Baltazar llegó a Vigo en 1985 con 26 años recién cumplidos para jugar en Primera División tras el enésimo ascenso celeste. Su olfato goleador se había desbocado entre 1978 y 1982 con el Gremio, lo que le sirvió para probar fortuna en Palmeiras, Flamengo y Botafogo, equipos en los que no acabaría de triunfar. Un único tanto a lo largo de 18 partidos en la temporada 84-85 provocó que el Botafogo lo vendiese al Celta por 13 millones de pesetas. Y, manteniendo la línea de sus últimos ejercicios, su primera temporada en la ciudad olívica no deparó grandes éxitos. Un balance de 6 goles y un calamitoso descenso enviaron a Baltazar y al resto del equipo de nuevo a la Segunda División, en donde se haría cargo del equipo el británico Colin Addison. A partir de ahí las cosas cambiarían para el brasileño, que estuvo muy cerca de abandonar el Celta en aquel verano.

Instinto y fe

Baltazar se caracterizaba especialmente por su instinto goleador. No destacaba por su creatividad colectiva ni por una excesiva fantasía en sus remates pero sí tenía ese don que le permitía revolverse en un palmo de terreno y escoger la mejor opción para chutar con cualquiera de sus dos piernas a la velocidad del rayo. Además poseía una gran intuición para el desmarque de ruptura, con extraordinaria capacidad para leer los pases de sus compañeros. La mayor parte de sus goles llegaban a partir de disparos colocados aunque sus remates de cabeza también creaban mucho peligro. Ese perfil un tanto alejado del fútbol samba le penalizó de cara a su participación en la Canarinha. Comprensible en la segunda mitad de los 80 – Careca, Bebeto, Romario– pero no tanto en la primera, en la que sus cualidades podrían haber complementado a la extraordinaria selección que llevó Tele Santana al mundial 82 mejor de lo que lo hizo el gris Serginho.

Foto: halacelta.com

Siempre presumió de su condición de Artilheiro de Deus, haciendo referencia a su fe cristiana cada vez que se le presentaba una oportunidad. Una fe que se puso a prueba a principios de 1987 cuando fallecía el guardameta del Málaga José Antonio Gallardo a causa de una hemorragia cerebral originada en un choque fortuito con el delantero brasileño. El partido se había disputado en Balaídos justo antes de las fiestas navideñas de 1986. Una verdadera tragedia que ha acompañado a Baltazar desde entonces y durante todos los días de su vida.

La temporada del play-off

En aquella temporada, la 86-87, se iba a vivir un curioso experimento en la División de Plata, con una liga regular de 34 jornadas seguida de un inédito play-off. Los doce primeros clasificados se repartirían en dos grupos en función de si su puesto al finalizar la liga regular había sido par o impar, manteniendo los puntos acumulados hasta ese momento. Al final, los campeones de los grupos par e impar lograrían el ascenso, así como el mejor segundo. Un sistema que ni siquiera se le ocurriría a las mentes que actualmente dirigen ligas como la belga, dotada de un complicado entramado de partidos para decidir las posiciones definitivas una vez finalizada la fase regular.

Baltazar se proclamaría Pichichi de la máxima categoría con 35 tantos

El Celta había finalizado las 34 jornadas iniciales en cuarta posición, mientras que el Deportivo también accedía al grupo par gracias a su segundo puesto, solo superado por el líder Valencia. En ese momento 3 puntos separaban a los dos equipos gallegos, distancia razonablemente importante en una liga en la que el triunfo se premiaba con dos unidades. Baltazar había anotado 26 tantos, incluidos sendos hat-trick ante Hércules y Barcelona Atlético y anotando por partida doble hasta en siete ocasiones. Por delante quedaban 10 partidos y tocaría afrontar el derbi gallego en las jornadas tercera y octava del calendario, primero en Balaídos y después en Riazor. Durante los meses anteriores ya se habían vivido dos derbis, ganando el Deportivo por 3-0 en Riazor y cayendo posteriormente por 2-0 en el municipal vigués.

Doble enfrentamiento para decidir un ascenso

Alineación del Celta el 3 de mayo de 1987

El día 3 de mayo llegaban a Balaídos los coruñeses, quienes en aquella temporada contaban con Eusebio Ríos como técnico. La distancia en la tabla se había recortado a dos puntos por lo que una victoria del Celta le colocaría a la par del eterno rival. Un joven Juan Manuel Brito Arceo dirigía la contienda, que comenzó del mejor modo posible para los locales. No había transcurrido ni medio minuto cuando Arteaga servía un balón al debutante Barboza, quien anotaba el 1-0. El uruguayo, recientemente fallecido a los 50 años de edad, había llegado de manera urgente para suplir a Pichi Lucas – lesionado hasta final de temporada– y lo hacía de manera brillante. El Deportivo intentó entonces asumir el mando del partido pero el Celta ponía las oportunidades, perdonando el segundo tanto en varias ocasiones. En la segunda parte llegaría la decisiva intervención del Pichichi céltico, consiguiendo su octavo doblete del curso. Primero con una excelente jugada personal y después aprovechando una indecisión entre el zaguero Richard y el guardameta Jorge, Baltazar ponía tierra de por medio y certificaba una contundente victoria.

Eusebio Ríos, técnico del Deportivo en 1987 (Foto: lavozdegalicia.es)

El partido se distinguió por su carácter de guante blanco, al contrario de lo que sucedería en el choque de vuelta disputado en Riazor. Allí el Celta volvió a ganar gracias a un gol de penalti de Baltazar en un partido tristemente recordado por los serios incidentes que implicaron a ambas aficiones, con un total de 26 heridos. Un polémico derribo sobre Alvelo fuera del área coruñesa fue decretado como pena máxima por Manuel Díaz Vega y acabaría por decidir una crucial victoria camino de Primera. El Celta se quedaba a un paso y el Deportivo prácticamente decía adiós.

Los de Vigo acabarían jugándose el ascenso en Las Llanas ante el Sestao de Jabo Irureta, arrancando un empate sin goles que le convertía en campeón del grupo par, con el consiguiente salto a la máxima categoría. Valencia y Logroñés acompañaban a los celestes a Primera desde el grupo impar. Baltazar totalizaba 34 goles en la que fue su mejor temporada vestido de celeste.

En la temporada 87-88 Baltazar apenas podría disputar 16 partidos, impedido por unos problemas en el pubis que le llevaron a pasar por el quirófano y a perderse más de media temporada. Pese a todo el Celta completó una excelente campaña finalizando en el séptimo puesto y Baltazar conseguía la nada despreciable cifra de 7 goles.

Pichichi antes del ocaso

El Celta intentó retener al brasileño pero este se había comprometido con el Atlético de Madrid, que desembolsó unos 70 millones de pesetas para hacerse con sus servicios. Una cifra modesta teniendo en cuenta que Jesús Gil invirtió en aquel verano 135 millones para fichar al mexicano Luis García o 75 para contratar a Orejuela. Baltazar se proclamaría Pichichi de la máxima categoría con 35 tantos, lo que le valió la Bota de Bronce en una temporada espectacular. Encontraría en la capital de España un gran apoyo en Donato Gama de Silva, con el que compartía su devoción por el Cristianismo. Su gran momento de forma le sirvió también para formar parte de la convocatoria de la selección brasileña que ganaría la Copa América de 1989.

A partir de ese verano iniciaría su declive, perdiendo la titularidad en el Atlético tras la llegada de Javier Clemente y abandonando el club madrileño en octubre de 1990 para ceder su sitio a Bernd Schuster, dada la limitación de jugadores extranjeros en las plantillas. Jugaría posteriormente en el Porto, Rennes y Goiás antes de cerrar su carrera con 37 años en el Kyoto Purple Sanga japonés, equipo en el que viviría una segunda juventud, anotando 28 tantos en 30 encuentros.

En la actualidad Baltazar se dedica a representar futbolistas y a predicar la Biblia, manteniendo inquebrantable su fe cristiana. En Vigo siempre será recordado como un grandísimo delantero centro que permitió al Celta consumar un complicado ascenso a costa del eterno rival. El Deportivo, como consecuencia de sus goles en el play-off, se veía condenado a jugar en Segunda División durante cuatro temporadas más, hasta lograr el ansiado retorno a Primera en 1991. La calidad y la capacidad goleadora del nueve brasileño permanecerán en el recuerdo de cualquiera que siguiera al irregular Celta de los 80. Para siempre, Baltazar María de Morais Junior, artilheiro de Deus.