El uso del acrónimo debe estar justificado y puede ser una buena medida, especialmente en ámbitos científicos, políticos y técnicos. Sin embargo, existen casos en los que la citada medida ortográfica, por muy publicitaria que sea, constituye un ejercicio de reduccionismo realmente absurdo. Puede que el acrónimo MSN posea una sonoridad atrayente, que vaya acorde con los tiempos que corren, pero reducir a tres siglas la productividad y la magia de una de las mejores delanteras de la historia, es no hacer justicia con el torrente de adjetivos que merecen uno por uno los tres componentes del tridente azulgrana.

M: Messi

Por ello estas líneas solo pretenden desarrollar lo perdido al reducir a tres genios a tan solo tres letras. Con la M se pierde el ejercicio poético de explicar que Leo Messi, procede de la desembocadura de un río llamado fulbo, y de la porción de tierra rosarina que a duras penas  le vio crecer. Forma parte de esa gente menuda que está más por la intuición que por el músculo, pues los dioses quisieron distinguirle más por el brillo que por el tamaño. En el caso de Leo, que vive en el vertiginoso mundo del ingenio y la velocidad, los adjetivos hace tiempo que perdieron la esperanza de definir justamente sus virtudes, pasaron a convertirse en los cadáveres ortográficos que representan la claudicación de sus rivales, enormes secuoyas que caen a plomo ante la sombra de un prestidigitador que les dispara cloroformo.

Leo Messi lee el terreno de juego, el fútbol, como si de una fábula se trataraMessi  siente la confusión del enemigo, es una suerte de amagos y diagonales que crean incontables conflictos interiores en los futbolistas del equipo contrario. Posee un poderoso motor de arranque, un misterioso sistema de frenada y una estratosférica aceleración, pero, como dijo Galeano con la particularidad de que porta la pelota dentro del pie, una peculiaridad única en la historia del fútbol.  Su cabeza viaja con tres jugadas de antelación respecto a los demás; con Rosario en el regate, Messi agarra la pelota, cambia el signo de la jugada y se retira impasible a sus aposentos rosarinos.

Luis Enrique, al que le gusta hacer pedales y kilómetros, ha sabido transmitir a sus jugadores, que el Barcelona es un equipo ciclista en el que todo esfuerzo encaminado al ahorro de oxígeno de su gran líder, será recompensado por este con pases de gol, goles, puntos y títulos. Porque Leo Messi conoce hasta la última brizna de hierba que pisa y, lee el terreno de juego, el fútbol, como si de una fábula se tratara. Es un sabio renacentista del fútbol que convierte en oro todo lo que toca.

S: Suárez

Suarez es la S, el vértice del triángulo, un zapador del gol, un porteador de la pelota que domina la llanura verde como un cazador. Un asesino a sueldo que posee la precisión de un francotirador, que ajusta la mirilla, cierra un ojo y acaba el trabajo, luego regresa a la trinchera en la que se fabrican y ganan los espacios. 'Luisito' despliega el mapa y siempre elige un rincón lejano al que no llegan los porteros, no escatima un solo esfuerzo, es uruguayo, y como todos sus paisanos, lleva un Obdulio Varela dentro. Por tanto, es portador del alma charrúa, forma parte de la viva rima del brazalete, la que sirve para ganar con los versos en la punta de los botines.

Luis Suárez vestido de jugador lleva dentro todos los delanteros posibles, porque domina la furia y la técnica, regatea con el cuerpo y desafía con la mirada. Por alguna extraña razón, en cinco metros a la redonda, todos los defensores que intentan marcar a Luis, tienen la curiosa sensación de oler a pólvora. Es pura materia inflamable, pues Suárez es portador del músculo detonante, aúna la coz de una mula, la agilidad de un bailarín y el giro de cintura de un esgrimista.

Luis es un caimán que identifica la presa con pupilas verticales, uno de esos delanteros en peligro de extinción. Posee un espléndido repertorio de trucos: mete el cuerpo como nadie, sabe esconder la pelota, templar los pases y transformarse indistintamente en escudo, martillo y calculadora. En la frontera de la verdad es un lujo poder contar con un delantero como Suárez, estibador de la pelota, vendedor de amagos y latigazos al fondo de la red.

N: Neymar

Cuando Neymar llegó a Barcelona estaba más por la anemia que por el vigor. En Brasil, la tierra del espectáculo, en el que el arte del regate es un diálogo provocador entre el delantero y el defensa, había incluso conseguido desesperar a los que inventaron el jogo bonito. Neymar era por tanto la liviana esperanza de una estirpe, de la identidad de un pueblo que juega al fútbol de una forma diferente. Era un proyecto de genio cuyo nombre venía precedido por los vapores de una fama desproporcionada respecto a su trayectoria como jugador. Corría evidentes riesgos de ser devorado por la misma, pero 'Ney' como Alí, revoloteaba como una mariposa, y picaba como una abeja. Era como el de Louisville, el chico de las zapatillas voladoras que disfrutaba provocando a sus rivales.

Neymar es el paréntesis de una jugada ejecutado con una lambrettaEl divino provocador es, además, de la misma escuela tropical de Garrincha, cuando 'Ney' entra en el vestuario aparece un sonido como de eco lejano a batucada, ha entrado el Carnaval, un chico que al quitarse las botas deja un rastro de la arena de Ipanema. Neymar es la 'N' de un triángulo equilátero del gol, juega literalmente en el aire y ni las proteínas de un fútbol europeo que precisa un deportista más tonificado muscularmente, han mitigado su magia. Sobre los escenarios del músculo, el brasileño es una aparición, son los 21 gramos del alma conduciendo una pelota. Es el paréntesis de una jugada ejecutado con una lambretta.  

Cuando 'Ney' vio a Leo Messi jugar por primera vez pensó: jugar con este tipo es una gran aventura, y en esa diversión docente anda enfrascado, queriendo convertirse en delfín de la octava maravilla. Jugando junto a futbolistas de la talla de Iniesta, Busquets, viendo competir a Luis Suárez y muy especialmente a Messi, acabará por convertirse en un excelente futbolista y quizás en futuro no muy lejano en ‘Reymar’.

El arma definitiva

El Barça ha encontrado definitivamente el arma definitiva, la tan nombrada MSN, con la particularidad de que este arma parece haber surgido de la imaginación de Gabriel Celaya, que siempre defendió que la poesía es un arma cargada de futuro. Son puro verso, pero esa poesía cargada de futuro es difícil saber hasta dónde llegará. Lo que podría haberse convertido en un concurso de solistas, se ha revelado como una coral entre tres grandes tenores. El tridente azulgrana no es solo una suma de talentos; es un fabuloso valor exponencial, el momento único de suprema desnudez en el que el entrenador rival, impotente, se encuentra a solas con su taquicardia.

El viejo reloj de Higbury, último vestigio que en el Emirates recuerda a un Arsenal campeón, marca la hora convenida, es la hora de la MSN, que traza su última obra maestra: los 16 segundos de un arma cargada de futuro que ya ha pasado a la posteridad.