Javier Aguirre, nada más llegar, puso unos fundamentos muy claros y fijos en su esquema particular. Lo hizo en una situación clasificatoria muy delicada y decidió empezar su trabajo desde abajo. Devolviendo la confianza al grupo, creando una piña, y a nivel futbolístico empezando a ser fuertes desde atrás. Un buen sistema defensivo es una garantía. Si la retaguardia está fuerte y sólida, el equipo se verá fortalecido. Como reza el tópico, “los goles siempre acaban llegando”.

Los resultados del estilo del técnico mexicano, no tardaron nada en llegar. Con poco tiempo consiguió alzar al equipo y empezó a salir poco a poco del pozo de la tabla clasificatoria. Tanto equipo como afición brindaron por haber salido una vez más del que sería un drama de consecuencias muy graves para la institución. Y como dicen, cuando una cosa funciona, vale más no tocarla.

Así, Aguirre empezó con confianza renovada el nuevo proyecto. Con unas bases muy claras y sólidas. Y pese a perder algunas piezas claves en su engranaje, como Juan Forlín o Wakaso, los fichajes de jugadores con hambre de triunfar, han equilibrado y quizás mejorado lo que había. Porque cuando se crea un grupo unido, las individualidades cuestan más de destacar. Nadie es imprescindible y todo el mundo es importante. Esta es la magia. Hacía años que el Espanyol no contaba con una plantilla tan equilibrada, unida, fuerte.

Desde el leitmotiv de ser fuertes en defensa, el equipo ha ido creciendo. Un guardameta fuerte y confiado y sobre todo el descubrimiento de un doble pivote que desde el primer día ha funcionado a la perfección, han sido un poco las claves. El grupo trabaja en bloque, en unión, en sintonía. Se defiende desde el primer atacante y las ayudas son constantes entre los jugadores. Toda esta sintonía desemboca a un conjunto fuerte, tenaz, creíble.

Se empezó la Liga con grandes números, estadísticas. Incluso se empezaba a hablar de metas erróneas. Entonces, llegaron dos derrotas consecutivas y saltaron las alarmas. El fútbol no entiende de memoria, vive el día. Y se puede pasar de la euforia al desencanto en minutos. Un estado de pasión, sensación, sentimiento.

Pero los aficionados periquitos no deben preocuparse en exceso por dos resultados negativos. Este equipo tiene una idiosincrasia muy marcada, muy fuerte. Quizás no sea el equipo más vistoso del mundo, pero lo que sí que queda claro es que nunca se rinde. Y no rendirse es una de las grandezas más grandes que existen. Tiene carácter, alma, compromiso. Si por una razón se ha caracterizado el aficionado del Espanyol en toda su historia es en querer ver compromiso y entusiasmo vistiendo los colores blanquiazules. Por esto, hay que tener confianza, paciencia y pensar partido a partido. No quiero resultar anodino con los tópicos futbolísticos, pero en este caso se hace imprescindible. Este equipo no tiene metas ni directrices, pero tiene claro su objetivo: competir cada segundo de cada partido como si fuera una final. Después, las cosas saldrán mejor o peor, pero sus adversarios sabrán que para ganar a este Espanyol deberán hacer las cosas muy bien hechas. Ser competitivo no es fácil y se ha conseguido.