Nacido en Begoña, como futbolista –igual que como técnico– se granjeó amores y odios a partes iguales. José Francisco Rojo, más conocido entonces como Rojo I –para diferenciarlo de su hermano Rojo II, de nombre José Ángel- fue dueño de la banda izquierda del Athletic durante la década de los 70. Cuentan que lucía un perfil exquisito aunque anárquico, motivo por el que no solo recibía aplausos. Jugó en muchas ocasiones como extremo aunque la demarcación en la que se sentía más a gusto era la de interior zurdo. En Bilbao coincidiría durante un par de temporadas con Milorad Pavic, quien llevó a los Leones a ganar la Copa del Generalísimo de 1974 y que años más tarde entrenaría al Celta.

Como técnico inició su trayectoria en 1986 dirigiendo al filial del Athletic, aguardando pacientemente a que surgiese una oportunidad para entrenar al primer equipo. El momento llegaría con el cese de Howard Kendall, en 1989. Txetxu se hizo cargo de los Leones durante un ejercicio, con escasa suerte.

Txetxu al rescate

A principios de 1991 surgió la posibilidad de firmar un contrato con el Celta. El club olívico había descendido en la campaña anterior y se marcó el objetivo de volver a la máxima categoría lo antes posible. José María Maguregui no consiguió en ningún momento encontrar el rumbo que exigía el proyecto, produciéndose su cese tras las fiestas navideñas a consecuencia de los pésimos resultados acumulados. Llegaba entonces Txetxu para enderezar el rumbo de una nave que se dirigía en línea recta hacia las rocas de la Segunda División B.

Alineación del Celta ante el Eibar (10/02/1991)

Uno de los primeros encuentros del técnico vizcaíno en Balaídos tuvo lugar frente al Eibar. Corría el 10 de febrero de 1991 y el equipo, tras cuatro jornadas bajo las órdenes de Rojo, había recuperado tres puestos en la clasificación situándose undécimo. Por su parte el conjunto armero contaba con un plantel de jugadores locales de perfil modestísimo y peleaba, fiel a su tradición, por la permanencia. La decimotercera plaza que ocupaba en la tabla clasificatoria se consideraba un magnífico resultado que con gusto firmarían de cara al final de la temporada. José Ignacio Garmendia y José María Luluaga se pueden considerar buenos ejemplos de lo que predicaba aquel equipo humilde y esforzado. Precisamente Garmendia, arquero más conocido en Eibar como El Carnicero, había sido noticia un par de años antes por marcar un gol al Pontevedra desde su propia portería.

No fue aquel un bloque que se caracterizase por la brillantez de su fútbol pero sí enamoraba por su tenacidad y espíritu solidario

El partido no se caracterizó por la espectacularidad. Dos equipos centrados en imponerse en cada centímetro del campo ofrecieron un duelo intenso y de corte fundamentalmente viril. Con todo, el protagonismo se lo llevó Pajares Paz, trencilla de turno. Una entrada limpia de Mandiá a Barriola en el área céltica fue decretada como pena máxima, que transformaba Luluaga. Había transcurrido media hora de juego y el partido se complicaba para los intereses celestes. El Celta dominaba pero no encontraba el camino hacia la portería de Garmendia. Hubo que esperar al minuto 56 para que nuevamente Pajares Paz diese un giro al partido, señalando otro inexistente penalti, esta vez en área armera. Fabiano Soares se encargaba de colocar el empate en el electrónico de Balaídos, abriendo un nuevo escenario para la última media hora de partido. En un encuentro con pocas ocasiones de gol, el desequilibrio llegaría a solo cinco minutos del final cuando Salvador Mejías batía de fuerte disparo al guardameta eibarrés. El Celta no maravillaba con su fútbol pero al menos su nuevo técnico le había dotado de una ilusión y un espíritu de lucha que servían para sumar puntos en la Segunda División, algo que se había echado de menos en la etapa final de Maguregui.

Fueron aquellos unos meses complicados para Txetxu Rojo, que conseguiría mantener al equipo en la categoría con apenas dos puntos de margen sobre la zona de descenso. El Eibar también lograría salvarse, finalizando en una excelente décima posición, con un punto más que los vigueses.

El triunfo de unos valores

Foto durante su etapa en el Celta (Foto: lavozdegalicia.es)

Mucho mejor irían las cosas en la campaña siguiente, cuando el técnico de Begoña participó desde el principio en la planificación del equipo. La llegada de Gudelj y Salillas revitalizó una delantera necesitada de goleadores. Decisiones como la de otorgar la titularidad a Patxi Villanueva en detrimento de Javier Maté delataban la personalidad de Txetxu, quien podía equivocarse pero jamás se traicionaba a sí mismo. El equipo firmó una temporada tremendamente sólida consiguiendo un trabajado ascenso y superando en la tabla a Rayo, Figueres y Betis, rivales con los que se luchó codo con codo durante todo el ejercicio. La victoria por 4-0 sobre el Sestao en Balaídos puso el colofón a un sensacional trabajo.

De cara al retorno a Primera se realizaron fichajes modestos pero interesantes. Ignacio Núñez presidía el club por lo que todavía no había llegado la época de Horacio Gómez y sus grandes desembolsos. Santi Cañizares, Patxi Salinas, Alejo Indias, Vicente Engonga, Tito Vilanova, Miloš Bursaç, Milorad Ratkovic y Salva fueron apuestas que se adaptaban a la economía celeste y que en la mayor parte de los casos rindieron a buen nivel. Se buscaba una amalgama entre gente con proyección y otra con experiencia en la Primera División.

Foto reciente

El Celta únicamente se situaría en puestos de descenso tras su derrota en Riazor en la primera jornada de liga. A partir de ahí una enorme solidez defensiva y un aprovechamiento extremo de los escasos goles anotados permitió al equipo moverse durante todo el año con un cierto colchón sobre las cuatro últimas plazas. No fue aquel un bloque que se caracterizase por la brillantez de su fútbol pero sí enamoraba por su tenacidad y espíritu solidario. Era un Celta que se asemejaba a un paisaje agreste, con un acabado rústico pero con una belleza profunda y sincera. Probablemente el partido en el que recibieron al Dream Team de Johan Cruyff, muy cerca de finalizar la campaña, constituyó el mejor ejemplo de los valores que transmitía aquel grupo humano. Ayudas permanentes al compañero, concentración defensiva y rápidas salidas a la contra se revelaron como armas capaces de aportar competitividad a un conjunto de futbolistas con innegables limitaciones técnicas. Cualquiera que visualice al completo el choque puede reconocer las señas de identidad que imprimió Txetxu Rojo y el fenomenal trabajo que desarrolló en Vigo. La victoria lograda frente a los culés supuso el impulso definitivo para lograr una más que merecida permanencia.

A un trago de la Copa

Foto: pinterest.com

En el verano de 1993 el club buscó una continuidad en el bloque, al que se acoplaron Rafa Berges, Stjepan Andrijasevic y Sebastián Losada como principales novedades. El equipo sufrió más que en la temporada anterior llegando a la última jornada con opciones de caer a zona de promoción de descenso. Un vergonzoso 'no partido' disputado en Pucela permitió a vigueses y vallisoletanos cumplir con sus objetivos, sin el más mínimo atisbo de atacar al rival por ninguna de las dos partes.

Mucho más emotivo resultaría el paso por la Copa del Rey, competición en la que el Celta se quedó muy cerca del título. Todos los goles que no se conseguía convertir en el día a día liguero parecían fluir a borbotones en la competición del KO, en la que se vapuleó a equipos como Oviedo o Tenerife. Txetxu y su plantilla no pudieron hacerse con el título tras una agónica tanda de penaltis en el Calderón. Dramáticas e inolvidables las imágenes del técnico vasco en el banquillo cruzando los dedos. No pudo ser y finalmente la Copa viajaba a Zaragoza.

El fin de una época

Fue el final de la relación entre el técnico de Begoña y el club olívico. Su marcha coincidió con la despedida de futbolistas clave en su proyecto, como Cañizares, Otero o Engonga. Tras cuatro años inolvidables Txetxu partía para entrenar al recién descendido Osasuna, equipo al que no lograría devolver a Primera. Lleida, Salamanca, Zaragoza – en dos etapas– , Athletic y Rayo Vallecano completan su currículum como técnico.

Aunque el gusanillo del fútbol no ha dejado de picarle parece altamente improbable que algún día vuelva a dirigir a un club de primer nivel. Recientemente participó en la despedida de San Mamés como seleccionador vizcaíno junto con Iñaki Sáez, mostrando su inquebrantable amor a los colores rojiblancos. Quien haya tenido la oportunidad de seguir con detalle a su Celta no tendrá más remedio que reconocer el gran trabajo y la enorme implicación de Txetxu para consolidar al equipo en la máxima categoría. Su estilo tanto futbolístico como verbal podría gustar más o menos – su tendencia a 'llorar' en las ruedas de prensa le penalizaba– pero la evidencia dice que los mimbres de los que disponía no permitían aspirar a mucho más. Eso sí, la etapa de 'vacas gordas' que iba a llegar pocos años más tarde no habría sido posible sin la labor de José Francisco Rojo, quien en Balaídos y en toda España siempre será recordado como Txetxu.