Nacido en Barcelona en 1901, Ricardo pronto se convirtió en un gran guardameta. Con 15 años pasó del Universitari al Espanyol, equipo en el que comenzó a despuntar. En 1919 fichó por el Barcelona en contra de la opinión de sus padres, quienes deseaban que su hijo se dedicase a la Medicina. Pero el joven catalán tenía otros planes para su vida y decidió que su destino iba a situarse bajo los palos. No fue mala decisión. Ganó tres campeonatos de Cataluña y dos Copas del Rey con el club culé, además de la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920.

Zamora, primero izquierda fila superior, con la selección olímpica que acudió a Amberes (Foto: martiperarnau.com)

Luego retornó al Espanyol, en el que se mantendría durante ocho temporadas, antes de fichar por el Real Madrid protagonizando un traspaso galáctico para la época. Nada menos que 150.000 pesetas tuvo que pagar el club de la capital en 1930 al Espanyol por el consagrado portero, quien pasó a cobrar un salario mensual de 3.000 pesetas. Cifras astronómicas por entonces aunque no incomprensibles dada la ya importante trayectoria del arquero barcelonés. Con el equipo merengue conquistó los dos primeros títulos de liga en la historia de los blancos, así como dos Copas del Rey. Participó en el mundial de 1934 celebrado en Italia, en el que logró colarse en el once ideal del campeonato. En 1938 concluyó su carrera como futbolista en activo en el Niza, tras su exilio durante la Guerra Civil. El Divino dejó un legado que todavía perdura, caso de las paradas con el codo —zamoranas—, la conocida muletilla “uno a cero y Zamora de portero” o el trofeo que se entrega desde 1959 en todas las temporadas al guardameta menos batido y que lleva su nombre.

Temporada histórica

Tras innumerables peripecias durante la Guerra Civil, Zamora regresó a la España franquista, donde comenzó su carrera como técnico en el Atlético Aviación. Con el equipo de la capital conquistó sus dos únicos títulos de liga en los banquillos en 1940 y 1941. Fueron siete las temporadas durante las que entrenó a los aviadores hasta que en 1946 decidió cambiar de aires. Su destino fue Vigo, donde le esperaba un Celta que se había salvado en la temporada anterior del descenso con un margen de apenas dos puntos.

La oportunidad para volver al banquillo del Celta surgió a finales de 1953

De su primera etapa en Galicia se recuerda especialmente la temporada 1947-48, en la que el equipo logró alcanzar la final de Copa y finalizó cuarto en la liga, la mejor clasificación alcanzada nunca. Fue aquel un gran año para Pahiño, Retamar y Hermidita de cara al gol y el Celta completó una temporada histórica, pese a que un enfado entre el técnico y Manuel Hermida dejó a este fuera de la final copera. Con zagueros como Alonso o Mesa y Miguel Muñoz en la medular, hubieron de pasar muchos años para encontrar un equipo celeste que alcanzase las cotas a las que llegó el Celta de 1948.

'El Divino' consuela a Miguel Muñoz tras perder la final de Copa en 1948 (Foto: fameceleste.blogspot.com)

Más discretas fueron, en cambio, las otras dos temporadas. En la 1946-47 no se pasó de la novena posición en liga —lejos, eso sí, del descenso— pese a alcanzar la meritoria ronda de cuartos de final en Copa, donde se cayó ante el Athletic. Más complicada resultó la campaña 1948-49, ya sin Pahiño, en la que se logró la permanencia con apenas un punto de ventaja sobre el Alcoyano. No resultó sencillo mantener al prestigioso técnico durante tres años en la ciudad olívica, con una durísima negociación en el verano de 1947 por parte del presidente Luis Iglesias, que finalmente logró la renovación de El Divino, quien en 1949 abandonaría el club con destino Málaga.

Continúa la segunda década dorada

En la capital de la Costa del Sol, Zamora se encontró con un equipo que debía pelear por la permanencia, objetivo en el que se centró durante dos campañas. En la primera de ellas lo consiguió —pese a sumar apenas 21 puntos— pero durante la segunda se consumó el descenso pese a dejar por debajo a tres equipos. Las 29 unidades acumuladas tras el campeonato no bastaron para evitar la liguilla de promoción, en la que se sucumbió ante Las Palmas y Zaragoza. Zamora se marchaba del club andaluz con pena y, tras una breve experiencia como seleccionador nacional en España y Venezuela, regresó a Vigo.

Grandísimo bajo palos, su carrera como técnico estuvo muy vinculada al Celta (Foto: blogs.20minutos.es)

La oportunidad para volver al banquillo del Celta surgió a finales de 1953, cuando tras una derrota por 3-4 ante el Valencia en Balaídos el entonces técnico celeste José Iragorri presentaba su dimisión. Los vigueses eran penúltimos en la clasificación y Zamora tomó las riendas del equipo, que tras unos primeros compromisos muy complicados, se colocó como colista. Sin embargo, a partir de la jornada 17 y coincidiendo con el fichaje del coruñés Carlos Torres el equipo comenzó una escalada que le llevaría a finalizar en el décimo lugar, libre de los puestos de promoción de descenso tras derrotar al Athletic por 4-2 en la última jornada de liga.

En 1938 concluyó su carrera como futbolista en activo en el Niza, tras su exilio durante la Guerra Civil

Las cosas iban a ir mejor en el ejercicio 1954-55, en el que los de la ciudad olívica iban a contar con tres grandes estiletes en ataque. Mauro, Pablo Olmedo y Carlos Torres aportaron 37 goles y el equipo vigués se mantuvo en zona tranquila durante toda la temporada. Fue aquel el año en el que el Celta recibió a un recién ascendido Málaga. Transcurrían las fiestas navideñas de 1954 y los celestes afrontaban la decimosexta jornada de liga instalados en una cómoda novena posición. El Málaga, tras un inicio de temporada aceptable, había caído hasta los últimos puestos de la tabla y llegaba a Balaídos con la necesidad de puntuar. Su técnico no era otro que Luis Casas Pasarín, un clásico de la casaca y el banquillo celeste.

Superioridad celeste

La primera mitad transcurrió entre la actitud exclusivamente defensiva del equipo visitante y las constantes imprecisiones del mediocampo vigués. La baja de Pablo Olmedo, lesionado, se notó a la hora de la elaboración y los de Vigo apenas enseñaron los dientes en ataque. El sustituto escogido por El Divino, Blas Artime —un habitual en mediocampo—, no se desenvolvió con demasiado acierto como interior. Únicamente dos latigazos de Mauro hicieron temblar la portería defendida por el arquero Vera durante los primeros 45 minutos. Sin embargo el marcador no se movió.

Formación que presentó Zamora contra el Málaga (26/12/1954)

Tras el descanso el planteamiento no cambió por ninguna de las dos partes aunque comenzó a aparecer Villar en la medular viguesa para aportar algo más de criterio en ataque. Poco tardó en llegar el fruto de la mejoría local y a los seis minutos de la reanudación Mauro convertía el primero de la tarde. El Málaga decidió entonces salir de la cueva y generó una buena oportunidad para igualar pero Villar se cruzó ante Juan y evitó que fusilase al guardameta Dauder. El Celta, que no renunciaba a ampliar la diferencia, dispuso de varias oportunidades para sentenciar el choque. Una sentencia que no llegaría hasta el minuto 81, cuando Eliseo resolvió una buena jugada de Carlos Torres con un duro disparo que acabó colándose en la portería andaluza. Mauro iba a redondear el marcador cinco minutos más tarde tras empalmar de zurda una buena asistencia del autor del segundo tanto. Muy buen partido el del ariete céltico, que sumaba dos tantos a su cuenta particular. El 3-0 final situaba al Celta séptimo en la tabla, posición que no podría mantener tras un mal final de temporada. Finalmente los de celeste terminaron undécimos, aunque con un estrecho margen de un punto sobre los puestos de promoción de descenso. Mucho peor le fue al Málaga, que pocos días después de perder en Vigo optó por un cambio en la dirección técnica del equipo que no resolvió sus problemas. Los andaluces terminaron últimos y regresaron por la vía rápida a la División de Plata.

Corazón periquito

Ricardo Zamora dejaba la ciudad olívica y volvía a Barcelona para dirigir al Espanyol en los que iban a ser sus últimos años como técnico. Sin embargo haría un breve paréntesis para intentar devolver al Celta a la máxima categoría en 1960. El equipo, tras un lamentable descenso en 1959, logró la segunda plaza en la División de Plata, la cual otorgaba el derecho a disputar la promoción de ascenso. Los vigueses, con una directiva que iba de despropósito en despropósito, habían accedido al play-off con Baltasar Albéniz en el banquillo. Aun con todo, unas fallidas gestiones de la directiva para fichar a Helenio Herrera provocaron su renuncia al cargo tras completarse la jornada 30 del campeonato. Ricardo Zamora acudió al rescate, compartiendo el cargo con Yayo para afrontar una eliminatoria frente al Real Valladolid. Las cosas no fueron bien y, tras un empate a dos goles en Balaídos, el Celta cayó vapuleado en Pucela por 5-0. La ciudad olívica no viviría un partido en la máxima categoría hasta 1969, una vez superada la década oscura, y mientras tanto Ricardo Zamora regresaba a Barcelona. Allí entrenó de manera ocasional al Espanyol hasta 1962, año en que dejó definitivamente los banquillos.

El Divino continuó trabajando para el equipo periquito hasta su fallecimiento en el año 1978. Sobra decir que su faceta como guardameta ha destacado por encima de cualquier otra que haya podido desarrollar en relación con el balompié. Sin embargo, Ricardo Zamora también ha destacado por su largo vínculo con los banquillos de varios equipos de la máxima categoría nacional, entre ellos el Celta. Las inolvidables décadas de 1940 y 1950 le vieron dirigir al equipo en Balaídos, logrando hitos históricos. Su fichaje relámpago para intentar devolver al Celtiña a Primera en unas condiciones surrealistas tampoco debe caer en el olvido. Un hombre con su prestigio —y seguramente con no pocas ofertas encima de la mesa— debía de guardar un cariño especial al club celeste para asumir el reto de dirigirlo en tres ocasiones.