¿Existe el amor verdadero? Muchos son los que aferrados a su corazón desgajado lo niegan con rotundidad y sangre fría. Las réplicas que deja un corazón roto son abrumadoras y acaban siempre con una frase semejante a "el amor son los padres". En el Vicente Calderón, Fernando Torres se ha consumado como el principal ejemplo de que eso del amor no es un Cuento de Hadas, que los romances de película existen - que no les engañen- y si no, juzguen ustedes el tanto que le daba al Atlético de Madrid el empate a uno ante el Celta de Vigo. Lo de Fernando Torres con las rayas rojiblancas es la mejor historia de amor jamás contada. Los colchoneros no dejaron de creer y acabaron imponiéndose a contrarreloj en el Vicente Calderón.

Los penaltis, el principal verdugo rojiblanco

22 jugadores sobre el terreno de juego y un único objetivo: sanear las heridas de un Copa que los mató de pie y en la orilla. Celta de Vigo y Atlético de Madrid se chocaban tras las eliminaciones coperas con el Calderón como espectador de gala. Dos heridos y tres puntos en juego; la contienda se aventuraba rocambolesca, y si no que se lo digan a Miguel Ángel Moyá. Los espectadores no habían tomado asiento cuando el meta mallorquín hacía una mala salida y despejando de puños dejaba el esférico a placer para que la testa de un bien colocado Cabral enviara el cuero al fondo de las redes de la portería del fondo norte rojiblanco. Los de Berizzo golpeaban primero.

Poco le duró la alegría a los visitantes, porque el Atlético despertó con la misma velocidad que había tardado el "22" celeste en enviar el cuero al fondo de la portería custodiada por Miguel Ángel Moyá. Era el minuto 11' de la primera mitad cuando se encendía la chispa y Fernando Torres anotaba uno de los tantos más bonitos que le ha regalado a las orillas del Manzanares. El que se crió entre los mimos colchoneros recibía una asistencia de Carrasco de espaldas a la portería, y de media chilena, la enviaba de vaselina al fondo de las redes Sergio ante los ojos atónitos de "su" afición; y nunca mejor dicho. El choque volvía a empezar.

Todas las historias de amor tienen sus enfados. En este caso, el Atlético de Madrid la lleva torcida con los penaltis. Da igual quién lance desde los once metros que la pena máxima para los colchoneros es una maldición. Era el minuto 30 del primer asalto cuando tras un caracoleo de Carrasco en el área celtista Roncaglia derribaba al belga y Hernández Hernández no dudaba en señalizar la pena máxima. Esta vez cogía el cuero el autor del primer tanto pero el destino acababa siendo el mismo que acabó frustrando el pase a la final del Atlético hace tan sólo unos días en el Camp Nou: el travesaño superior. Lo de los de Simeone con los penaltis es digno de estudio, por lo menos para Cuarto Milenio. Antes del descanso Carrasco fue el protagonista para el conjunto local en un mano a mano que acabó disipando el meta celtista. Los de Berizzo tuvieron la suya en un remate raso de un inquieto Jozabed que atrapó Miguel Ángel Moyá. Las tablas se impusieron al descanso y el reparto de puntos no parecía valer para sanear ningún corazón herido.

Descontrol de tantos

El segundo asalto empezaba con el cambio de Juanfran por Vrsaljko obligado por una lesión muscular del defensa colchonero. No cambiaron mucho los esquemas de dos conjuntos a los que sólo les valían los tres puntos. El Atlético, con más intenciones que el Celta, buscaba el gol con las galopadas de Fernando Torres por los espacios como mecha de la pólvora. El equipo vigués resistía las embestidas e intentaba usar el crono como anestesia de un Atlético volcado en ataque.

Enorme se le hizo el campo al conjunto local cuya delantera galopaba desenfrenada para encontrar la portería de Sergio. Con un centro del campo desparecido Simeone apostó por jugar sus cartas a la delantera, dejando descuidada la retaguardia. El Atlético lo pagó caro. Correa y Gameiro entraban por Saúl y Fernando Torres y era entonces cuando los chicos de Berizzo hacían valer su eficacia, que al fin y al cabo, es la que resuelve contiendas. Era Aspas quien hacía nacer una jugada que acabaría imponiéndose como el segundo visitante. Wass recibía del "10 v" y se la ponía rasa a un Guidetti que ante Moyá no perdonaba.

¿Papá por qué somos del Atleti? sería la pregunta cuya respuesta, compleja cuanto menos, contestaban los rojiblancos en los últimos doce minutos de la contienda. Los indios tiraron de corazón y se quitaron las tiritas en los últimos instantes. Todo el acierto de cara al gol que le faltó a los chicos de Simeone durante el transcurso del partido se le atrinchero en el arreón de moral que acabó impulsando a contrarreloj al Atlético a la victoria. Y sí, han leído bien. Carrasco, cansado de testar los guantes de Sergio enviaba un zarpazo desde fuera del área que perforaba la portería visitante y subía el empate al marcador. El Calderón se venía abajo y Antoine Griezmann aparecía para anotar el tanto definitivo de la victoria.

Así se las gastan en el Calderón, el Atlético acabó llevándose la victoria ante un Celta que no acabó de ser consciente de dónde, ni cuándo, ni por qué razón se le escaparon los tres puntos. En el Calderón manda una ley que bien la expresa Diego Pablo Simeone: "El que no crea que no venga".

Atlético de Madrid 3-2 Celta de Vigo