Por MIGUEL SÁNCHEZ.

Estábamos mi familia y yo de puente en Segovia, pero ya en el último día de vacaciones tocaba volver a casa. Las maletas al coche y un viaje algo pesado hasta llegar allí. Tocaba desayunar antes de irnos. Sentados en la cafetería mi madre nos dijo que tenía una sorpresa para la vuelta. Yo, bastante de coña y por hacer la gracia le dije: “Sí, que vamos a ver el entrenamiento del Atleti, ¿o qué?".  

En esas que mi madre mira a mi padre muy extrañada, e inmediatamente responde riéndose: “Pues al entrenamiento no porque no hay, pero hay un tour por todo el Vicente Calderón y vamos a ir a verlo”. Ya no seguí desayunando, ni yo ni mi hermana que enseguida se levantó y empezó a meternos prisa para que saliésemos ya rumbo al Calderón. Mi padre y ella, rojiblancos a muerte, no se lo podían creer. Acabamos los churros que nos habíamos pedido, nos montamos en el coche y salimos como alma que lleva el diablo rumbo Madrid.  

El viaje se hizo largo, eterno, inmenso, holgado de más, y eso que no eran 400 km de trayecto ni mucho menos. Por fin entramos a Madrid, teníamos la duda: “¿Por donde se llega al campo?". Por suerte, mi padre había ido en numerosas ocasiones al estadio y más o menos recordaba como llegar. Ya en las cercarías del campo, encontramos aparcamiento y salimos pitando hacia el Calderón.  

Al llegar nos encontramos la segunda sorpresa del día: aún no se había faltaba tiempo para que se iniciara el tour, por lo que nos tocaba esperar. Se nos ocurrió pasar mientras a la tienda oficial y esperar allí hasta que diese la hora. En qué momento se nos ocurrió entrar… De allí casi no salimos. Mi hermana pequeña quería llevarse todo: camisetas, sudaderas, mochilas, cosas de decoración… ¡Hasta uniformes de bebes! En ocasiones pienso que hasta le costaba respirar de al ver toda una tienda de cosas del equipo de su alma, como el niño que de pequeño recibe su primer balón y solo quiere echarlo al suelo y que empiece a rodar.

Cuando la tarjeta de mi padre ya se iba a echar a llorar de ver todo lo que quería llevarse, nos dimos cuenta de que era la hora de irnos. El tour iba a comenzar, y de qué manera lo hizo, con la sala de trofeos del Atleti: camisetas, copas, dedicatorias, periódicos y hojas históricas, recuerdos, regalos de otros equipos y jugadores… Multiplicidad de cosas que te hacían trasladarte al pasado y añorarlo profundamente. Mientras, en las televisiones, veías algunos goles que han marcado la historia del Atleti: Aragonés, Gárate, Torres, Falcao, Forlán… Todos ellos aparecían por ahí.  

Entre las copas, por supuesto, estaban todas las que el Atleti ha ganado estos últimos años con la llegada del Cholo al banquillo. Tras ver todo eso con calma y tranquilidad, tocaba salir por una puerta al túnel, en el que yo estaba bastante desubicado, pues no sabía donde estábamos y no sabía qué nos íbamos a encontrar. En esas que nos paramos delante de un acceso al campo en el que se empiezan a ver las gradas. En ese momento olvidé con quien estaba, de hecho apenas oía ruido. Subí con mucha calma los 5 escalones que habían antes de salir al campo. No tenía prisa, no quería perderme ni un solo detalle. Subí el último y ahí me vi, en el Estadio Vicente Calderón. Apenas había salido y me quedé plasmado, sin apenas poder andar.

Calor y frío a la vez

Miraba a un lado y a otro, y sentía calor y frío a la vez. Creo recordar que fui último en bajar los escalones que te daban el acceso definitivo al campo. Mientras los bajaba, contemplaba como mi hermana estaba llorando mientras se escondía para que no la viésemos, absolutamente emocionada. No sabía ni lo que sentía, solo se que por mi cuerpo recorría una especie de sobreestimulación hipotalámica masiva descontrolada. Subí rápidamente a una grada superior y ahí me quedé, contemplando por completo la inmensidad del campo. Todo el mundo hacía fotos y se movía de un lado a otro. A mí eso no me salía. Imposible. Quería con todas mis fuerzas quedarme quieto y fijarme en todo lo que veía, sin perder detalle. Quería guardar en mi mente un recuerdo que jamás olvidase, de esos que cuando las cosas te van mal intentas que te vengan a la cabeza para darte cuenta de que al final de todo túnel siempre hay luz. Y a día de hoy puedo estar satisfecho, lo conseguí. 

Recorrimos el campo y entramos a varios sitios: los palcos VIP (hay que ver cómo se lo montan esos tíos), la sala de prensa (sentado en las sillas pensaba: “mi futuro”), los vestuarios… Ah, y el mismo campo. Lo pisamos brevemente aunque pisar dentro del rectángulo de juego se supone que no te dejaban (si, claro..)  

Nos sentamos también en los banquillos y al hacerlo y ver todo el campo y las gradas te das cuenta de la infinita presión que se debe sentir solo al estar sentado ahí. Imagínate jugando… 

Tocaba ir acabando el tour, y para finalizar nos llevaron de nuevo a la tienda oficial. Ahí, ante el éxtasis que llevabamos soportado y el continuo ‘orgasmo visual’ al que estuvimos sometidos toda la mañana, mi hermana al fin consiguió una camiseta. Menos mal que solo fue eso, porque de haberse llevado todo lo que quería… Me tengo que mudar al sótano a dormir.  

He de decir que no fue la única, pues yo también me compré una camiseta de entrenamiento de esta temporada.  

Salimos y pensamos: “¿Ya está? ¿Fin?"  

Pues sí, tocaba volver al coche y seguir el viaje de camino a casa. Ni mi hermana ni yo queríamos marcharnos, se había pasado demasiado rápido la mañana. Nos alejábamos del campo y me giré levemente a mirarlo, y me volví a quedar embelesado mientras sonreía y pensaba: “Hasta pronto”. Fue un segundo apenas, pero en mi cabeza fueron 24 horas. 

Este es el relato de la única vez que he pisado el Vicente Calderón. Quizá no se puede comparar con la sensación de pisarlo lleno en un partido de esos de gloria del Vicente Calderón, pero esa vez me bastó para ver que en un futuro, no muy lejano, frecuentaré más ese campo. Es mi sueño. Y tarde o temprano lo cumpliré


En Atleti_VAVEL, cada lunes, una historia personal como recuerdo del Vicente Calderón, que vive su última temporada.

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