Salvador González Marco, más conocido como Voro, siempre había sido el parche perfecto del Valencia CF. Ya en la 2007/08, se hizo cargo del equipo durante las últimas cinco jornadas tras la destitución de Ronald Koeman. Su objetivo, salvar la categoría. Lo consiguió. En 2012, volvió para dirigir un encuentro de Champions tras la destitución de Pellegrino, del cual salió victorioso.

Por último, las más recientes fueron en 2015, tras la marcha de Nuno, cuando logró empatar en el Camp Nou y cambiar la imagen del equipo; y este año, en el cual Prandelli no cumplió las expectativas y Voro volvió a dar a oxígeno a los chés. Pero antes, en la quinta y sexta jornada, tras haber encadenado cuatro derrotas consecutivas con Pako Ayestarán, Voro logró sumar dos victorias ante Alavés y Leganés, obteniendo los seis primeros puntos de la tempoerada y dejando su puesto a al italiano.

Sin embargo, tuvo que coger una vez más a un equipo roto, esta vez asentándose como técnico del Valencia y no volviendo a su puesto de delegado. Es en este período de tiempo donde se ha visto el fútbol que quiere Voro y sus principales características como entrenador.

Su formación: del 4-3-3 al 4-2-3-1

Voro ha empleado normalmente el 4-3-3, con extremos a pierna cambiada para trazar diagonales y con un delantero centro muy móvil. Esta táctica unía mucho al equipo y permitía dominar lapsos importantes de tiempo durante el transcurso de partido. Un hombre brillaba en especial con este método: el canterano Carlos Soler. Porque Voro está muy atento a la cantera, y en el caso de Soler, contó con sus servicios cuando más lo necesitaba el equipo. En un momento delicado, el joven mediocentro aportó claridad a la zona media y trasladó la teoría del entrenador a la práctica en el terreno de juego. 

Sin embargo, tras la llegada de Fabián Orellana, se ha visto recurrir frecuentemente al 4-2-3-1, ubicando sólo a dos centrocampistas (Parejo y Enzo) y dejando libertad total por el centro al chileno. También Carlos Soler ha ocupado en ciertos momentos la demarcación de media punta, mientras que Orellana ha sido desplazado a la derecha. En la zona ofensiva, hasta la lesión de Nani, la delantera se componía por Munir, Zaza y el portugués. Ahora, tras la baja nombrada, Voro ha probado con Bakkali, Orellana y Cancelo, pero ninguno ha dado el rendimiento esperado. Esta formación es, obviamente, más ofensiva, por lo que quizás ante el FC Barcelona recupere el 4-3-3.

Estilo de juego: efectivo pero irregular

El Valencia de Voro se caracteriza por su dinamismo y su velocidad. Con laterales muy ofensivos -Gayá y Montoya o Cancelo-, y con extremos muy habilidosos, como Munir y Nani. En el centro del campo, Enzo Pérez es el jefe. El argentino ha cuajado grandes actuaciones, pero también otras en las que no ha estado tan acertado. Al igual que Parejo, que combina días grises con otros de luz y color. Carlos Soler es el hombre que se descuelga, que conecta con los tres de arriba, y que tiene la confianza y la templanza para intentar cosas que otros no se atreven: es un soplo de aire fresco para el valencianismo. 

Sin embargo, los planteamientos de Voro no siempre se ven plasmados sobre el campo. Días espléndidos, como frente al Madrid o Villarreal, se ven eclipsados por duras derrotas como la goleada del Eibar en su propio feudo. El entrenador aún no ha conseguido dotar al equipo de ese carácter competitivo necesario para pelear por algo más que la salvación. Pero es obvio. Poco se le puede exigir a Voro cuando asumió la papeleta de salvar y revitalizar el equipo. Estos encuentros brillantes. Esos choques para olvidar. Quizás ese sea el problema más visible de este Valencia: la continua irregularidad de sus futbolistas.

Aunque es cierto que la mayoría de los aficionados pondrían la mano en el fuego por Voro, y estoy convencido de que escogerían esta cierta irregularidad a mantener una línea constante negativa. Porque Voro ha sido el elemento dinamizador de este Valencia; el que ha levantado a un vestuario que parecía hundido y abocado a la tragedia. Él se quedó solo ante el peligro, con una plantilla descompensada y una afición atormentada. Y él, solo él, ha logrado que en Mestalla se vuelva a disfrutar del fútbol; ha conseguido sacar motivación de deabajo de las piedras. En conclusión, ha resucitado a un conjunto muerto.

Ante el FC Barcelona tendrá la oportunidad de meter mano en la pelea por la Liga Santander, además de asegurar la salvación de los valencianos lo antes posible. Ya ha ganado al Real Madrid, y los de Luis Enrique son su próximo objetivo, a quienes ya arrebató dos puntos la pasada campaña en Mestalla. La batalla está servida.