Nacido en Curitiba en 1964, Amarildo inició su carrera como juvenil en el Pinheiros FC, equipo de la población del mismo nombre y que pertenece al estado de Espírito Santo. Allí se quedó durante dos años en los que forjó su personalidad futbolística. Amarildo fue un delantero centro clásico, con verdadera pasión por el gol aunque sin destacar por una gran habilidad. Lo suyo era pelear con los centrales y ya por entonces —a principios de los años 80— sufrió una importante contusión en el riñón izquierdo al chocar con un guardameta rival. Su valentía y su hambre de gol le invitaban a disputar cualquier balón por complicado que pareciese y, afortunadamente, se pudo recuperar de aquel lance sin mayores consecuencias. De potente remate con la derecha, disfrutaba si disponía de compañeros que le sirviesen buenos centros que le permitiesen imponerse por alto.

En 1983 inició su carrera profesional en el Toledo Paranaense, pasando por diversos equipos brasileños hasta su incorporación en 1986 al Internacional de Porto Alegre. Allí se dio a conocer durante dos excelentes temporadas en las que explotó definitivamente como goleador. Se le recuerda especialmente por marcar un gol al Cruzeiro en la semifinal de la Copa União de 1987, que sirvió a Internacional para disputar la final ante el Flamengo de Bebeto y Zico. Durante los años anteriores a cruzar el charco el estilo bravo e impetuoso de Amarildo le costó tres fracturas de tabique nasal y la pérdida de otros tantos dientes. Especialista en balones aéreos, pagó un alto precio en forma de lesiones.

Llegada a Vigo

Amarildo con Baltazar en 1987 (Foto: futebolbagual.blogspot.com)

Precisamente en agosto de 1987 el Inter de Porto Alegre acudió a la ciudad olívica para disputar el Trofeo Ciudad de Vigo. Amarildo aprovechó ya entonces para sembrar una semilla en Balaídos cuando marcó un gol en la victoria de los brasileños sobre el Celta de Baltazar por 2-1. Un año más tarde recogería los frutos cuando José Luis Rivadulla decidió fichar al tanque de Curitiba desembolsando 60 millones de pesetas. La apuesta parecía arriesgada tras el fenomenal rendimiento del artilheiro de Deus. Amarildo, al igual que Baltazar, también estaba considerado como un atleta de Cristo y venía precedido de buenas referencias, especialmente de su etapa anterior en el Internacional.

Lo cierto es que su integración en el equipo fue tan rápida como eficaz. En la segunda jornada anotó su primer doblete, batiendo la portería del Málaga en La Rosaleda. Demostró en Vigo una gran regularidad a la hora de ver puerta, pese a sufrir una sequía entre las jornadas 12 y 20 del campeonato. Al finalizar el torneo liguero acumuló 16 tantos, una muy buena cifra que sirvió al Celta para moverse por la zona media-alta de la tabla e incluso para soñar con clasificarse para la Copa de la UEFA.

Sorpresa en Balaídos

Once que derrotó al Real Madrid en abril de 1989

El 15 de abril de 1989 es una fecha tristemente recordada en el mundo del fútbol. Aquel día fallecieron casi 100 aficionados del Liverpool en la tragedia de Hillsborough, sin duda una de las jornadas más catastróficas en la historia del balompié. Curiosamente, aquel día también se vivió una jornada memorable en Balaídos. Llegaba el gran Real Madrid de la Quinta del Buitre, con el holandés Leo Beenhakker en el banquillo. Un equipo que presumía de tres títulos ligueros consecutivos y que se presentaba en el coliseo vigués con el cartel de invicto en 28 jornadas de liga. Un conjunto que no encontraba rival en España y que buscaba con ansia la Copa de Europa, competición en la que apenas cuatro días más tarde se iba a enfrentar al Milan de Arrigo Sacchi tras haber empatado a un gol en el partido de ida celebrado en el Santiago Bernabeu. Ni qué decir tiene que el encuentro de Balaídos se presentaba como un trámite para los blancos, acostumbrados —cual caballo de Atila— a arrasar cualquier terreno de juego que pisasen. Los de Vigo, dirigidos en aquella temporada por José Manuel Díaz Novoa, se encontraban inmersos en un pelotón de equipos que peleaban por la cuarta plaza y buscaban ante los blancos una improbable sorpresa.

Sus remates de cabeza y su contundencia de cara a la portería rival le convirtieron en referencia ofensiva

Lo cierto es que los celestes salieron como motos. Sin que se cumpliese el primer minuto de juego Atilano inició una jugada que continuó Vicente con una asistencia a Amarildo. El brasileño, que aquel día era consciente de que se encontraba en un escaparate único, batió a Paco Buyo de un potente disparo raso. Los 30.000 aficionados que se congregaron aquella noche en Balaídos estallaron de alegría. El Celta estaba ganando al intratable Real Madrid. Aquel gol, lejos de espolear a los de Beenhakker, no fue más que la antesala de un partido extraordinario por parte de los de celeste. La presión sobre los que aquel día vistieron de azul oscuro no dejó carburar a la máquina merengue y las ocasiones se sucedían sobre el portal de Paco Buyo. El arquero de Betanzos evitó el segundo tanto de Amarildo a los cinco minutos de juego pero no pudo hacer nada cuando a los 25 minutos Atilano colocaba un balón en la cabeza del brasileño y este —especialidad de la casa— lo enviaba a la red. La parroquia no daba crédito y el Real Madrid, herido en su orgullo, se fue hacia arriba buscando descontar antes del intermedio. No fue posible y el Celta se plantó en el descanso dominando en el juego y, sobre todo, en el marcador.

Amarildo protege la pelota ante Schuster (Foto: fameceleste.blogspot.com)

La segunda parte, lejos de alumbrar la reacción madridista, reforzó la idea de los celestes, que controlaron sin problemas gracias a la gran actuación de futbolistas como Maric, Julio Prieto o Nacho. Amarildo gozó de varias oportunidades para incrementar su cuenta, la más clara en el minuto 54. Solo ante Buyo, fue derribado por el guardameta gallego pero el árbitro Díaz Vega no apreció infracción. No gustó a la grada la actuación del colegiado asturiano, a quien se recriminó además que interrumpiese constantemente el juego cuando el Celta atacaba. Pese a ello la impotencia de los merengues hizo el resto y los dos puntos se quedaron en Balaídos.

Especialista en balones aéreos, pagó un alto precio en forma de lesiones

El equipo local se situaba cuarto en la tabla, con fundadas esperanzas de colarse en Europa. Sin embargo, solamente se iba a conseguir una victoria en las últimas diez jornadas, cayendo finalmente hasta la octava plaza. Una verdadera lástima tras haber completado tres cuartas partes de la temporada de manera brillante. Por su parte el Real Madrid recibió un aviso de lo que le esperaba en San Siro. Allí encajó la goleada más recordada y que supuso el principio del fin para un equipo histórico. Terminarían conquistando su cuarta liga consecutiva e incluso llegaría una quinta con Toshack en el banquillo pero la Copa de Europa siempre se le negó a la Quinta del Buitre. El Milan de Sacchi abofeteó sin piedad a los blancos y también se encargó de expulsarlos de Europa al año siguiente. Sin ninguna duda, se trata de uno de los traumas que siempre perseguirá al aficionado merengue.

En caída libre

En el Lazio (Foto: historiadelfutbolenimagenes.blogfree.net)

Amarildo cerró con éxito su temporada y el Celta lo traspasó por 250 millones de pesetas al Lazio. Una operación muy beneficiosa para las arcas gallegas pero que se iba a volver en contra de los celestes. En esta ocasión no se acertó con los fichajes, pese a probar suerte de nuevo en el mercado brasileño. Nilson Esidio y Mauricio no ofrecieron un buen nivel y el Celta cayó con estrépito a la Segunda División tras una nefasta temporada 1989-90. Balaídos no volvería a disfrutar de un gran delantero hasta la llegada de Vlado Gudelj en 1991.

En Italia las prestaciones del tanque de Curitiba no fueron las mismas. Sus ocho tantos con el Lazio no cubrieron las expectativas y fue traspasado al Cesena, con el que marcó apenas cinco goles en Serie A, consumándose el descenso de categoría. Tras su paso por la Serie B, Amarildo volvió a España en 1992 recalando en las filas del CD Logroñés, con el que únicamente pudo marcar un tanto en liga. El fichaje de Oleg Salenko en el mercado de invierno le cerró las puertas de la titularidad y su participación no pasó de anecdótica en las 16 últimas jornadas.

Foto: yojugueenelcelta.com

Tras un efímero paso por el Famaliçao portugués, Amarildo vivió sus últimos años como futbolista en activo en distintos clubes de Brasil hasta que se retiró —en 1998— en el Independente de Limeira. En esta misma localidad reside actualmente, con tres escuelas de fútbol a su cargo. Sus cuatro hijos nacieron en países diferentes —España, Italia, Portugal y Brasil— reflejando fielmente su trayectoria deportiva. No logró la internacionalidad con Brasil, quizá porque coincidió en el tiempo con grandísimos delanteros como Careca, Bebeto o Romario.

Su paso por Vigo fue corto pero exitoso. Por momentos hizo olvidar a Baltazar y consiguió convertirse en el gran estilete de aquel Celta que tan cerca estuvo de clasificarse para la Copa de la UEFA. Sus remates de cabeza y su contundencia de cara a la portería rival le convirtieron en referencia ofensiva, aunque solo fuese durante una temporada. Aunque si hay que quedarse con algo de Amarildo Souza do Amaral sería conveniente echar la vista a aquel negro 15 de abril de 1989, en el que sus dos goles al Real Madrid profetizaron la caída del Buitre y los suyos.