Lo han vuelto a hacer. Este equipo, como ave fénix, se ha resarcido de sus cenizas. No importa el batacazo de semifinales de copa, ni la derrota en el Calderón tras ganar en el minuto 84 y ser remontado, no importa irse a Ucrania con un resultado adverso, con un campo duro por el frío y temperaturas complicadas para la práctica del fútbol. Importa el presente, el partido que viene, lo pasado, no se puede cambiar; el futuro, está en sus manos, piernas y cabeza.

Pero esto de remontar ya es costumbre para los vigueses, echando en el campo ese espíritu que puede decantar una eliminatoria igualada, esa valentía en el terreno de juego y en el banquillo, pues esta victoria también es de Berizzo. No había rival peor enfrente, un equipo que la derrota la conocía por los periódicos pero no la sufría en sus carnes desde agosto. Pero el equipo, alentado por una premisa que se hacía eco en Vigo con una remontada épica estilo la sucedida en Villa Park ante el Aston Villa en la temporada 1998/1999, simplemente lo volvió a hacer.

Pero esta victoria se gestó no solo en la grada, con algunos celtistas de corazón viajando con el equipo a Ucrania y siendo, con todo merecimiento, el número 12. No solo se gestó con la rabia trasmitida por Berizzo a los suyos durante toda la semana, pues el técnico argentino tenía que salir a por todas y así fue. Lo que cuenta es lo puesto en el campo, y en eso, el Celta le puso más carácter que la "salsa" ucraniana. Un partido de ida y vuelta, de ritmo frenético en la primera parte, pero los vigueses, con Aspas y Guidetti a la cabeza, percutía en la defensa del Shakhtar que se encomendaba a San Pyatov. En la primera parte, hasta en tres ocasiones desbarató el internacional por Ucrania disparos de Aspas, aunque los de Donetsk no estaban muertos, con Taison y Marlos como comandantes ofensivos a la mínima que venían centímetros para correr.

Pero el Celta tenía más intensidad, más rabia, más ganas de llevarse el partido. Aspas pecó de individualista en varias ocasiones pero lo suyo con Pyatov empezaba a ser algo personal. No caía el gol por ninguna parte, aunque los dos equipos lo merecían. El Celta, sin juego, lo compensaba con una entrega tremenda que ahogaba al rival; el Shakhtar por su parte, buscaba una contra que le diese una ventaja, pero Sergio estuvo muy atento ante las pocas acometidas rivales en el primer periodo.

Hasta el rabo todo es toro

Y el Shakhtar se pudo ver con el pase en la mano en el arranque de la segunda parte. El ritmo bajó, los ucraniano/brasileños empezaron a entonarse y hasta el minuto 60 las ocasiones y el peligro fue solo color naranja. Apareció Sergio Álvarez para primero desviar un disparo de Fred y acto seguido, sacar un balón cabeceado por Blanco que se colaba en la portería. Pero hasta ahí el potencial ofensivo del Shakhtar, si bien todavía le quedaba la bala de la contra con el Celta volcado. Pero el Celta empezó a combinar. De izquierda a derecha, derecha a izquierda, con laterales largos y dos delanteros preparados para batir a Pyatov. Aspas tuvo otras dos buenas ocasiones, pero hoy la pelota no quería entrar, cosa que empezaba a ser increíble. Solo necesitaban los vigueses un gol para igualar la eliminatoria, y la oportunidad se les presentó con un penalti dudoso de Pyatov sobre Guidetti en el minuto 90 de partido. Aquí, Aspas cogió la responsabilidad, y se cobró su duelo personal con el portero batiéndolo con un disparo cruzado. Lo más difícil estaba hecho, 0-1 en el marcador y sin tiempo para más reacciones, el partido se iba a la prórroga.

De Villa Park al Metalist Stadium

La historia se la debía a los celestes. El Shakhtar estaba KO, y solo necesitaba un golpe para dejarlo sobre la lona. El Celta tenía más piernas, más físico y más ganas. Después de una primera parte de la prórroga que se podría haber evitado, llegó el mandoble definitivo. En el minuto 108, córner botado por Jozabed al primer palo, finta de Cabral a su marcador y remate inapelable que nada pudo hacer Pyatov. La gesta se conseguía, el Celta había remontado un resultado de la ida adverso. No hubo réplica del Shakhtar, obligado a meter dos goles en apenas diez minutos, las piernas no respondían y el pitido final del árbitro fue una explosión de júbilo para todo celeste, que se colaba contra pronóstico en octavos de final de la Europa League. Y todo esto, al más puro espíritu Villa Park.