Hay partidos que adoptan el carácter de una auténtica final. Partidos en los que solo sirve ganar, por encima de todo. Encuentros donde los nervios, la presión y la ansiedad pueden pasar malas pasadas, valga la redundancia. El Deportivo se enfrentaba al Espanyol en Riazor en un duelo que se antojaba como una verdadera final para los locales. Después del partido para olvidar que hizo el equipo en Vitoria, los jugadores de Clarence Seedorf buscaban reivindicarse y dar esperanzas a una afición que había mostrado su fuerte descontento con el rendimiento de la plantilla a lo largo de la semana. 

El encuentro empezó con mucha intensidad por parte de los dos equipos. Con el miedo inicial por parte de los dos equipos, típicos en partidos de alta presión. Sin realizar una primera parte brillante a nivel ofensivo, el Deportivo tuvo la oportunidad de adelantarse en el marcador con un disparo de Cartabia que impacto en el palo. Apenas concedió una ocasión al equipo dirigido por Quique Sánchez Flores. Sería injusto no destacar una fea entrada de Andone a Víctor Sánchez que le costó la amarilla al delantero rumano. Una entrada que perfectamente hubiese podido costarle la expulsión. El Deportivo afrontaría los quince miutos del descanso con el objetivo de no bajar su nivel de concentración y seguir trabajando en busca de la victoria. 

En la segunda parte, el Deportivo creció a la vez que los pericos minimizaron sus acciones ofensivas, apenas inexistentes. Con Mosquera llevando el timón del equipo y mostrando un nivel que hace meses que se espera en Riazor, el Dépor mejoró en la creación de ocasiones de gol con la entrada de Emre Çolak al terreno de juego. En una muy buena acción personal, Lucas Pérez provocó un penalti que, él mismo, terminaría fallando. O mejor dicho, Diego López terminaría parándolo con una gran estirada. Pese al mazazo de haber dejado escapar una oportunidad de oro para estrenar el casillero, los coruñeses siguieron creando y creando ocasiones de gol. Florin Andone estuvo a punto de hacer que Riazor se cayese cuando estrelló un remate de cabeza en el larguero a falta de cinco minutos para el final del encuentro. 

Hombres como Mosquera y Juafran, últimamente más que discutidos en Riazor, hicieron un gran encuentro y reivindicándose de esta manera en su feudo. El partido tambien nos dejó el debut con la elástica blanquiazul de Muntari. Entró en los útimos instantes, y mostró una confianza y una técnica acorde con su trayectoria. A su vez volvió a tener minutos Çolak, al que se echaba mucho de menos ver jugar. El turco jugó a lo que quiso e hizo jugar al resto de compañeros siendo el encargador de conectar la zona defensiva del equipo con la ofensiva. 

Al finalizar el encuentro, Riazor no dudó. La afición es sabia y soberana y lo demostró con una gran ovación para un equipo que se había vaciado por completo pese a no lograr la victoria. Además, el final del partido nos dejó una imagen que llama al optimismo deportivista: Una piña de todo el equipo en el medio del campo arengando una remontada de cara al tramo decisivo de la competición. Con esta actitud y este juego, equipo y afición vuelven a ser una sola fuerza. Algo muy necesario si el Deportivo quiere salvarse.