Jornada nueve, el Club Deportivo Mirandés marcha invicto en Segunda División en la cuarta posición con 15 puntos y Carlos Terrazas es premiado como el mejor entrenador del mes en Segunda División. Sólo un mes después, tras cuatro derrotas consecutivas, los rojillos caen al décimo octavo puesto con los mismos 15 puntos. Poco parece importar que el quinto clasificado (Girona FC) se encuentre a sólo tres puntos de distancia. El fútbol vive del momento y de las sensaciones, dando paso a las dudas y al debate.

Pero en este momento conviene tener en cuenta el papel que está desarrollando el entrenador y mánager general, Carlos Terrazas, en el Mirandés. Sus comienzos en el club (temporada 2013/2014) no fueron ni mucho menos sencillos, llegando en sustitución de Gonzalo Arconada y teniendo que lidiar con serios problemas en un vestuario con un ambiente enrarecido por causas extradeportivas. La entidad apostó por un nuevo modelo con Terrazas al frente, que ha consolidado al Mirandés en la Segunda División.

Profundo conocedor del fútbol, Carlos Terrazas no es el típico entrenador de élite que se deja llevar por impulsos, caprichos o por su propio ego. Al contrario, el míster se hizo con las riendas del área deportiva con el objetivo de construir para el Mirandés algo que permanezca en el tiempo, dando valor a lo perdurable por encima de lo inmediato.

Lo fácil hubiera sido, como hacen muchos entrenadores, presionar al consejo de administración para disponer cada vez de un mayor presupuesto destinado a fichar jugadores de nivel pensando únicamente en el resultado inmediato. Lo difícil es sentar las bases de un proyecto deportivo y un estilo de juego definido, que le permite luchar contra equipos de grandes ciudades y con un potencial económico muy superior.

Lo fácil hubiera sido refugiarse en el pobre objetivo de la permanencia. Lo difícil es mantener un discurso ambicioso para desafiar los límites de una plantilla muy joven, con futbolistas que buscan su lugar entre la élite.

Lo fácil hubiera sido tener la cantera en precario, con afán recaudatorio y sin atenderla en condiciones. Lo difícil es destinar 300.000 euros para el desarrollo del fútbol base, con seis equipos cuyos jugadores no pagan cuota y además, dotarles de las mejores condiciones posibles incorporando a un director de fútbol base profesional como Jorge Martín, con un perfil idóneo no sólo por su trayectoria, sino también por su capacidad de enseñar, serenidad y templanza.

Y en estos tiempos difíciles conviene no olvidar tampoco el papel del presidente, Alfredo de Miguel, para quien lo fácil hubiera sido aceptar alguna de las suculentas ofertas de compra que ha recibido por vender el Mirandés. Lo difícil es construir (y pagar) la nueva grada de general cuando Anduva es de titularidad municipal, instalar un vídeo marcador, un generador y dotar al estadio de una unidad de control operativa (UCO) de última generación para preservar la seguridad de los aficionados que acuden al campo (además de otras muchas reformas como el gimnasio o la zona de vestuarios).

Lo fácil hubiera sido que, como accionista mayoritario, hubiera recuperado beneficios por su inversión. Lo difícil, entender que un equipo de Segunda División no podía seguir entrenando en un anexo de 45 metros de ancho y asumir un gasto de 400.000 euros en un campo de entrenamiento digno, con las mismas medidas que Anduva (105x68 metros) y con un césped de última generación.

Sí, el equipo es décimo octavo y acaba de perder en casa ante el colista. Sí, todas las opiniones son respetables, obviamente si se plantean desde el respeto y el razonamiento, pero en los malos momentos es precisamente cuando el equipo necesita el aliento y el apoyo de su afición. Sí, cuatro derrotas seguidas son motivo de preocupación, pero el análisis corresponde a quienes tienen la potestad de tomar las decisiones, principalmente por dos razones de peso: porque es su trabajo y porque disponen de toda la información y las herramientas necesarias. La confianza y la paciencia es lo que ha llevado al Mirandés a estar donde está. A pesar del mal momento, convendría no olvidarlo.