Y llegó el día después de seis jornadas de liga en las que el aficionado bético se marchaba del Estadio Benito Villamarín pudiendo afirmar que sí, que está vez sí, el Real Betis venció en casa. Sumó tres puntos importantes, sobre todo, para restaurar la confianza de una plantilla que venía de perder con mucha polémica y por la mínima el derbi en el Pizjuán tan solo tres días antes. 

Poyet ya lo decía en las declaraciones anteriores al encuentro, lo que había pasado el martes ya había pasado y no había vuelta atrás, ahora lo que importaba era el choque ante el Málaga y conseguir la victoria. Dicho y hecho, un Joaquín que acabó con un aparatoso vendaje en la cabeza daba, precisamente de testa, el primer y único gol del encuentro favorable a los de Heliópolis.

Las heridas en el fútbol se curan con goles y victorias

La afición del Real Betis tenía ganas y muchas de poder gritar un gol, de poder celebrar una victoria, de poder alzar las manos al cielo estrellado que presentaba la noche sevillana ayer y olvidar penas y dolores, y olvidar goles anulados y piques con la afición vecina. Lo que quería ayer el aficionado bético era justo lo que su equipo le brindó: un gol, y victoria. 

Y no quiere decir esto que el Betis se paseara por el verde y pisoteara al Málaga durante los noventa minutos. El Betis sufrió y de nuevo Adán tuvo que salir a su auxilio en los momentos en los que el conjunto de la Rosaleda buscaba el empate con más insistencia. 

Un Betis, que salió decidido y con muestras de querer ir a por el partido desde el primer minuto ante los hombres de Juande Ramos que, sin embargo, dieron una primera impresión de ir sin ritmo, lentos y con excesiva cautela. 

Rubén Castro, ese hombre que está teniendo que aprender a sobrevivir en la banda, ya empezó a demostrar desde el inicio que la edad no merma sus capacidades: destellos de calidad como un taconazo para Rafa Navarro levantaron a la grada que alentaba a los suyos como es habitual en cada encuentro que el Real Betis juega en casa.

La mayoría de las ofensivas del encuentro corrieron a cargo de Joaquín y Musonda. Del portuense poco más que añadir. Los años le han quitado velocidad, pero la técnica nunca se pierde, y el descaro con el que enfiló la banda del Villamarín ayer sigue siendo una de sus mejores virtudes. Fue él quien abrió el marcador tras un balón enviado por Musonda. El belga fue otro de los que sorprendió por ser esta vez un futbolista que aparecía en el once titular y no se guardaba para ser ese revulsivo con el que Poyet ha tratado de dinamitar los encuentros anteriores. 

Y con la lesión de Pezzella, Ryan Donk ocupó su lugar como central en la zaga. El holandés no desentonó y muestra el perfil de futbolista versátil que puede ocupar el puesto de mediocentro de contención así como de central, tal y como lo hizo en el encuentro ante el Málaga. 

Sanabria no contaba con Alegría

Y a pesar de que el delantero referencia del conjunto verdiblanco, Rubén Castro, abandonase el encuentro media hora antes del final del mismo, se volvió a ver a un Álex Alegría que sigue creciendo, que sigue ilusionando, que consigue levantar al Villamarín que incluso anoche, coreó su nombre, pese a que el gol no llamó a su puerta en esta ocasión. 

La manera en la que se desenvuelve, el poderío en los balones aéreos, el buen manejo de su estatura a la hora de aguantar los balones de espalda, abrir a banda y correr hacia el área a esperar ese remate con el que envíe el balón al fondo de las mallas. Ya avisaba en la pretemporada, y muchos advirtieron que quizás, ese nueve que el Betis necesitaba como escudero del insustituible Rubén, no se encontraba en gijón, sino en la cantera

El futbolista extremeño está tirando del carro con goles y buen juego. No hace falta hacer otra cosa distinta a lo que hace Álex cuando está en el césped. Y si Rubén Castro sigue actuando como extremo, que espabile Sanabria, porque el nueve del Real Betis quizás no tenga su nombre y sí el de Alegría

Y de la tranquilidad al susto: la polémica volvía al Villamarín

No hubo grandes sustos a excepción de un balón al palo y una intentona de Kuzmanovic. Sin embargo, la polémica volvía a aparecer en forma de posible penalti de Bruno. Pudo ser falta fuera del área y expulsión, pudo ser penalti y cartulina amarilla, o no pudo ser nada. La jugada desde luego que, de haber sido algo más que nada, hubiera cambiado el trascurso del partido. El colegiado del encuentro, Álvarez Izquierdo, decidió tras dudar y consultar al asistente con la mirada, no señalar nada. Poyet suspiraba en el banquillo la misma semana que había cargado públicamente contra el colectivo arbitral.

El Málaga dejó dudas y el Betis también, ya que no supo controlar el partido del todo. Sin embargo, un despeje de Miguel Torres en la misma línea de gol ante el remate de Alegría que podría haber sido el dos a cero, sirven para pensar que quizás el resultado pudo haber sido aún más favorable para el Betis. 

Poyet toma aliento y fuerza, la afición no olvida el derbi, pero parece que las heridas escuecen menos si recuerdan la noche de ayer y ese cabezazo de Joaquín que ponía el grito del gol de nuevo en el Villamarín.

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Sobre el autor
Francis Alonso García
Comunicación Audiovisual en la Universidad de Sevilla.