El Calderón se cierra para siempre, el Atleti nunca más volverá a jugar en su verde. Entre los sentimientos de tristeza e incluso depresión que pueden aparecer solo de pensar en ese hecho, ayer hubo un hombre que iluminó de manera muy intensa el horizonte de los del Cholo. Era su día, como su estuviese escrito en las tablas perdidas, le tocaba dar al Calderón el final de leyenda que se merece. En la despedida del estadio, un 'niño' se coló para levantar a todos de sus asientos. 

Es imposible imaginar una despedida mejor para ese campo que con un doblete de Fernando Torres. Se cambia de estadio, se cambia de escudo, pero El Niño sigue en los corazones de todos los aficionados, y de ahí jamás lo moverá nadie. Primero un gol y luego otro, qué momentos. Su hubiesen podido, cada espectador ayer en el Calderón habría dado su corazón por que el tiempo se parase para siempre, para que todos se quedase en stand by. Y es que era el cierre perfecto del círculo: el primer tanto en la historia del Calderón lo hizo Luis Aragonés y el último podría ser obra de Torres.

¿Mejorable? Imposible. Una duda: ¿son Torres y Luis quizá los dos jugadores más queridos en la historia del Atlético junto al Cholo? Quién sabe, para mucha gente puede que sí, pero la historia colchonera está repleta de hombres de hazañas incalificables como para dejar a alguien por encima, sería injusto. Pero ojo, puede que fuese más injusto incluso dejar a ellos tres a la altura del resto.

¿Por qué? No se sabe, es simplemente cuestión de sentimiento y del fondo de cada uno. Como se dice por ahí: motivos de un sentimiento, que no se puede evitar.

Foto: Ángel Gut, ATM
Foto: Ángel Gut, ATM

Mientras todo el campo repasaba cánticos antiguos, Fernando les hizo volver al presente para entonar una línea muy oída en esas gradas: el «Fernando Torres lolololó» de toda la vida.

El primer tanto fue un regalo de Antoine Griezmann, que le dejó con la ‘testa’ el tanto que toda la grada quería chillar. Mismo proceso en el segundo, pero esta vez con Koke, que le dejaba el tanto en bandeja de plato a uno de sus ídolos de la infancia.

Tras el descanso iba a llegar algo que estaba pactado, casi seguro: la marcha de Torres. Simeone lo dibujó así, quería que  el estadio se dejase las manos aplaudiéndole y la garganta entonando su nombre por última vez en el Calderón. Si el Calderón tuviese pies, ayer se habría levantado para ovaciones a su ‘9’, pero como él no pudo, ya lo hicieron los 52.314 aficionados que llenaron el Vicente Calderón hasta la bandera.

El Cholo, por supuesto, también le aplaudiría antes de fundirse con él en un abrazo, pero seguro que Fernando habría querido seguir un poco más, el ‘recreo’ acababa de terminar y tenía aun 45 minutos para buscar su hattrick, un triplete que le privó Laporte sobre la línea.

Pero bueno, en unos años nadie se acordará de esa jugada aislada, pero niños, padres y abuelos tendrán una cosa clara sobre el último partido en el Calderón: nuestra antigua casa la cerró él, la cerró Fernando Torres.

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Miguel Sánchez Villena
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