Que un campeón del mundo de la talla de Mazinho pudiera vestir la camiseta del Celta parecía impensable. Además no se trataba de un cualquiera, sino de uno de los pilares de la selección canarinha. Un final de etapa algo frustrado en el Valencia facilitó las cosas para que finalmente pudiera aterrizar en Vigo. Una decisión acertada tanto para él como para el club vigués, como el tiempo ha demostrado. El Celta pudo disfrutar durante cuatro temporadas de un jugador de clase mundial, y él se quedó encantado tanto con la ciudad como con el club. Tanto es así, que uno de sus hijos, Rafinha, hace tres años hizo todo lo posible para vestir la celeste igual que su padre. Rechazó ofertas mejores de clubes de mayor nivel, para poder sentir lo que sintió su padre sobre el césped de Balaídos, un lugar confortable para la familia Alcántara.

Foto: De Arcos -Faro de Vigo-.

Mazinho comenzó su carrera profesional en su país de origen, Brasil. Debutó en 1983 en el Santa Cruz Futebol Clube, de Recife, y en 1986 dio el salto al gran Vasco da Gama, club en el que se consolidó como una de las grandes promesas del fútbol. Mazinho impresionó a todos con su versatilidad y polivalencia, ya que pese a que su posición natural era la de centrocampista, en varias ocasiones jugaba como lateral. Su enorme calidad y proyección hicieron presagiar que se convertiría en un gran jugador, y por ello decidió dar el salto a Europa para terminar de consolidarse. Lo hizo a Italia. Su experiencia italiana aunque corta fue importante puesto que durante su estancia tanto en el Lecce en la temporada 90/91, como en la Fiorentina en la 91/92, el brasileño se curtió aún más como futbolista. Una liga dura como lo es la Serie A, le ayudó a formarse y curtirse. Además allí recuperó su posición de mediocentro, ya que él llegó a Italia como lateral derecho. Esa experiencia le sirvió para volver a Brasil  y explotar definitivamente. Fichó por el Palmeiras en el año 92, y allí volvió a demostrar su calidad y polivalencia. En las filas de Palmeiras conquistó dos Campeonatos Paulistas, dos Campeonatos brasileños y un Torneo Río Sao Paulo.

Sus buenos años en el Palmeiras le permitieron acudir con la selección brasileña al Mundial de Estados Unidos del 94. Fue uno de los pilares de aquella selección plagada de estrellas que terminaría proclamándose campeona del mundo.

El cartel de campeón del mundo hizo que su nombre volviera a sonar con fuerza en Europa, y el Valencia consiguió hacerse con sus servicios esa temporada. En el club ché pasó dos años muy buenos, aunque su mala relación con Luis Aragonés hizo que en el verano del 96 el Valencia le buscara una salida.

Mazinho: "En Vigo pasé los años más felices de mi carrera deportiva"

Ahí fue cuando apareció en Celta de Vigo, que con un proyecto ambicioso bajo el brazo hizo todo lo posible por hacerse con la estrella brasileña. Era tal el deseo de la directiva del club de que el jugador recalase en Vigo, que como contó Mazinho en una entrevista a Canal +, se presentaron en Brasil el presidente y el director deportivo con postales de la ciudad para convencerle de que era el ambiente propicio para él y su familia. Al final tanto empeño dio sus frutos y Mazinho se convirtió en jugador del Celta.

No tardó en convertirse en uno de los ídolos del celtismo, su gran calidad, capacidad técnica y visión de juego, enamoraron al celtismo desde el minuto uno. Se adaptó muy rápido al estilo del Celta y a la ciudad. El clima de hostilidad vivido en Valencia en su última temporada no tenía nada que ver con el ambiente que respiraba en el Celta, y eso se hizo notar en su juego. Con Mazinho como jefe del centro del campo, el Celta firmó una de sus mejores temporadas, llegando a cuartos de final de la Copa UEFA con un conjunto en el que sobresalían jugadores de la talla de Mostovoi, Karpin, Revivo, Penev, Sánchez, Makelele, Berges, Djorovic, Cáceres, Dutruel... y en el que el brasileño se ganó el apodo de "O Rei" Mazinho.

Al año siguiente fue igualmente importante para el club celtiña; en los 37 partidos que jugó fue titular y anotó un tanto. Sin embargo, en la temporada 1998-99 su papel en el equipo dio un giro de 180 grados, ya que solo jugó siete partidos de Liga, en los que marcó una diana, y seis choque de la UEFA. Todo ellos por una lesión en su rodilla derecha que le tuvo alejado de los terrenos de juego durante un tiempo.

Se recuperó, pero tuvo que jugar fuera del club gallego. En 2001 se marchó al Elche y en 2002 regresó a su país para jugar en Vitória, de Bahia, donde jugó apneas tres meses y dijo adiós al fútbol activo.

Rafinha quiso seguir los pasos de su padre, e hizo todo lo posible por vestir la celeste. Lo consiguió en el 2014 cedido por el FC Barcelona. Foto: Óscar Vázquez

Tras dejar el fútbol de manera profesional, empezó a dedicarse a acompañar los pasos de sus hijos Thiago y Rafinha Alcántara. Los dos deslumbraron en la Masía, y ahora uno de ellos (Thiago) brilla con luz propia en el Bayern de Munich. Rafinha jugó una temporada en Vigo cedido por el FC Barcelona, donde juega ahora.