El club gallego, como dice su propio entrenador Juan Carlos Unzué, desea regalar a su afición buen juego y victorias para que esta se vuelva a sentir identificada con sus futbolistas. Tenían una gran oportunidad este domingo para resarcirse de la anterior jornada, donde volvieron a caer en Mendizorrotza, estadio que parece maldito, pero como a principio de temporada, los minutos finales se tradujeron en fatídicos.

La batuta, de los celestes

Unzué mostró, aparentemente, su equipo de gala. Rubén Blanco en portería, que volvió a encajar por segunda jornada consecutiva dos tantos ante escasas pero certeras llegadas visitantes. Volvió el dueño del carril derecho al equipo titular tras haber sufrido un golpe en un dedo del pie, razón que le impidió viajar a Vitoria. De las botas del capitán de Marín nació la asistencia del primer gol de Maxi Gómez. Por la otra banda, Jonny volvió a demostrar que le sienta bien la competencia del reciente fichaje Robert Mazán.

La pareja de centrales, casi asentada ya, la formaron Facundo Roncaglia y Sergi Gómez, desafortunado en los goles pericos a pesar de volver a demostrar una buena mentalidad defensiva, rápido al corte y en los duelos en velocidad contra un especialista como Leo Baptistao. Lobotka, Radoja y Wass fueron los integrantes de un medio del campo que, a pesar de contar con un apabullante 72% de posesión de balón, no lograron filtrar balones a los tres atacantes ni darle la fluidez al juego necesaria para encontrar esa profundidad que inclinase la balanza a favor de los de casa.

Arriba, Pione Sisto, Iago Aspas y Maxi Gómez. En esta ocasión, el uruguayo cuajó una gran actuación y estuvo un escalón por encima de sus compañeros en la delantera. Al de Paisandú le tiran una nevera en el área y la convierte en un remate a puerta. Su facilidad para encontrar los tres palos le convierte, con los dos tantos de hoy, en el cuarto máximo goleador del campeonato con 12 tantos. Solamente por encima están Messi (20), su compatriota e ídolo Luis Suárez (16) y su compañero y Zarra Iago Aspas (15).

Otra forma de entender el fútbol

Quique Sánchez Flores, avalado por el empate contra el eterno rival en Cornellá, volvió a presentar un conjunto reconocible. Habrá gente que critique su juego o falta de ambición, pero su Espanyol es rocoso, se puso por delante y después, tras sufrir una remontada, consiguió rehacerse y arañar un punto que les sabe a victoria. El 4-4-2 le permite abarcar gran parte del campo y, aunque se sienten más cómodos entregando la pelota al contrario y defendiendo, en Balaídos hizo gala de una efectividad abrumadora.

Diego López, que definitivamente le ha quitado la titularidad a Pau, fue un muro. El guardameta gallego estuvo excelente y arruinó al Celta tres claras oportunidades de gol con sus paradas. Todo un cerrojo. Marc Navarro y Aarón, dos laterales con larga proyección ofensiva, estuvieron muy replegados para vigilar el peligroso ataque celeste. David López y Naldo, también muy activos en tareas defensivas, apenas cometieron errores y supieron lidiar con el tanque que tiene el Celta en su punta. El medio trató de estrechar mucho el campo, sin jugadores por bandas. No generaron juego pero cerraron todos los espacios habidos y por haber. Carlos Sánchez, haciendo honor a su apodo de la Roca, realizó un gran despliegue en su estreno como titular, acompañado por Víctor Sánchez, Sergi Darder y un desaparecido Jurado. Todo el juego de ataque recayó en los pies de Gerard Moreno y en las piernas de Leo Baptistao. Fueron los autores (y creadores) de los dos goles de su equipo.

Reacción tardía

Como apunte táctico necesario, cumple analizar la lectura de partido del técnico navarro. Lo cambios volvieron, quizá, a producirse demasiado tarde. Una vez más, corría el minuto 70 cuando se produjo la primera modificación. Un retoque que la mayor parte de Balaídos ya veía necesario desde hacía varios minutos. La entrada de Emre Mor por Pione Sisto y la del Tucu por Radoja. Doble cambio para aportar presencia física en el centro y desequilibrio por la banda. Lo encontró, especialmente con el turco, pero los minutos fueron escasos. Del mismo modo, al ponerse por delante a diez minutos del final, Cabral esperó su entrada junto al cuarto árbitro pero no terminó de producirse. Tuvo oportunidad de entrar al campo pero, cuando todavía no lo había hecho, Gerard Moreno destapó el tarro de las esencias y puso el empate en el 87. El reemplazo, a la desesperada, sería el del debutante Lucas Boyé. No hubo tiempo para más y el Celta se quedó con la miel en los labios.

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