"La obsesión es un padecimiento típicamente humano y que se caracteriza porque la mente se centra en algo o en alguien" es lo que explica la RAE acerca de  una enfermedad que ha entrado en la cabeza de todo rojiblanco y parece que no tiene intención de salir. Como la ardilla de Ice Age con su bellota o como Cenicienta con su zapato. El Atlético de Madrid tiene una obsesión: levantar la UEFA Champions League.  

El huracán se tiñe de rojo y blanco

Basta con ver los primeros 45 minutos del conjunto rojiblanco en el BayArena para corroborar que lo de los colchoneros por la Liga de Campeones es una necesidad equiparable a la de Gollum con su tesoro. Poco tardarían los indios en dejar descubiertas sus intenciones. Como un vendaval saltaban los colchoneros al césped alemán. 15 minutos de asedio sobre la portería de Leno en los que se sucederían las ocasiones rojiblancas. El climax llegó en el minuto 17' cuando Saúl acariciaba el esférico con su pierna izquierda, enfocaba el punto de mira, y  lo colocaba en la escuadra  de la portería local, el ilicitano silenciaba al estadio alemán y a media Europa ¿les suena?

Como un Galgo detrás de una perdiz, el Atlético seguía empeñado en asediar la portería local. No tardaron los de Simeone en ampliar el marcador, no habían pasado ni diez minutos desde el primer tanto rojiblanco cuando Gameiro aprovechaba un error de Dragovic en el centro del campo y encaminaba una contra a lo "sólo contra el mundo". El galo galopaba al estilo Forrest Gump y entre los dos centrales locales se la dejaba acomodada al pie a un Antoine Griezmann que ante Leno no perdonaba y la enviaba al fondo de las redes subiendo el segundo al marcador. La chispa francesa inundaba el templo alemán. Así se fue el choque al descanso en un primer asalto en el que el resultado se hizo incluso corto para un Atlético que saltó al BayArena como un obús dispuesto a arramplar con lo que le pusieran por delante.

Aroma Champions

¿Por qué gusta tanto la Champions? pregunta que se responde a la perfección con el segundo asalto que pudieron disfrutar los afortunados aficionados que inundaron el templo alemán. La segunda mitad tuvo de todo y para todos los gustos;  eso sí, nada recomendable para corazones delicados. Bien cierto es que el Atlético salió a arramplar con lo que se le pusiera por delante -da igual toro o vaquilla- pero también es cierto que en se encontraron con el Bayer Leverkusen, que no es moco de pavo. Corría el minuto tres de la segunda mitad cuando Bellarabi anotaba el primero del conjunto local. Henrichs conducía hasta la línea de fondo y le dejaba un pase al corazón del área a Bellarabi que la cruzaba al fondo de la portería de Miguel Ángel Moyá. 

Los de Simeone con una pólvora arriba que ni los valencianos en las Fallas, no se amedrantaban ante el tanto alemán y perseguían el tercero. Las combinaciones entre Gameiro y Griezman, Griezmann y Gameiro se ejemplificaron en un aluvión de ocasiones que acabaron concretadas en los once metros. Gameiro se fue de Dragovic con un caño y el defensa local agarraba al galo hasta dejarle tendido sobre el verde. El Atlético debía enfrentarse a su peor miedo, lo que en muchos casos parece un bendición, para los colchoneros un penalti parecía ser más bien un castigo. La historia la cambió Gameiro, que decidido enganchó el esférico y sin complicaciones la envió por el centro al fondo de la red de Leno. En el Atlético se han acabado las tonterías. 

Los 22 protagonistas sobre el verde alemán se empeñaron en arruinarle la noche al encargado del luminoso. Era el minuto 68' cuando Moyá se equivocaba en un despeje con la mala suerte que el balón rebotaba sobre Savic y el cuero entraba en su propia meta, ponía el conjunto local el segundo en el marcador. Allí, cuando todo parecía resuelto empezaban unos minutos de asedio locales que Simeone trató de finalizar con cambios de difícil comprensión. Entraban Thomas, Correa y Torres, por una delantera que soltó más chispa que en toda la temporada: Griezmann, Carrasco y un Gameiro, que por sus gestos, no estuvo muy de acuerdo con el argentino. 

El gran partido del Atlético bien mereció un cuarto gol que acabó llegando tras un viejo aliado colchonero: el balón parado. Controlaba Vrsaljko y la ponía perfecta a la testa de Fernando Torres que cabeceaba impecable al fondo de las redes de Leno. Allí ponían los del Manzanares la puntilla a la contienda. El Atlético lo tiene muy claro, quiere visitar Cardiff, de momento 'el Cholo'  ya busca veleros