El día 10 de abril aterrizaba el nuevo preparador celeste para tratar de dar un giro a la situación. El Celta se había situado en zona de descenso, algo inimaginable apenas un año antes, cuando se lograba la clasificación para la Copa de la UEFA. Incluso mediada la primera vuelta la situación del equipo se podía calificar de relativamente cómoda. Pero una única victoria en Balaídos a lo largo de 29 jornadas de liga no se pudo compensar con algunos triunfos sonados a domicilio, como los logrados en el Bernabeu o Riazor. En ningún momento llegó a existir una comunión plena entre Fernando Vázquez y el celtismo, mucho menos en esta temporada en que las cosas se complicaron casi desde el inicio.

Un efecto defectuoso

Foto: diariosdefutbol.com

Y así, en una operación relámpago, llegaba Hristo. El hombre que alcanzó su cima como futbolista en el Barcelona de Cruyff y en la Bulgaria del 94 venía de tres años en el banquillo de la selección de su país, con escaso éxito a la hora de intentar reflotar a un combinado que, pese a haber logrado la clasificación para la Eurocopa de Portugal, navegaba completamente a la deriva.

Sin apenas margen para medir las pulsaciones al equipo tocaba enfrentarse al Deportivo y Hristo aprovechó para sacar a pasear su descontrolada lengua. La victoria sobre los coruñeses daría pie al conocido como “efecto Stoichkov”, muy popular durante unos días en la prensa del momento. Fue un triunfo gris aunque esperanzador de un equipo que se había mostrado completamente incapaz de sacar adelante sus partidos como local. La idea pasaba por inyectar un chute de adrenalina que provocase una reacción en el equipo, sin pretender grandes revoluciones en cuanto a filosofía o esquema de juego. Y en esa línea transcurrió el partido contra el eterno rival, desarrollando un fútbol pobre pero ganando gracias a una dosis extra de testiculina que permitió sumar tres puntos prometedores. El primer objetivo se había cumplido y únicamente faltaba darle continuidad.

El partido se desarrolló cual vagón deslizándose a través de una montaña rusa

Cierto es que jamás se confió en Hristo como experto en conocimientos tácticos, pese a lo cual el búlgaro trató de llevar a cabo alguna que otra innovación como fue el trivote Pablo García-Oubiña-Iriney que presentaría semanas más tarde en Villarreal. El equipo se resquebrajaba con demasiada facilidad y necesitaba la adición de algún tipo de cemento que rellenase las grietas. No funcionó. Tras la victoria sobre el Deportivo la realidad volvía a azotar al equipo celeste y encadenaba una serie ininterrumpida de cinco derrotas, las dos últimas frente a rivales directos como Levante y Real Sociedad. Nadie hablaba ya de “efecto Stoichkov” y solo un milagro podría mantener al Celta en primera.

Quedaban apenas tres partidos por delante y el zurdo de Plovdiv no perdió la ocasión para despacharse a gusto. El editorial de Hristo en las páginas de El Mundo Deportivo del día 22 de mayo de aquel año no tiene desperdicio, mencionando términos como “falta de compromiso” o “ridículo” y apelando directamente a “poner cojones en el campo” como receta infalible para lograr la permanencia. Pese al caldeado ambiente se consiguió una reacción postrera. La victoria ante el Betis con gol de Baiano sobre la bocina y un sorprendente triunfo en el Calderón otorgaban una posibilidad de salvación de cara a la última jornada.

Una final a tres bandas

En estas llegaba el Getafe de Bernd Schuster. Los azulones tenían entre ceja y ceja la final de la Copa del Rey y, sin nada en juego en la liga, reservaban a varios titulares. Pero el Celta no dependía de sí mismo. Necesitaba la victoria y que, además, Betis o Athletic no lograsen vencer a Racing y Levante, que poco o nada se jugaban. Carambola imposible.

Alineación del Celta frente al Getafe en 2007

Pese a todo, bastante tenían los de Vigo con ganar su partido ya que las bajas asolaban al equipo. Baiano sancionado, Iriney lesionado y Contreras, Pablo García y Canobbio por acudir a la llamada de sus selecciones para la Copa América no podían ser de la partida. Hristo volvió a dejar muestras de su incontinencia verbal en la rueda de prensa previa al choque cargando contra Blatter por este motivo, no sin cierta dosis de razón. Que la concentración previa a una Copa América se solapase con una jornada final de liga no parece de recibo.

El partido se desarrolló cual vagón deslizándose a través de una montaña rusa, a imagen y semejanza del resto de la temporada. Los nervios y la precipitación bloquearon a los celestes en un inicio en que el Getafe controlaba el partido y disponía de las mejores oportunidades para anotar. En el minuto 26 los azulones cobraban ventaja tras aprovechar Redondo un rechace en el área de Pinto pero lo cierto es que el equipo de Schuster ya había avisado en un par de ocasiones. Inmediatamente Nené tuvo el empate en sus botas pero serían nuevamente los visitantes los que perdonasen el 0-2 tras dos llegadas muy peligrosas. El Getafe se mostraba superior a un Celta nervioso e inseguro en su línea de zagueros.

Habib Bamogo celebrando un gol (Foto: fameceleste)

El gol del empate se gestaría tras un rápido contragolpe, definiendo Habib Bamogo con acierto ante Luis García y logrando su segundo y último gol con la elástica celeste. El Getafe protestó una caída de Licht previa al inicio de la jugada pero la igualada subía al marcador antes del intermedio. Afortunadamente, tras los primeros 45 minutos ni Betis ni Athletic habían podido anotar por lo que la salvación continuaba al alcance de la mano.

Quien mal anda mal acaba

A la vuelta de vestuarios caería el primer jarro de agua fría procedente de San Mamés. Los locales se adelantaban ante el Levante y ya no sufrirían más en un partido sobre el que siempre ha planeado la sospecha de amaño tras hacerse pública la grabación en la que se recogía una conversación entre Iñaki Descarga y Julio Romero, presidente del conjunto valenciano.

Hristo Stoichkov probaría suerte entrenando en Sudáfrica

Mientras, en Balaídos el partido se transformaba en un choque de ida y vuelta en el que ambos conjuntos pudieron marcar. Sería, no obstante, Matías Lequi quien lograría el tanto que dejaba momentáneamente en Primera al Celta a costa de un Betis que parecía incapaz de batir la portería del Racing. Restaban 25 minutos y solo quedaba aguantar y rezar. Pero haciendo bueno el dicho de que la peor cuña es la de la misma madera sería un ex-céltico, Edu, el que enviaría a los celestes a la División de Plata. Dos goles en el tramo final del partido en El Sardinero confirmaban los peores presagios en Vigo.

Salida por la puerta de atrás

El Celta y Hristo Stoichkov se iban al pozo y lo hacían de la mano, ya que el técnico búlgaro iniciaría la temporada siguiente con la intención de renovar el equipo y recuperar la categoría perdida. Nada más lejos de la realidad. Los Vitolo, Quincy, Okkas, Agus, Rosada, Peña, Manchev o Adrián González pasaron sin pena ni gloria por Vigo. También unos jóvenes Mario Suárez y Diego Costa participaron en el circo de altas y bajas de aquella temporada, sin opciones para brillar en un equipo sin forma definida. Apenas transcurridas siete jornadas Hristo sería destituido, cediendo su puesto a Juan Ramón López Caro, que ni mucho menos sería el último técnico que pasaría por el banquillo de Balaídos en aquella temporada. En junio de 2008 el equipo vigués se acogía a la Ley Concursal iniciando una nueva era en la que el protagonismo de la cantera se incrementaría paulatinamente hasta conformar un bloque que lograría el ascenso en 2012.

Hristo en su presentación como técnico del Litex Lovech (Foto: BGNES)

Por su parte Hristo Stoichkov probaría suerte entrenando en Sudáfrica –Mamelodi Sundowns– antes de retornar a Bulgaria para dirigir al Litex Lovech durante una temporada. Su última y más reciente experiencia data de 2013 cuando tras fichar por el CSKA de Sofía decidió renunciar al cargo tan solo un mes más tarde, al sentirse engañado por los directivos del equipo de la capital. No parece que su carrera como técnico le vaya a reportar éxitos parecidos a los vividos en su etapa de futbolista en activo. Al menos en Balaídos no se le echa de menos.