No soy gallego, soy menorquín. Aún no he cumplido la mayoría de edad, pero escribo en la sección del Celta en VAVEL. Mi pasión por el fútbol y el Celta es prácticamente incalculable, y eso lo saben muy bien todos aquellos me rodean: mis amigos y mi familia. Especialmente, esta última.

El día que se juega el derbi es el 19 de marzo, el día del padre. Por este motivo, el Celta de Vigo ha decidido realizar descuentos en su tienda oficial hasta el día del derbi, llamándolo “O Derbi do Pai” con motivo de la fecha. Precisamente, mi padre fue la persona que me inculcó mi pasión por el fútbol y posteriormente por el Celta, convirtiéndose así en una de las personas más importantes de mi vida por no decir la que más.

Comienzos

Desde bien pequeñito, me interesé por el fútbol gracias a la figura que he nombrado anteriormente. Me fijaba en los resúmenes que solía haber de los partidos y siempre me quedaba con alguna genialidad que había en cualquiera de los goles. A partir de ahí, mi curiosidad fue aumentando cada vez más hasta ir a jugar con algún amigo por la tarde o ver los partidos, tratando de entender algunas normas como la del fuera de juego, que me costó un tiempo entenderla. La pasión aumentó y aumentó hasta apuntarme en un equipo.

Durante unos años, intenté aprenderme casi todo sobre la liga española a través de los álbumes de cromos y empecé a ver algunos encuentros de Premier League. Ya me sabía casi todos los equipos: Real Madrid (el que más me gustaba), Barcelona, Valencia, Sevilla, Villarreal, Atlético de Madrid, Mallorca, Athletic de Bilbao, Betis…

Cuando estaba a punto de cumplir los siete, me empecé a comprar las típicas guías de la Liga que salen a la venta en verano, justo antes de que arranque la competición y que te informan sobre los equipos que competirán y cuáles son sus objetivos. Solía quedarme con algunos de los nombres más destacados de ciertos equipos punteros y hacía mi predicción sobre los equipos que descenderían a Segunda División. Curiosamente, hojeando las páginas de dicha categoría me encontré con el nombre de un equipo cuyos colores me llamaron la atención: el Celta de Vigo. A su vez, también me fijé en su escudo, diferente en la forma al de los demás equipos: tiene la cruz de Santiago, que reconocí a simple vista porque me gustaba mucho comer la Tarta de Santiago, que también tiene en el centro dicha cruz. Entonces, empecé a mirarme los nombres de los jugadores de la plantilla: Jonathan Vila, Hugo Mallo, Túñez, Roberto Lago, Iago Aspas, Sergio, Yoel… Aquella temporada, el club vigués se salvó del descenso a Segunda B gracias al triunfo frente al Alavés con dos goles del debutante Aspas, que a día de hoy es el ejemplo del triunfo de la cantera en el primer equipo junto a los ya mencionados Hugo Mallo y Sergio Álvarez.

Le pregunté a mi padre si conocía a aquel equipo que me había llamado tanto la atención y me contestó con naturalidad que él era aficionado del Celta, que era el equipo que seguía.  Esa conversación quedó en stand by, pero en la temporada 2010/11 empezamos a ver algunos partidos juntos. Recuerdo que me encantaba la forma de manejar el centro del campo de Roberto Trashorras, jugador en el que me fijaba para mejorar mis cualidades como mediocentro. Como no, aquel que me dijo que era uno de sus jugadores favoritos fue mi padre. Esa temporada, el quedar sextos y perder en los play-offs contra el Granada supuso una decepción. Pese a ello, mi padre empezó a hablarme del Celta de los años 90 y 2000: Mostovoi, Revivo, Karpin, Mazinho, Gustavo López, Berizzo, Cáceres, Giovanella, Míchel Salgado, Makélélé… Aquellos jugadores practicaban el mejor fútbol de Europa y le endosaron un 7-0 al Benfica, le metieron cuatro al Liverpool y a la Juve de Zidane...

Pasión por el equipo

El año siguiente, el Celta volvía a luchar por conseguir el ascenso a Primera. Esa misma temporada, el Deportivo consumó su descenso a la división de plata, así que estaba frente a mi primer derbi. Esta primera experiencia quedó marcada por el disgusto de haber sido derrotados por el eterno rival por 3-2, pero ver el gran ambiente que reinaba en Balaídos me animó a seguir con el equipo. Así pues, llegó el tan ansiado ascenso a Primera.

En la campaña del retorno a la máxima categoría, el Celta empezó jugando de maravilla a las órdenes de Paco Herrera. El primer derbi acabó con empate a uno justo el día antes de mi cumpleaños, en el que esperaba tener de regalo una victoria del conjunto celeste. Luego, los resultados no acompañaron al buen juego que realizaba el bloque y se vio el abismo, por lo que la directiva decidió destituir a Paco Herrera y traer a Abel Resino. A mi padre, aún le sigue doliendo muchísimo esa decisión.

Esperaba con muchos nervios el derbi de Riazor, en el que el Celta se jugaba la vida sin Hugo Mallo, que se lesionó de gravedad unos meses antes en el Santiago Bernabéu. Esa noche, con 3-1 en el marcador a favor del Dépor, sentí que la permanencia se nos escapaba de las manos, pero no fue así. A falta de pocas jornadas para el final, el Celta tenía un 4,01% de posibilidades de mantenerse en la máxima categoría del fútbol español, pero consiguió salvarse gracias a dos victorias importantísimas: primero, frente al Valladolid y después, ante el Espanyol. Recuerdo que le pregunté a mi padre si el Celta se salvaría viendo las pocas opciones que le daban. Aún así, él me respondió que sí porque los vigueses se enfrentaban a equipos que no se jugaban nada mientras que los demás rivales, luchaban contra equipos que se jugaban alcanzar cotas mayores, como la Real Sociedad frente al Deportivo. No pude ver aquel fantástico partido contra el Espanyol, pero cuando el mensaje de mi padre llegó a mi móvil, sentí una felicidad extrema: Pablo, el Celta es de Primera.

Los siguientes años he ido disfrutando con más calma los partidos de los olívicos debido a la sensación de tranquilidad que me transmiten a través del fantástico fútbol que practican. La pasada temporada, fue la que más he disfrutado hasta el momento porque viví dos momentos que mi padre ya los experimentó en el pasado: alcanzar las semifinales de Copa del Rey y la clasificación a la Europa League.

Este año, ha llegado el derbi que más he disfrutado: el 4-1 en Balaídos con goles de dos canteranos, Hugo Mallo y Iago Aspas. Ese día, tenía partido por la mañana y cuando acabó me duché rápido para irme directo al coche. Durante el encuentro, mi padre me iba diciendo el resultado. Por la radio, oímos el gol de penalti de Iago y ya por la tele, pudimos ver su segundo gol y el de Orellana. Además, el partido fue unos días antes de mi cumpleaños, por lo que justo cuando acabó el partido nos pusimos a mirar cómo podíamos pedir mi primera camiseta del Celta, que estrené en el Ajax 3-2 Celta. La Copa del Rey ha supuesto mi mayor decepción como celtista y antes de enfrentarnos al Alavés tuve esta conversación con mi padre (me habla en gallego, por cierto):

- Bueno Pablo, ¿crees que el Celta ganará la Copa?

- ¡Sí, yo creo que sí!

- Ay Pablo, que yo esto ya lo viví y Elías (mi tío) lloraba… Es una gran decepción.

- Ya papá, pero es que este año tengo el pálpito de que va a llegar un título.

Y creo que ese título va a llegar en la Europa League. El salir de los entrenos lo más rápido posible para ver el máximo tiempo posible de partido me llena de alegría y para no perderme detalle de ninguno de ellos, me los grabo y mi padre me va comentando el resultado.

Gracias papá por enseñarme el Celta, por vivir los partidos conmigo, por acompañarme a los partidos, por emocionarte conmigo con alguna victoria importante (me emociono más yo), gracias por todo. Espero que hoy disfrutemos del día del padre viendo juntos O Derbi do Pai, el famoso O Noso Derbi.

Por cierto, espero que algún día te tenga que dar las gracias por llevarme contigo a ver el Celta en Balaídos.