En los últimos años, el Rayo Vallecano, próximo rival del Celta, ha sido un rival difícil. Tirando de estadística, a lo largo de la historia la estadística muestra una balanza igualada: 52 partidos disputados entre ambos conjuntos, con 19 victorias para el Celta, 18 para el Rayo y un total de 15 empates. Números parejos que sin embargo habían cogido una clara dinámica favorable a los madrileños en los últimos años. El Celta no ganaba al Rayo en Primera desde la temporada 96-97, cuando los hombres — entrenados por aquel entonces por Fernando Santos — derrotaron a los Vallecanos por dos tantos a cero en Balaídos, con goles de Gudelj y de Revivo.

Tras la mencionada victoria, los celestes encadenaron un total de 13 partidos consecutivos sin conocer la victoria ante el club madrileño en Primera, racha tan solo interrumpida en la 2009-2010, con Eusebio Sacristán al frente de la nave celeste con goles de Cellerino y de Danilo (1-2) en Valllecas y de nuevo, como visitantes, la temporada siguiente, la primera con Paco Herrera como entrenador de los olívicos venciendo el Celta por un gol a tres, con un doblete del punta David Rodríguez y un gol en propia puerta del hoy jugador del Deportivo Alejandro Arribas. El modesto Rayito, la auténtica bestia negra de los celestes, que no habían conseguido puntuar ante ellos desde el retorno a Primera.

Sin embargo, la temporada pasada todo cambió. Corría la jornada 31 y el Celta recibía al Rayo en Balaídos en la decimosegunda posición, a tan solo dos de los puntos de los rayistas. En el partido de ida, los vallecanos se habían llevado los tres puntos tras derrotar por un gol a cero, al Celta que inició una nefasta racha de resultados que estuvieron cerca de costarle el puesto a Berizzo. Sin embargo, una vez reconducida la trayectoria del Celta en Liga, el partido ante los vallecanos aparecía en el horizonte como la última oportunidad de reengancharse a la lucha por Europa, en ese momento de la temporada, a nueve puntos de distancia.

La noche de Santi Mina

No había pasado un minuto desde que Clos Gómez pitara el inicio del encuentro y el Celta ya perdía 0-1. Manucho adelantaba al Rayo con un remate de cabeza que dejaba helado a Balaídos. El partido se había vendido como uno de los más atractivos para el espectador por la clara mentalidad de ambos conjuntos, y el Celta ya perdía al minuto. La bestia negra atacaba de nuevo. Una nueva derrota ante el Rayo. Adiós a la posibilidad de jugar en Europa, tocaba disputar el resto de la Liga sin ningún objetivo, sin posibilidades reales de alcanzar nada.

Pero no. El Celta reaccionó, viéndose los mejores minutos del equipo de Berizzo durante toda la temporada. Joaquín Larrivey puso las tablas en el minuto 5, y a partir de ese momento, el Rayo del elogiado Paco Jémez sufrió un vendaval imparable.

El ya exceleste Santi Mina puso el 2-1 en el marcador, corría el minuto 21. Caos en el Rayo, y Jémez a la desesperada buscando cambios que asentasen su desbordada defensa. De nada sirvió. Los celestes, encabezados por Orellana y Nolito torturaban a una defensa que hacía aguas ante la velocísima circulación de balón de los locales. Balaídos, helado en un principio, disfrutaba con el juego de su equipo y ya era una caldera. Lla goleada no tardó en llegar. De nuevo, el exrayista Larrivey ponía el 3-1 y sin tiempo para reaccionar, el joven Mina hacía su primer doblete en Liga poniendo un claro 4-1 en el marcador al descanso.

Partido resuelto, pero todavía quedaba show. Mina y Mina. Diez minutos después de la reanudación, el Celta estaba 6-1 arriba, con dos goles más de Santi Mina, que firmaba su primer póker como profesional. 6-1 y el Celta siguió generando. El Rayo era una caricatura de sí mismo cuya reacción llegó tarde. Cayeron seis, pero pudieron caer más. Esa noche de abril, el Celta hizo poesía, versos con rima, música en las gradas. La Rianxeira volvió a sonar en las gradas del coliseo celeste, el Celta del Toto se gustaba, y se habían ganado el derecho a soñar.