Hablar de Fernando Torres es hablar de gol. Precisamente, lo que más le está costando esta temporada al Atlético de Madrid. El Niño tiene a sus experimentados 33 años una ocasión mayúscula de volver a convertirse en el delantero de referencia del club de sus amores. Algo que ansía y mucho un desesperado Diego Pablo Simeone, que a pesar de contar con cuatro delanteros de talla mundial, no consigue dar con la tecla definitiva para penetrar en las redes del contrario.

Noventa minutos decisivos

Es por tanto, un momento especial para el ídolo absoluto de los indios. El mal estado de forma de Antoine Griezmann, sin añadir además la complicada situación por la que pasa el francés debido a los infinitos rumores sobre una posible salida del club, la falta de definición de Kevin Gameiro, y la imprecisión de Ángel Correa, aunque éste último ha conseguido aportar un repertorio magnífico para ayudar al equipo, sitúan al natural de Fuenlabrada como la principal opción ofensiva de cara al trascendental duelo frente al AS Roma en Champions League.

Tan solo tiene el Atlético de Madrid un tres por ciento de opciones de clasificarse según los cálculos realizados. No vale fallar. Y Fernando Torres lo sabe. Como también es consciente plenamente de que está capacitado a la perfección para cumplir la tarea encomendada. Sus 35 goles y 16 asistencias en 109 partidos de carácter europeo en total durante sus distintas etapas en el Liverpool, Chelsea y ahora de nuevo en Madrid, han hecho que el gato se convierta en toda una leyenda del continente.

No le quedan más balas al conjunto rojiblanco. Tiene que encontrar sus mejores sensaciones, dejar de ponerse nervioso en la portería contraria para no errar, volver a marcar como siempre, y ganar. De nada vale lamentarse de las pasadas malas actuaciones ante el Chelsea y Qarabag. Espera la Roma en el Metropolitano y Torres está preparado para una batalla a vida o muerte. Pero a Fernando le gusta la Champions, y a la Champions le gusta Fernando. No hay ningún motivo para dejar de creer en el madrileño ni en los colchoneros.