Ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos. Ni todo es blanco o negro. Ni la placidez que se vive a día de hoy alrededor del club azulón será una constante a lo largo de la temporada. No hay mejor prueba de ello que el desánimo vivido tras las tres primeras jornadas. Ahora todo marcha, los malos se sitúan por encima de los malos. Y lo blanco prima sobre los oscuro, sobre lo que hasta hace no mucho suscitaba todo tipo de críticas. Fútbol, en todo caso.

Y lo más curioso de todo es que sólo ha pasado algo más de un mes. Un lapsus de tiempo suficiente como para soñar con objetivos utópicos no hace mucho cuando se perdía en Valladolid dejando una imagen desastrosa. Hoy todo ha cambiado, lo que no debe llevar a inequívocos ni a falsas expectativas. La prudencia es la madre de la tranquilidad y controlar y saber manejar eso es fundamental para poder llegar a buen puerto a final de campaña.

La nave azulona ha cambiado de rumbo. El timón que maneja Luis García fuera del terreno de juego ha sido relegado dentro del verde a una pareja inamovible a día de hoy para el esquema azulón. Mosquera-Borja, gallegos de nacimiento, miméticos y complementarios en cuanto a conceptos. Uno abarca gran cantidad de campo y roba, sin ser por eso sus condiciones técnicas despreciables. El otro recibe lo que su compañero intercepta para enlazar rápidamente con los cuatro de arriba y pillar por sorpresa al rival, sin ser por eso un jugador nulo defensivamente hablando. El ying y el yang, los directores ideales para una orquesta que empieza a sonar agradablemente afinada.

Luis García ha dado con los mejores directores de orquesta: Mosquera y BorjaAhora todo parece transcurrir por una especie de raíl al que no se le quiere ver final alguno, al que Borja y Mosquera parecen dirigir a una estación plácida. La humildad es la clave del éxito, los pies en el suelo como condición sine qua non para poder proseguir la racha y marcarse objetivos ambiciosos. Visto lo que son capaces de hacer estos jugadores, es lo que se debe preestablecer. Nada de metas existencialistas y cobardes. Superarse es crecer, la mejor forma de aprender algo es poniéndolo en práctica, y el Getafe debe comenzar a situar Europa como la estación sobre la que circula el expreso azulón a día de hoy.

La situación y el ambiente invitan a ello. La línea defensiva vuelve a ser ese elemento rocoso que sustenta el resto del equipo. E independientemente de quien juegue, mejor noticia si cabe. Los de arriba están enchufados, no hay mejor noticia para Colunga al margen de los goles que está notando que tenga competencia real por el puesto con Ciprian Marica. Las alas, aún con Diego Castro lejos de nivel, y con un Pedro León que se le ve igual de fino que antaño, tanto antes el Betis al margen, son constantes desahogos. Darles al balón, saber que lo van a retener y que sacarán en favor del colectivo. Asociarse o driblar, tocar y moverse, asistir profundo o centrar. Insustituibles a día de hoy.

Y como toda buena construcción, y la del Getafe de Luis García lo es, deben existir unos cimientos que la sustenten. En este caso una pirámide con dos extremos que conectan con el vértice principal, el triángulo perfecto para tener siempre ganado el mediocampo y dominar la mayor parte de los partidos territorialmente, que no quiere decir que tenga que ser con balón. Amén de los mencionados Borja-Mosquera, la punta de la pirámide y el enlace con los de arriba, ahora Sarabia y antes Lafita, están rallando a un gran nivel. Es el complemento perfecto a un sistema mimético y personal que sabe a lo que juega y que promete grandes alegrías.

En el fútbol las oportunidades pasan, si te relajas te pasan por delante, y eso lo tienen grabado a fuego en el vestuario azulón. No hay tiempo de relajación, ni simplemente de despistarse, la competencia es ardua y el objetivo excitante. Esto acaba de empezar y la situación y el buen momento azulón no deben llevar a equívocos, a pesar de que haya credenciales de sobra para creer en un buen año. Este año parece ser que sí. Que no ocurrirá lo de otros años y la ambición que se diluye una vez conseguida la permanencia permanecerá. A pesar de que sea pronto para decirlo, diez años son muchos para un club como el Getafe en la máxima categoría nacional, y el escalón europeo que hay que subir se presenta, si no como factible, si como algo batallable. La entidad lo merece, y unos jugadores y un técnico a los que les han llovido las críticas, más aún.