No son malos números para lo que se preveía en la undécima jornada. El desastre se solucionó, el tiempo solventó los errores, y el Eibar disfrutó. La utopía de Europa por aquel entonces no lo es ya ahora. A dos puntos de la zona que haría disputar la próxima temporada Europa League, y qué orgullo.

Todo apuntaba bien cuando se conseguía la primera victoria en Málaga, un gol de Charles y un buen comienzo de temporada. Pero la cosa se torció, llegaron dos derrotas consecutivas, y pese a que se ganó al Leganés en la jornada número cuatro, en las once primeras jornadas, el equipo dirigido por Mendilibar sólo consiguió ocho puntos de treinta y tres posibles. Preocupante.

Se hablaba de la destitución de Mendilibar, de darle tiempo, de los jugadores, del nivel de la plantila, de todo. Mientras, el equipo trabajaba intensamente bajo el mando de alguien incansable, trabajador y luchador, que conseguiría cambiar el rumbo. Y llegó el punto de inflexión, la victoria que hizo disfrutar, que convirtió los goles en contra y los errores defensivos, en un verdadero espectáculo futbolístico para golear al Betis por cinco goles a cero.

Y a partir de ahí, a soñar. Comparemos datos, once partidos, ocho de treinta y tres puntos posibles. Ocho partidos, diecinueve de veinticuatro posibles. Hay poco más que decir. El cambio fue radical, Arbilla y Oliveira se hicieron inmensos, Jordan desarrolló la capacidad que es capaz de mostrar, Ivi volvió y revolucionó al equipo, y por fin, los goles llegaban.

Todo hasta que en el último encuentro el Atlético quiso apagar la llama eibarresa, consiguiendo la victoria. Engañoso, no son esas derrotas que ocurrían a principios de temporada, ni mucho menos, son esas de las que se sabe que se podría haber sacado algo positivo del partido, es más, esas en las que se merece mucho más de lo que se consigue al final.

En resumen, el Eibar tiene licencia para soñar, es difícil, no hay dudas, pero es posible, y una vez conseguido el objetivo de la salvación, el primordial, todo puede pasar.