Por JORGE MORENO.

Quedarte con un solo recuerdo de un lugar al que vas cada dos semanas desde que tienes uso de razón es complicado porque los recuerdos se actualizan constantemente. En cada partido me voy del Calderón la sensación de tener un nuevo recuerdo, de tener algo nuevo que contar. Por ello y porque la memoria suele ser algo selectiva y, con toda seguridad, dentro de un mes destacaré un recuerdo diferente al que se me viene a la cabeza ahora mismo, me resulta casi imposible destacar uno por encima del resto, pero debido a que es la última temporada de este magnífico templo voy a hacer el sacrificio de seleccionar uno y contarlo. Uno muy reciente que supuso, para mí, cumplir un sueño.

Aunque parezca mentira, un día los sueños se cumplen y sin comerlo ni beberlo te proponen ir acreditado al estadio al que llevas yendo como aficionado desde niño. Esto para alguien como yo, cuya vocación periodística fue muy temprana, es lo más grande que puede haber. Además no me propusieron ir a un partido normal, sino a un Atlético – Bayern de Champions, concretamente al que abrió la temporada europea en el Manzanares esta temporada. Cuando me dijeron que existía la posibilidad de ir estaba desbordante de felicidad, aunque fui algo cauteloso por miedo a que finalmente no nos concediesen la acreditación.

Finalmente la posibilidad se convirtió en realidad y desde ese momento hasta que todo se hizo realidad y estaba en los pupitres de prensa del estadio no dejé de imaginar cómo sería la experiencia, pero si algo tiene el Vicente Calderón es que supera todo lo que puedas imaginar. Lo que vives en el Calderón trasciende del imaginario humano. Fueron muchos los acontecimientos destacables de aquella noche: llegar a la zona del estadio y ver el ambiente, recoger la entrada y las hojas con las alineaciones –estas hojas han sido siempre para mí un fetiche y guardo todas a las que he tenido acceso cuando he ido acreditado, sean de un partido de Champions o de Tercera División- pero ninguno como el momento en el que las 55.000 almas rojiblancas presentes aquella noche se pusieron a cantar y se convirtieron en sólo una. Si dicen que hay momentos que se te clavan en la cabeza como fotografías, yo de ese momento tengo un vídeo completo. Es uno de esos recuerdos destacables no sólo del Caderón sino de mi vida entera. Había vivido momentos así como aficionado, siendo una de todas esas miles de voces, pero nunca desde la distancia y desde esta distancia me tocó observar y disfrutar, como quién observa y disfruta de una obra de arte, de aquel espectáculo de pasión y fidelidad.

Carrasco celebra su gol de aquella noche | Foto: Daniel Nieto - VAVEL
Carrasco celebra su gol de aquella noche | Foto: Daniel Nieto - VAVEL

Después de esto tuve que reponerme e ir narrando para la web un partido que fue casi redondo para el Atlético de Madrid, tanto en juego como en el resultado. El único “pero” fue el penalti fallado por Griezmann, que finalmente no tuvo repercusión real porque los chicos de Simeone se harían con la victoria.

Cuando acabó el partido llegó otro de los momentos más esperados por mí: las ruedas de prensa, primero de un entrenador tan prestigioso como Carlo Ancelotti y después de Diego Pablo Simeone, el hombre que le había dado y da tanto al Atlético. Sin duda fue un privilegio estar tan cerca de ellos y escuchar todo lo que tenían que decir.

Después de esto, y no sin antes pasar por la zona mixta y ver a Carrasco, el hombre del partido, muy de cerca, acabó la noche en el Calderón para mí, pero de camino a casa tenía la sensación de que aquel día me había llevado conmigo un pedazo de la historia de aquel estadio en el que he sido feliz tantas veces. 


En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.

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