La campaña comenzaba agria para el Atlético de Madrid, que, en las primeras jornadas de la competición liguera, andaba huérfano de estadio. El club había sufrido numerosos cambios, y algunos de ellos no contentaron demasiado a la afición colchonera. Mientras el Wanda Metropolitano ultimaba sus últimos detalles, los pupilos de Simeone comenzaban su andadura en LaLiga con un empate “in extremis” ante el Girona.

El idílico estreno del Metropolitano

Por fin llegó el gran día: el barrio de San Blas extendió sus brazos para acoger en las gradas de su nuevo estadio a la familia colchonera, que abandonaba las orillas de su tan querido Manzanares para asentarse en el campo cuyo nombre sonaba como un déjà vu: el Metropolitano. El equipo le ganó al Málaga el primer asalto que allí se celebró, al más puro estilo de los indios: ganando por la  mínima, siendo “el gallito” el primero en estrenar la portería de la mejor caldera de Europa. 

La cosa pasa de gris a negra

Los primeros encuentros de la competición no estuvieron del todo mal: el Atleti se mantuvo invicto ante rivales fuertes, pero tampoco conseguía ganar. ¿Su gran problema? La falta de gol. Los delanteros no atravesaban el mejor de sus periodos. Vietto y Gameiro se mostraban muy erráticos de cara a la portería, Griezmann no parecía el mismo desde que diera aquellas fatídicas declaraciones en verano y la actitud de la cuadrilla empezó a tomar un tinte que no agradaba a nadie. El refugio, lo que hacía pensar que no todo estaba perdido -todavía-, era aquella imbatibilidad. Las sorpresas más notable por aquel entonces fueron Ángel Correa y Thomas Partey, que sacaron fuerzas de debajo de las piedras para mantener al equipo con vida.

La maldición de los minutos finales decapitó al Atleti ante el Chelsea

Pero el Atleti no perdía en Liga, en Champions… ¡Ay! La derrota ante el Chelsea -primera en el Metropolitano- fue un jarro de agua fría para todos. Un gol en la última jugada del partido dejó a los madrileños sin puntuar en aquella ocasión. Y luego, llegó el rival que en un principio parecía el más asequible para arrebatarle al conjunto cualquier opción viva de clasificarse para la siguiente ronda.

Y así fue como dos empates tontos ante el Qarabag dejaron al Atleti como tercer clasificado del grupo C, y por lo tanto, desplazado a Europa League. Sí: habían puntuado más ante el primero de grupo que contra el último. Ironías de la vida que sólo entiende un seguidor de un equipo como este.

Y así como vino, la maldición se fue

Sin embargo, fue poco antes de quedar definitivamente fuera de la máxima competición continental cuando se aconteció un cambio en el “chip” de la zaga. El derbi madrileño ante el eterno rival se cerró con un empate a cero, pero los colchoneros dieron en el césped del Metropolitano una primera pista de que se iban a levantar, fuera como fuere.

Precisamente en Champions, competición de la que tenía pie y medio fuera, el Atlético revivió ante la Roma contra todo pronóstico: dos tantos de la dupla gala; mientras, la portería de Oblak, a cero. Los arietes volvieron a la carga con una actuación del conjunto que sólo puede definirse como brillante y sensacional.

Goleada ante el Levante: prosiguió la lucha del equipo por salvar la temporada, aunque tuvo que decirle adiós, un año más, a su gran sueño europeo. No obstante, la mecha ya estaba encendida, y todos contaban los partidos que quedaban para que se estrenasen dos jugadores que se esperaban con ansia, y que no habían podido entrar con anterioridad por causa de la sanción del TAS: Costa y Vitolo

Como dos ángeles

Mientras que los de arriba -Real Madrid y Valencia- empezaron a tropezar, el Atleti se mantuvo invicto, hasta que en el último partido oficial de 2017, tropezó en los feudos del Espanyol. Se terminaba así una racha de más de un año sin perder fuera de casa, pero esto no sería de excesiva gravedad teniendo en cuenta lo que se avecinaba en enero…

Hola 2018, adiós sanción del TAS

Las dos fieras pudieron ser por fin liberadas con la llegada del año nuevo, y no pudieron tener un estreno mejor. Sin duda, eran la pieza clave que le faltaba a este equipo, puesto que desde que arribaron al conjunto, se sucedió la revolución que ha revuelto las cosas, sí, pero para volverlas a poner en su lugar. 

Luchando como hermanos, pero también entre sí

¿Quién dijo que las segundas partes nunca fueron buenas? Así como es verdad que Vitolo ha dejado muy buenas sensaciones mientras ha estado presente sobre el terreno de juego, también es cierto que Costa no es sino la piedra angular -con permiso del Cholo- del equipo. Con su regreso, han vuelto muchas cosas que se echaban en falta: una de ellas, que podría ser señalada como la más importante, es la competencia interna de los jugadores.

El espíritu aguerrido y osado de Diego Costa ha puesto las cartas sobre la mesa: en primer lugar, les ha callado la boca a todos aquellos que no confiaban en él (dos goles y una asistencia en los tres partidos que ha disputado). “Enchufado” se queda corto para definir la forma que ha tenido el hispano-brasileño de entrar a jugar. Además, no sólo sus números propios han sido de lo más satisfactorios, sino que también ha conseguido motivar al resto de sus compañeros, quienes también han mejorado sus números de cara al gol.

Si no la lía, no es Costa

Tiene tela la cosa, pero el Atleti es, cuanto menos, impredecible. De alguna manera había que hacer a este equipo mentalizarse, sentar la cabeza y empezar a trazar un juego en condiciones, ahora que por fin tenía los medios para ello. El gancho utilizado por el destino para hacer reflexionar a la plantilla entera, no pudo ser otro que… el de Lagarto: Diego Costa, teniendo amarilla, se fue a celebrar un gol con la grada, tan campante. Koke se lo avisó, pero ya era demasiado tarde. Segunda amarilla, y a la calle. Ah, y sin jugar en Ipurúa.

Vale, pero que no cunda el pánico. No se puede vivir con tal vehemencia durante demasiado tiempo, puesto que es entonces cuando pasan cosas como esta. El Atlético, que iba cuesta abajo y sin frenos, se ha topado de repente con un  bache que, en lugar de ponerlo todo patas arriba, ha hecho todo lo contrario: el carro rojiblanco se ha estabilizado de una vez por todas, y por fin, juega con cabeza.

"¡Ole, ole, ole, Cholo Simeone!"

El Atlético ha sido como un puzzle para el coach argentino

Pura esencia Simeone es lo que se está viviendo ahora mismo… ¿De verdad existe la gente que quiere que se vaya? Los futbolistas que componen la plantilla son, indiscutiblemente, fundamentales; no obstante, es él quien tira de ellos cuando las cosas no marchan bien. Quien ha sabido jugar con sus piezas, y combinarlas para dar con la clave de cada partido, aun cuando éstas eran escasas o no encajaban del todo con su emplazamiento.

Vuelta a lo de siempre, a la vieja confiable: "unocerismo" como forma de vida, intensidad mientras se pueda hasta el punto de tener que estar pidiendo la hora y  equilibrio en el juego; atrás, un muro. Delante, dinamita a prender en las contras. 

A seguir molestando se ha dicho

Es pronto para hablar, pero no cabe la menor duda de que este Atleti va en serio. A nueve puntos del Barça, sí, pero segundo en la tabla y molestando a los que tiene por detrás. Y si además logra mantenerse en su línea, es muy probable que llegue incluso a ser un estorbo para el líder. El secreto, la fórmula, la llave de todo esto: coraje y corazón, señores. Es simple. Pero a esta ecuación se le ha de añadir la fundamental premisa de “hacer las cosas con cabeza y sin pisar el escudo del Atlético de Madrid”.