Ante el Éibar este pasado fin de semana el Celta consiguió volver a dejar la portería a cero, pero sigue mostrando el equipo de Juan Carlos Unzué un problema grave en la parcela defensiva. Mientras que en ataque se están alcanzando registros históricos, siendo uno de los equipos más goleadores de la liga gracias a la pareja formada por Maxi Gómez y Iago Aspas, en defensa se conceden goles en casi todos los partidos.

Es un problema que viene de atrás, hace ya varias temporadas que la defensa celeste es el punto débil del equipo. El aspecto a mejorar que, año tras año, por decisiones técnicas o deportivas, queda descuidada. Todos los años los aficionados celestes claman por algún fichaje en esa parcela del campo que no acaba llegando.

La temporada pasada, con 69 goles en contra a final de temporada, el Celta fue el quinto equipo más goleado, solo superado por los tres equipos que descendieron y por la UD Las Palmas. Esta temporada son ya 37 los goles recibidos por los celestes. Casi tantos como los anotados por el equipo, 41. Un balance negativo que habla bastante mal de la defensa viguesa.

Problemas a principio de temporada.

Con la llegada de Unzué el equipo tuvo algunos problemas durante los primeros partidos para adaptarse al nuevo estilo de juego que proponía el navarro. Con un esquema definido, 1-4-3-3, heredado de la etapa de Berizzo, pero con la idea de salir desde atrás jugando, los defensas cometían errores de bulto que acababan costando partidos.

Cabral y Fontás, la primera pareja formada en el eje de la zaga por Unzué, sufría más de la cuenta partido tras partido. Lentos e imprecisos, incapaces de salir jugando, en muchas ocasiones acababan regalando el balón a los atacantes rivales. A eso se le unía la mala temporada de Sergio Álvarez, que tras ser unos de los héroes del Eurocelta, cometía errores impropios de un portero de primer nivel.  

Revolución cada jornada

Sin saber cómo solucionar la sangría de goles, Unzué optó por rotar en portería y en defensa. Con la entrada de Rubén Blanco bajo palos, se recuperaba seguridad. El canterano, siendo seguro y regular, está demostrando un gran nivel.

Una revolución que no le vino tan bien a la defensa. Partido tras partido, la pareja defensiva cambiaba. Tan solo los laterales tenían su puerto asegurado. Cabral y Sergi era la pareja más utilizada, pero concediendo oportunidades y cometiendo los mismos errores que durante los primeros partidos.

Cambio de estilo

Viéndose incapaz de cambiar la dinámica, el técnico navarro decidió cambiar tanto el esquema como el estilo de juego. Fue en ese momento cuando llegó la mejor versión tanto del equipo como de la defensa. Atrás quedaba el salir jugando siempre, el arriesgar con pases horizontales en defensa. El equipo comenzaba a jugar más dinámico, a las contras y vertical.

Con una línea de cuatro en el medio campo, los centrales sufrían menos y tenían ayudas constantes, tanto de los dos mediocentros como de los dos volantes. Además, la salida del once de Jozabed, jugador de mucha fantasía pero de poco trabajo, y la entrada de Radoja y el ‘Tucu’, ayudaba aún más a controlar los partidos.

Fin a las rotaciones

Por último, a principios de diciembre, Unzué dio con un once tipo, una alineación que le ofrecía garantías y regularidad. A principio de temporada Roncaglia no contaba para el técnico, llegando incluso a sonar una posible salida en el mercado de invierno. Pero, aprovechó su oportunidad y se ha convertido en un fijo para Unzué junto a Sergi Gómez. Se han convertido en una pareja muy completa. Rápidos al corte, cubriéndose el uno al otro y sabiendo jugar y sacar el balón, se han hecho con el puesto de titulares.

Cabral ha quedado relegado al banquillo, apareciendo en algunas ocasiones, como el partido de esta jornada ante el Éibar, donde se le acusó la falta de minutos, y problemas de concentración típicos en el “Sargento”.

Mientras, Fontás no cuenta para el técnico. El central catalán, relegado a la grada, no pasa su mejor momento de celeste. En baja forma, lento, cometiendo errores y con lesiones que no le dejan jugar, el jugador estuvo a punto de salir en enero y puede que sea una de las bajas del equipo este verano.

Además, con la llegada de Mazan, se apuntalaba la defensa. El lateral izquierdo, que solo contaba con Jonny, quedaba bien cubierto para el resto de la temporada. El eslovaco, que llegó a principios de enero, aún no ha podido demostrar nada en el Celta. Sigue en periodo de adaptación, y en su debut se notó el cambio de nivel a una liga de mayor exigencia y su falta de entendimiento con el resto del equipo. Pero desde Plaza España están tranquilo, ya que esperan grandes cosas, al igual que con Lobotka, de una de las promesas del fútbol eslovaco.

Aun así, en partidos como el del Alavés o el Getafe, el equipo sigue pecando de no tener ideas y de salir a partidos claves sin concentración defensiva. Una situación que debe cambiar si el equipo, a final de temporada, quiere verse peleando por los puestos que dan un pase a las competiciones europeas.