Arrancaba el partido en el Calderón entre el Atleti y el Bayer Leverkusen, con el alentador aliciente del 2-4 de la ida, lo que daba gran tranquilidad al conjunto de Simeone. Invitaba a la calma, pero no a la relajación.

El que sí se permitió relajación en el primer tiempo fue Oblak, pues el Bayer no atinó y ni siquiera consiguió tirar entre los tres palos en los primeros 45 minutos. Le habría dado tiempo a echarse un café tranquilamente apoyado en el palo a lo Cillesen en el Mundial, acompañado de un buen puro.

Parecía una tarea ardua el hecho de que el Bayer remontase en el segundo tiempo tras la apática primera parte que habían realizado. Bien, pues en el fútbol como en la vida, pocas veces puedes fiarte de algo o alguien. El Bayer decidió salir a dominar el partido, a tener el cuero y a empezar a inquietar la defensa rojiblanca. Chicharito o Volland tuvieron un par de ocasiones que fueron despejadas por el esloveno. Pero eso era solo el principio.

Foto: Álex Marín, ATM
Foto: Álex Marín, Atlético de Madrid

La mutación de Oblak

Era el minuto 68, una posesión de balón más para el Atleti. O eso parecía. Giménez cometía un grave error en un pase que interceptaba Julian Brandt y gracias a su velocidad se quedaba solo ante el meta colchonero. El alemán recogió el balón a un paso de la frontal del área y tenía medio gol ya hecho. Enmudeció el Calderón, la tensión se podía pinchar con un alfiler, pero todo lo que sucedió después lo hizo estallar. Vamos por partes: primero Brandt se perfiló el tiro para hacerlo con su pierna derecha, Oblak salió más allá de la frontal de área pequeña, flexionó sus espigadas piernas y abrió los brazos (ese típico movimiento de portero de fútbol sala que él tanto usa). El alemán le buscó el contrapié, pero su chut impactó en el hombro del esloveno y el rechazo le cayó directo a Volland, quien a pesar de ser zurdo tuvo que apañárselas y tirar lo más rápido que pudo con la derecha. Oblak estaba en el suelo, se levantó rápido y se impulsó con las piernas para acercarse a él y tapar lo máximo posible la portería.

Bien, objetivo cumplido, tapaba el tiro con sus largos brazos de portero de balonmano. Oblak no pudo darle dirección y el balón le volvió a caer a él, pero esta vez con el ‘13’ en el suelo se permitió el lujo de cambiársela de pierna para tirar con la izquierda. Mientras el solo se la cambiaba de pié y tiraba, Oblak se levantaba y volvía a tirarse a la desesperada para tapar una portería en la que Godín y Giménez ya estaban bajo palos. Y por tercera vez cerraba el tríptico con una estirada de felino para evitar el gol del alemán, pero la cosa no acababa ahí.

Con medio Calderón ya sin mirar con los ojos tapados, el cuero le llegó a Chicharito, quien tuco un cuarto disparo con la izquierda, pero ya con la incomodidad de tener también a Vrsaljko por ahí. El mexicano no atinaba, tiraba fuera y el estadio entero se caía, se hundía. Todos los suspiros cambiaron de golpe a un estruendo bien claro y alto: "¡Obi! ¡Oblak! Cada día te quiero más..."

Foto: Álex Marín, ATM
Foto: Álex Marín, Atlético de Madrid

El Calderón cayó en aplausos, en sonrisas, estalló de felicidad. Él caía al suelo abatido, como su hubiese gastado todas las pilas. En ese momento unos se agachaban a mesarle la barba o cogerle la cara mientras Giménez, que le había metido en ese embrollo, se arrodilló a besarle la frente. Hizo lo que más de uno habría querido hacer en ese momento.

Tras esa jugada el campo entero respiró y ya se tranquilizó hasta el final del partido, pues más de uno pensó: “Si esto no ha entrado, hoy no nos marca nadie”.

No les faltaba razón, pero aún no había pasado tiempo para que la gente asimilase lo que había hecho el esloveno esta noche. Volvió a emerger su figura, como ya ocurriese hace dos años ante este mismo rival y en el mismo escenario, los octavos de la Champions y el Calderón.

El Atleti ya está de nuevo en cuartos. Cabezones como ellos solos, este equipo quería codearse desde hace tiempo con los más grandes de Europa, y a base de fuerza y ganas han acabado convirtiéndose en uno de ellos, gracias en parte a su guardián, el mismo que esta noche habría sido capaz dejar a Cerbero en el mismo paro, pues esos 8 agónicos segundos quizá no se vuelvan a ver durante un largo tiempo.