Balaídos ha sido en años anteriores lugar de grandes hazañas históricas. Batallas sobre el césped contra equipos a priori más grandes que fueron empequeñeciendo a medida que pasaban los minutos. Una de esas batallas, con cuchillo en boca, fue la que enfrentó al Celta de Vigo ante el Fútbol Club Barcelona en la ida de las semifinales de la Copa del Rey del año 2001. Un Celta que enamoraba con su fútbol, con talento ruso y casta argentino-brasileña se plantaba en semifinales tras dejar en la cuneta a Compostela, Leganés y Mallorca, mientras que el Barcelona de los holandeses eliminaba a Ceuta, Torrelavega y sus vecinos del Espanyol para plantarse en semifinales. A priori, su rival era asequible, y la copa podía ser suya al no tener a su enemigo Real Madrid vivo en la competición (caía ante el Toledo en Treintaidosavos de final).

Y es que el Barcelona de los holandeses era mucho Barcelona. Reiziger, Frank de Boer, Cocu y Zenden saltaban al campo en el once titular mientras Kluivert esperaba su oportunidad en el banquillo. Unas estrellas holandesas que tenían un maestro a quien acogerse en momentos más difíciles: Rivaldo. El brasileño era ya un crack mundial y su entrenador, Carles Rexach, lo sabía. En el Celta, un equipo más que apañado, con nivel de Champions y fútbol vistoso y hermoso. Berizzo comandaba la defensa, Karpin y Gustavo López ponían el fútbol por las bandas, Catanha los goles y Alexander Mostovoi, la magia.

Empezó el espectáculo en Balaídos aquel día del 21 de junio del 2001. Pero comenzó de manera trágica, puesto que en el minuto 6 de partido Simao ya había movido el marcador con un tanto de goleador, anticipándose a la defensa en un centro de Zenden. Daba el primer golpe, pero no tumbó en la lona a un Celta que tenía en su delantera puro espectáculo. Llegaba la reacción celeste con fútbol del bueno, con la dupla rusa Karpin-Mostovoi mimando la pelota y asediando a la portería de un Pepe Reina que, para colmo, sufría una lesión en los primeros minutos pero no fue sustituido y se mantuvo todo el partido con una leve cojera.

 El "Cuervo" López también caería lesionado y el partido comenzaba a ser un duelo bastante duro. Al borde del descanso el partido se animaba con un zurdazo de un conocido defensa y actual entrenador de este Celta de Vigo, Eduardo Berizzo, que de libre indirecto ponía en empate para delicia de los presentes en Balaídos. Esto no era más que el principio, por delante 135 minutos contra uno de los favoritos a levantar el título, y a pesar del 1-1, la cosa no pintaba mal.

La magia, el fútbol, los goles

Todo ello y mucho más se congregó en un Celta dominante ante un gigante blaugrana. No pudo el equipo de Carles Rexach ser superior a su rival, ni Simao desequilibrar la banda, ni Rivaldo sacarse de la chistera una genialidad en forma de pase o golazo...en vez, hubo otro tipo de magia, no salida de las playas de Copacabana, sino del frío siberiano de Moscú. Velasco pone un centro milimétrico y Mostovoi se adelanta a Puyol para cabecear ese balón y colocarlo lejos del alcance de Reina. Balaídos vuelve a golpear, la eliminatoria se pone en ventaja para los celestes. Pero ahí no quedaba la cosa, pues este Celta tenía ganas de más, de más fútbol, de más goles, de más intensidad...intensidad con la que el carismático delantero brasileño Catanha llegaba a todos los balones, pero no era su noche, pues Reina lo desesperó.

Pero la tuvo Jesuli, primero en un penalti no pitado cometido por Reiziger y después tras una bella combinación de varios jugadores celestes que acababa con el sevillano rematando desde fuera del área a la red. Era el minuto 71 y este 3-1 hacía mucho daño al Barcelona, pero todavía faltó la traca final, con el árbitro como protagonista. Si bien primero no se percató del penalti claro a Jesuli, ahora Cáceres sería expulsado justamente por una patada sin balón a Simao. Tocaba sufrir. Luego con un agarrón liviano de Velasco a Rivaldo que el colegiado no dudó, aunque fuese en los instantes finales: penalti y expulsión al lateral del Celta. Pero San Cavallero, portero argentino de los mejores que tuvo el conjunto de Vigo defendiendo su portería, supo adivinar el lugar al que iba el balón y desvió el penalti de Rivaldo.

Con el pitido final la alegría inundó Balaídos, pese a ser solo la primera parte de una eliminatoria y faltaba rubricar en el Camp Nou, tarea que no iba a ser nada fácil. Faltaban 90 minutos para que el Celta pudiese jugar su tercera final de Copa del Rey, presumiblemente ante el Zaragoza que había noqueado 2-0 en la ida al Atlético de Madrid. Balaídos golpeó primero, pero eso quedó en el pasado, a la espera de que, en otras semifinales de Copa del Rey, Balaídos vuelva a golpear con fuerza.