Cuando se inició la temporada 1929-1930, la primera en la que se disputó un campeonato liguero a nivel nacional, al Celta le correspondía jugar en Primera División por herencia del subcampeonato copero conquistado por el Vigo Sporting en 1908. Sin embargo los votos en contra de varios clubes obligaron a partir desde la División de Plata. Una caída a Tercera seguida del inmediato retorno a Segunda precedieron al gran objetivo. Para el Celta no existía otra meta a mediados de los años 30 que lograr el ascenso a la máxima categoría. Un equipo con apenas diez años de historia y que había surgido como resultado de la fusión de otros dos clubes buscaba su sitio entre los grandes.

El asalto a Primera

Toro con la elástica celeste (Foto: yojugueenelcelta.com)

En aquellos tiempos dar el salto de categoría implicaba conseguir una de las dos primeras plazas en el correspondiente grupo de la Segunda División para después disputar una liguilla frente a los otros cinco equipos clasificados. En un hexagonal final – similar al que se disputa en la CONCACAF para buscar el pase a la fase final del mundial– se exigía conseguir una de las dos primeras plazas. Y en 1935 el Celta terminó tercero. Una vez más tocaba ver los toros desde la barrera. Aunque pudo ser peor, el club afrontó una grave crisis económica que no desembocó en su desaparición gracias a la generosidad de varios futbolistas, quienes renunciaron a su salario para salvar al Celta. Otros tiempos y otros valores.

A principios de aquella temporada se había incorporado al equipo un extremo izquierdo de 24 años de edad. Manuel González Toro, vigués de nacimiento, rápidamente se haría con un hueco en un equipo en el que compartía delantera con otros ilustres históricos como Venancio, Nolete o Machicha. Toro destacaba por su perfil fino e incisivo, anotando pocos goles pero importantes y sirviendo buenas asistencias a sus compañeros, especialmente a Nolete.

Balaídos estalló tras el 5-0 sobre el Xerez (Foto: fameceleste.blogspot.com)

En la temporada 1935-1936 el Celta incorporaba a su delantera a Agustín, proclamándose campeón del grupo primero de la Segunda División. Nuevamente había que afrontar la liguilla hexagonal, en la que los rivales para pelear por el ascenso eran Murcia, Girona, Arenas de Getxo, Xerez y Zaragoza. En esta ocasión el sueño se iba a hacer realidad y el Celta conseguía por primera vez en su historia un lugar entre los mejores. Sucedió el 19 de abril de 1936 tras derrotar en Balaídos por 5-0 al Xerez. Toro formó parte de aquella histórica alineación e incluso anotó el segundo tanto, tras recibir un pase largo de Vega, internarse en el área y disparar cruzado. Su peligrosidad quedó patente a lo largo de toda la liguilla, luciendo en ocasiones un llamativo vendaje en la cabeza. No iba a ser aquella su única diana en una fase de ascenso en la que el Celta logró seis victorias y un empate que le situaron finalmente en la primera posición. Balaídos vivía una gran fiesta que pronto iba a quedar en un segundo plano.

El fútbol vuelve tras la guerra

Apenas tres meses más tarde estallaba la Guerra Civil, paralizándose las competiciones futbolísticas. Toro, como tantos otros, debió acudir al frente, en su caso como sargento de complemento en Guadalajara. Cuando regresó a Vigo se negó a participar en un fusilamiento, librándose de las represalias gracias a su condición de jugador del Celta.

Toro fue durante aquella tarde de Nochevieja el indiscutible protagonista del encuentro

Tras la Guerra Civil su pase al Valencia estaba hecho. Cuenta la leyenda que cuando Toro se vio en el vestuario ché le invadió la morriña y pidió al presidente que le permitiese volver a su tierra. Luis Casanova, en un alarde de generosidad, le concedió el deseo y Cesáreo González, productor cinematográfico y gran celtista, facilitó su reingreso en el club celeste.

Delantera de los 'stuka' (Foto: palanganas.com)

Cuando en 1939 se reanudó la competición en el Celta se podían apreciar muchos rostros nuevos aunque seguían Venancio, Machicha, Agustín, Nolete y Toro. También continuaba el técnico que había hecho posible el ascenso, Ricardo Comesaña. Cuatro derrotas en otros tantos partidos convertían el estreno en la máxima categoría en una especie de dulce pesadilla. El día de fin de año tocaba visitar Nervión, por aquel entonces los futbolistas no disfrutaban de vacaciones en las fiestas navideñas. El Sevilla, segundo en la tabla, había vencido en Chamartín y goleado por 8-2 al Racing de Santander. Pocos meses antes había conquistado la primera Copa del Generalísimo, competición cuya final se disputó 83 días después de finalizada la Guerra Civil. Era el Sevilla de la delantera de los 'stuka', formada por López, Raimundo, Pepillo, Campanal y Berrocal. No parecía el mejor momento para sacar algo positivo de la capital hispalense.

Un Toro suelto por Nervión

Alineación del Celta en Nervión (31/12/1939)

Curiosamente el Celta se encontró enfrente a un rival parsimonioso y confiado, seguro de que ganaría el partido sin esfuerzo. Toro fue durante aquella tarde de Nochevieja el indiscutible protagonista del encuentro, destrozando literalmente al equipo andaluz. Al cuarto de hora un avance suyo culminó con un servicio perfecto para que empalmase Chicha II a la red. Tan solo tres minutos después y ante el desconcierto del equipo local un nuevo balón centrado por Toro encontraba la cabeza de Machicha, que convertía el segundo. De ahí al descanso el Celta no tuvo problemas para controlar el partido ante un rival que no reaccionaba.

Se iniciaba el período complementario y lo hacía de la misma forma que la primera mitad, con un gol visitante. De nuevo Toro se escapaba por banda izquierda y enviaba un disparo cruzado que batía a Guillamón, guardameta sevillista. Los locales, en un amago de reacción, consiguieron el gol del honor por mediación de Campanal. Apenas cuatro minutos les duró la alegría, ya que Chicha II iba a convertir el cuarto para los celestes en el minuto 62. La lesión del defensor Cayuso terminó por hundir a un Sevilla que, al igual que su público, no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Aquel 1-4 supuso la primera victoria lograda por el Celta en la máxima categoría en toda su historia y la más amplia conseguida nunca en territorio sevillista. Sucedió en la Nochevieja de hace 75 años.

El Celta lograría salvarse de la quema al vencer al Deportivo en un agónico partido de promoción disputado en Chamartín. Allí, Toro volvía a erigirse como protagonista al servir una asistencia para que Nolete convirtiese el gol que dejaba al club vigués en Primera. El Sevilla, pese al tropiezo, terminaría jugándose el título de liga en la última jornada, en la que no pasó del empate ante el Hércules. Los de Nervión finalizaban la temporada como subcampeones, solo superados por el Atlético Aviación.

Cambio de aires

Foto: yojugueenelcelta.com

Toro continuó en el Celta durante una temporada más, en la que la llegada de los canarios le fue cerrando puertas paulatinamente. Durante la temporada 1940-41 solo completaría 11 partidos de liga, lo que le animó a cambiar de aires. Ferrol fue su nuevo destino, una ciudad en la que se ganaría la vida en el departamento de contabilidad de los astilleros de Bazán. Su gran amigo y consejero Cesáreo González, fundador de Suevia Films, lo nombraría delegado de la productora para la provincia de A Coruña. Finalizaba así su historia con el Celta. Desde entonces vivió lejos del mundo del fútbol, falleciendo en la década de los 80.

Sumergirse en los convulsos años 30 de vez en cuando puede resultar gratificante. En una época en la que los campos se convertían en barrizales, las botas de fútbol se conocían como borceguíes y los balones parecían piedras macizas, los futbolistas sobrevivían y se ganaban la vida como buenamente podían. Fe de ello puede dar Manuel González Toro, gran extremo que protagonizó el ansiado ascenso a Primera en 1936 y destrozó al Sevilla de los 'stuka'.

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Sobre el autor
José Luis Rodríguez Sánchez
Soy farmacéutico hospitalario