Celta y Éibar volvían a verse las caras en una temporada que ya les había emparejado en Copa del Rey, donde salieron vencedores los gallegos. En la primera vuelta de la competición doméstica, el conjunto de Vigo le endosó al equipo armero un contundente 0-4. Los vascos querían resarcirse de estas derrotas y acercarse a los puestos europeos. Objetivo que, de forma paralela, también ansían los celestes.

Unzué había valorado en sala de prensa, en los días previos al partido, la posibilidad de hacer rotaciones frente a una semana de tres partidos. Todo hacía pensar que así sería, sumado a ello la anterior derrota por 3-0 frente al Getafe, con malas sensaciones y viejos fantasmas. Lo cierto es que no hubo revolución ni mucho menos. La entrada de Cabral por Roncaglia, jugadores bien parejos, y Radoja por el “Tucu” fueron las únicas modificaciones. De esta forma el técnico navarro presentó un 11 reconocible con Rubén Blanco en portería, laterales para Hugo Mallo y Jonny y la pareja de centrales la formaron Sergi Gómez y Gustavo Cabral. La voz cantante es para Lobotka, acompañado por Nemanja Radoja y por Daniel Wass, siempre escorado a la derecha, para permitir a Iago Aspas una libertad de movimientos que explote su desequilibrio. En el extremo izquierdo Pione Sisto y en punta de ataque Maxi Gómez.

Por su parte, Mendilibar estaba, al igual que el ex celeste Fabián Orellana, sancionado para este partido. Iñaki Bea se ocupó de dar órdenes a pie de campo. Hubo más cambios, cierto que obligados, en el equipo vasco. Lesionado Ramis y tocado Dani García, se cayeron del once titular para dar entrada a Paulo Oliveira y retrasar la posición de Jordán. Con este retoque, Mendilibar propuso un claro 4-4-2. Dmitrovic bajo palos; Cote, Arbilla, Paulo y Rubén Peña en línea defensiva; En la sala de máquinas Diop era el encargado de las tareas defensivas y Jordán de mover al equipo; Los extremos muy marcados con Inui por la izquierda y Alejo por la derecha para filtrar centros a los dos puntas, Kike García y Charles. En el banquillo hubo dos novedades: Pedro León volvió, 9 meses después, a tener unos minutos y Yoel, que volvía a la que siempre será su casa, se quedó sin jugar.

Dos partes bien distintas

Comenzó de forma arrolladora el Éibar. Dominadores de la primera parte, sin lugar a dudas. De hecho, solamente en los primeros 45 minutos provocaron siete saques de esquina. Mendilibar, experimentado, sabía que el Celta saca el balón jugado desde atrás pase lo que pase y colocó una línea de presión muy alta para forzar los errores del rival. Dicho y hecho, logró lo que pretendía. Incontables robos de pelota y ocasiones para un Éibar al que solo le faltó una cosa: El gol. Jordán, y en especial un activo pero desacertado de cara a puerta Inui, dispusieron de claras ocasiones para marcar. No lo consiguieron y eso, a menudo, es mal síntoma.

De la misma forma que Mendilibar se imaginó un partido, Juan Carlos Unzué hizo lo propio en el descanso. Para sorpresa de propios y extraños, el navarro realizó una modificación antes de lo habitual. Pione Sisto se quedaba en el vestuario con el tiempo de descanso y en su lugar ingresó Emre Mor. El extremo turco cambió el partido y vuelve a reclamar mayor protagonismo. Iago Aspas encontró, desde el perfil izquierdo, el socio perfecto para hacer daño. El de Moaña no acostumbra a perdonar y, previa asistencia de Mor, batió a Dmitrovic. El Celta logró dominar más y aportó músculo con Pablo Hernández en sustitución de Radoja. El segundo tanto también llegó desde la banda, esta vez la derecha, con una gran internada de Hugo Mallo para que Maxi firmase la sentencia.

El Celta tiene una dupla letal y necesita poco para hacer gol. Destacó más por su pegada que por su fútbol y sigue soñando con regresar a Europa. El Éibar hizo una primera mitad para llevarse un botín mucho mayor pero se desinfló en la segunda y eso, a menudo, se paga.