profesión.

Cuando llegó la hora del partido, me senté en mi sitio intentando hacer poco ruido y no molestar a nadie y recibí el papel con las alineaciones y el libro que por aquel entonces repartía el Atlético de Madrid con toda la información acerca del encuentro y de las plantillas. En realidad me sentía un redactor más. Tenía todo lo necesario para hacer una crónica y si me hubiesen dado un micrófono puede que con la voz entrecortada y temblando de miedo hubiese dicho algo sobre lo que estaba sucediendo en el césped.

Aquel día marcaron sendos dobletes Esnáider y Simeone, entrenador al que me toca preguntar en sala de prensa como redactor de esRadio y Libertad Digital. Fue un partido y una goleada fáciles para el Atlético de Madrid, que había mejorado la plantilla del Doblete para buscar el asalto al trono Europeo. Estuvo cerca de lograrlo si no hubiese sido por el Ajax de Amsterdam, su verdugo en cuartos de final.

Molina, Toni, Solozábal, Santi, Geli, Bejbl, Simeone, Pantic, Aguilera, Esnáider y Kiko con López, Biagini y Juan Carlos saliendo desde el banquillo, dirigido por Radomir Antic. Esos fueron los 14 jugadores y el entrenador que lograron la victoria ante el Steaua, campeón rumano en 1996. Ese 11 de septiembre los miraba desde arriba. Años después he tenido el privilegio de entrevistar a muchos y con otros he compartido preguntas en rueda de prensa. Lo hubiese firmado con sangre si me lo llegan a proponer hace 20 años.

La zona mixta

Una vez finalizado el encuentro y con la emoción de haber vivido un gran partido y una imponente victoria pude bajar hasta la zona del parking donde los jugadores tenían sus coches. En aquel momento esa parte que hoy está destinada a la zona mixta, donde los periodistas buscamos las declaraciones de los futbolistas antes de dar por finalizado nuestro trabajo, era simplemente un aparcamiento para jugadores, cuerpo técnico, directivos y empleados. En ese lugar, como un niño más, me dediqué a buscar el autógrafo de todos los jugadores y a ‘pelearme’, como ahora, para que nadie se adelantase y me robara al futbolista en cuestión. Una vez terminada mi labor, mi padre y yo pusimos rumbo a casa con los deberes bien hechos: él a nivel profesional y yo a nivel emocional.

En 2017 y a pocos meses para que el Vicente Calderón deje de existir, recordar ese 11 de septiembre de 1996 desde la zona de prensa me sigue tocando la fibra sensible. Allí arriba ya no me siento extraño como cuando tenía 9 años y esa sensación de estar en el lugar adecuado es indescriptible. Lo que sí ha cambiado es la forma de ver las cosas. Más allá de las emociones, con un ordenador delante o con un micrófono en la mano, el periodista debe respetar su profesión y contar de forma veraz lo que ve, no lo que quiso o quiera ver como aficionado.


En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.

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