Para cualquier futbolista que desconozca su existencia, Álex Bergantiños (28 años, 1.77 metros) podría parecer un jugador inofensivo, pero detrás de esa apariencia de chico tímido hay un deportista hecho de una pasta especial. Pero llegar a este punto no ha sido un camino de rosas precisamente. Formado en uno de los clubes más prestigiosos del fútbol gallego, el Imperator O. A. R., posteriormente pasó a enrolarse en las filas del Real Club Deportivo de La Coruña.

En la temporada 2008-09, con Miguel Ángel Lotina en el banquillo, el centro del campo blanquiazul estaba más que completo con la presencia del veterano Sergio González y los emergentes Juan Rodríguez, Joan Verdú y el canadiense De Guzman. El técnico de Meñaca nunca ha destacado por dar minutos a los más jóvenes, lo que obligó a Bergantiños a buscar minutos en otro equipo. El club elegido fue el Xerez CD con el que conseguiría el campeonato de Segunda División y con el que debutaría en la máxima categoría sumado casi 2000 minutos (1989) en 26 partidos, de los cuáles 22 fueron como titular.

Tras descender con el equipo andaluz, el curso 2010-11 fue cedido al Granada CF donde apenas contó para el lucense ‘Fabri’, por lo que en el mercado invernal haría las maletas hacia el Nástic de Tarragona, club en el que recuperaría la titularidad con Juan Carlos Oliva y en el que anotaría su primer gol como profesional en la cuadragésimo primera jornada en la victoria por dos goles a uno contra el Albacete.

El regreso del hijo pródigo

En 2011, tras la decepción que supuso el descenso del Deportivo a la categoría de plata del fútbol español, los gallegos eligieron a José Luis Oltra como el técnico encargado de devolverlos a Primera. El preparador valenciano consideró que Álex ya estaba preparado para defender la elástica herculina y así fue. Formó parte del once titular en cuarenta y uno de los cuarenta y dos partidos, anotando tres goles y disputando 3589 minutos constituyendo una medular de ensueño con Juan Carlos Valerón y con otro producto de la cantera, Juan Domínguez.

Después de lograr el esperado ascenso, la llegada del colombiano Abel Aguilar obligó a Oltra a repartir los minutos entre sus centrocampistas, siendo el jugador de Pontedeume el más damnificado. Después de una temporada desastrosa, con dos entrenadores destituidos, el conjunto coruñés regresó a Segunda, pero en esta ocasión gran parte de la plantilla dejaría el club. Con este panorama, y Fernando Vázquez ratificado como técnico, Bergantiños pasaba a ser uno de los pilares fundamentales del nuevo proyecto deportivista.

Su capacidad de sacrificio y su adaptación a varias posiciones dentro del terreno de juego han quedado más que demostradas desde que Álex regresó a Riazor. Los diversos contratiempos sufridos por la entidad herculina llevaron al centrocampista coruñés a ocupar incluso la posición de portero en una ocasión. Actualmente, la lesión del polaco Wilk ha obligado al técnico gallego a retrasar al centrocampista hasta la posición de central donde se entiende a la perfección con un jugador curtido en mil batallas como es Carlos Marchena.

Pero la grandeza del coruñés no termina ahí ni se limita a aspectos exclusivamente deportivos. Fuera del campo también se ha convertido en un ídolo para el deportivismo. El último precedente ocurrió el pasado domingo cuando tras el empate a cero cosechado en el Nuevo Estadio de La Victoria de Jaén, Bergantiños reunió a sus compañeros en el centro del campo y los dirigió hacia el sector de la grada donde se encontraba un grupo de aficionados blanquiazules vitoreando a los suyos.

A sus veintiocho años, el centrocampista está atravesando la etapa más dulce de su carrera, coincidiendo con uno de los momentos más complicados de la entidad, convirtiéndose en un pilar fundamental pase lo que pase en las elecciones. 

Foto: Tania Reiné / LFP.