A menudo, los equipos suelen tener un jugador diferente al resto, de esos a los que se le otorga libertad absoluta sobre el verde, que por sí solos son capaces de decantar partidos. Calidad a raudales y un manejo del espacio y el tiempo que roza lo sublime son las principales armas con las que estos jugadores saltan al terreno de juego semana tras semana con, si no la obligación al menos la responsabilidad, de tirar de su equipo, de hacerlo mejor.

Hay veces en los que su carácter se impone sobre sus cualidades, en los que la cabeza, desgraciadamente, es más fuerte que el peso de fútbol que llevan en sus botas. El Getafe tiene un jugador así: Abdel Barrada es el más fiel reflejo de ello. Irregularidad como bandera, fútbol como carta de presentación, como manera con la que regocijarse y hacer disfrutar a su equipo y al espectador.

El franco-marroquí es un jugador diferencial, de los que dan puntos: ya no a través de goles, que en algunas ocasiones también, sino mediante asistencias, asociación, un ir y venir constante en los que Barrada se desenvuelve a la perfección. Figura elegante y espigada, cabeza arriba como síntoma de gran jugador, como método con el que controlar todo lo que sucede a su alrededor, como modus operandi para resquebrajar defensas.

Abdel Barrada es fundamental en el esquema de Luis García

Es fundamental en el esquema de Luis García, lo sabe y le gusta, disfruta con ello. Cuando salta al campo y tiene el día es un verdadero placer digno de los mejores paladares, una auténtica reminiscencia del mejor de los espectáculos presenciados. Es de ese tipo de jugadores insignia que todo equipo que se precie a conseguir algo importante debe tener, y el Getafe depende y mucho de él para tratar de, en la medida de lo que le permite su final de temporada, viajar por el viejo continente la próxima temporada.

Sobre el tapete se erige en una especie de comodín con el que todos sus compañeros pueden contar. Saben que no la va a perder, que les ofrecerá una salida y una solución siempre esférico mediante. En un modelo de juego como el azulón, si cabe, este tipo de jugadores resultan insustituibles. En la transición defensa-ataque que la escuadra de Luis García explota como pocos, Abdel se transforma en una especie de punto de equilibrio: orientarse al recibir para salir con ventaja, controlar y pasar para dotar de dinamismo y profundidad a su equipo.

Cuando tiene el balón el tiempo del partido se detiene, piensa y ejecuta, siempre por delante de los demás

Su juego se desarrolla en torno al esférico, lo busca y lo guarda como un tesoro, cuando lo tiene el partido se para, piensa y ejecuta, siempre por delante de los demás. Tiene una transcendencia vital en el desarrollo del juego, aporta velocidad, verticalidad y profundidad. Es letal en tres cuartos, si tiene un segundo para pensar te desarma, pone el balón al espacio y crea una ocasión clara de gol. Zancada poderosa resultada muy complicado pararlo al arrancar. A esto hay que sumarle un abanico infinito de recursos técnicos con el balón, amaga y sale por un lado, por el otro, lo conduce y lo muestra, te engaña, te hace creer que se lo puedes robar y aprovecha para salir con ventaja. Exquisito a la hora de orientar controles, es capaz de deshacerse de sus adversarios simplemente con un movimiento de cuerpo. Y todo esto, en un club como el Getafe. Y todo esto, en un equipo que huye del esférico. Imagínense en una escuadra que basase su esquema en el balón

Hace ahora dos años que Abdel empezó a despegar de la pista ascendente en la que se encontraba tras su llegada del Paris Saint Germain allá por 2009. Fue un 7 de Noviembre de 2011 cuando Abdel se puso el smoking y demostró que sus cualidades no tenían nada que envidiarles a las de los que competían en la élite nacional por ese entonces. Y vaya si lo hizo. Pero cómo tantas grandes historias, los tintes trágicos comparecían como telón de fondo. Tintes, que acabarían convirtiéndose en un arcoíris que, desde aquel partido ante el Atlético de Madrid, hubieran supuesto la tercera plaza a final de campaña para el Getafe. Por aquel entonces, el Getafe cerraba la clasificación; desde aquel entonces, el talentoso franco-marroquí, coincidiendo con la escalada azulona, se asentó con regularidad en los onces titulares de Luis García.

La copa África, un antes y un después

Su campaña desde un principio se convirtió en una montaña rusa de fácil distensión. Su comienzo de año, y cuando hablamos de comienzo nos referimos a sus seis o siete primeros partidos, rozaron la perfección. Culminó la remontada ante el Real Madrid con un gran tanto y sacó un punto de Riazor con un gran gol en el que demostró su poderío el arrancar. Pero la luz se apagó. De pronto, sin razón aparente, Abdel dejó paso a las dudas, a las sombras en su juego, al desánimo, a la frustración de no disfrutar con lo que hacía. Y así, es muy difícil rendir.

Incluso Luis García en una rueda de prensa previa a un partido admitió que su nivel no era el apropiado para partir en el once. Y así ocurrió. Barrada comenzó a alternar titularidad –en su gran medida- con alguna que otra suplencia. Ni aun así. El franco-marroquí no reaccionó y de vez en cuando, cuando tenía su día o le apetecía encandilar al respetable, Abdel dejaba una píldora del frasco repleto que posee. Insuficiente para un jugador de sus cualidades.

Tras regresar de la Copa África Abdel ha aumentando considerablemente su nivel

Y con un ni mucho ni poco, ni aquí ni allí, llegó enero y con el, la Copa África de Naciones. El mediapunta puso rumbo al continente africano para defender los colores de su combinado nacional. Resultados a un lado, y más les vale porque rozaron el ridículo cayendo en fase de grupos, Abdel volvió al sur de Madrid con otros aires, con la sensación y la consciencia de que iba a ser importante para su equipo. Era Abdel, ese jugador tan preciado y necesitado por el Getafe. Al fin, despertaba de su letargo y los claros sobresalían sobre las nubes.

Y vaya si lo ha sido. Unido a la espectacular racha de resultados del equipo, Barrada ha demostrado un nivel y un amoldamiento al sistema azulón espectaculares. Faro, estandarte, filón sobre el que sustentar una transición defensa-ataque que roza la perfección, que le encumbra. Eso es Abdel. La pide y la esconde, le da el ritmo y el sentido pertinentes en función de sus compañeros. Juega para ellos, los hace mejores. A su máximo nivel enamora, encandila, deslumbra.

Baluarte para llegar a Europa

“Hemos apostado por él. Le vi en pretemporada y tiene algo diferente. Ha ido de menos a más, espero mucho de él”. Luis García, tras el encuentro anteriormente mencionado ante el Atlético de Madrid en el que se destapó, hablaba de esta manera sobre Abdel. Desde entonces, la confianza del técnico madrileño ha sido total sobre el mediapunta. Y este, le ha respondido con creces.

En las aspiraciones europeas del Getafe, el franco-marroquí tiene mucho que decir

El Getafe vive un momento dulce. Una vez con la permanencia bajo el brazo, logrando por tanto el objetivo de principio de campaña, no es ni mucho menos descabellado, y más aun con la dinámica ascendente de sensaciones y juego que está viviendo el equipo, pensar en viajar la próxima campaña por Europa. Y ahí, dejando a un lado la anhelada y por fin conseguida solidez defensiva perpetuada tras la llegada de Fede, Abdel Barrada tiene mucho que decir.

Y mucho, es quizá poco en este envite. El franco-marroquí, habilidades futbolísticas a un lado, debe empezar a asumir responsabilidades sobre el verde, a eregirse en protagonista semana tras semana, a adquirir esa serie de cualidades formativas, de responsabilidad, que, a la hora de transformarse al fin en jugador, son igual de indispensables. Es el momento, ese en el que los grandes jugadores destacan por encima del resto, en el que se echan el equipo a las espaldas, en el que su eclosión definitiva lleve al Getafe a Europa y a Abdel a un grande del viejo continente.

Así juega Abdel Barrada, internacional absoluto con la selección marroquí. Presente azulón y futuro mundial.