Normalmente, visitar el Vicente Calderón suele traer implícita una liberación de cualquier responsabilidad resultadista. Lo normal es no sacar nada, y aunque al final acabes sucumbiendo, lo  mínimo exigible, no sólo en la ribera del Manzanares, si no en cualquier feudo, es mostrar una actitud que al menos te permita luchar y dar la cara por la zamarra que vistes. Ayer el Getafe no fue nada de esto. Ni siquiera una mueca de lo que hace un mes mostraba con Quique a los mandos. Puedes perder, pero no de la forma en la que el conjunto azulón lo hizo ayer.

Parece que a Pablo Franco le está costando encontrar la tecla. Una buena primera parte frente a la Real Sociedad es todo lo potable que uno saca de su etapa en el banquillo hasta el momento. Ayer el Getafe fue una sombra, un fantasma que deambuló por el campo y que se aferró a la vida en la medida en que el Atlético de Madrid les dejó. Un pobre bagaje para un equipo que se está acostumbrando a vivir en el alambre. Y ahí, una vez que te instauras, la moneda no siempre cae de cara a los intereses que uno desea.

Lo que es evidente es que, si el técnico desea jugar con dos mediocentros, uno de ellos no puede ser Diego Castro. Su estado físico no le da para abarcar lo que jugar ahí requiere y el equipo expone mucho entre líneas. Ayer, Koke, Arda y Torres se cansaron de recibir a la espalda del gallego y de Lacen. Y desde ahí, para una pareja de centrales que prefiere achicar y anticipar a correr a su espalda, las ocasiones se multiplicaron para un conjunto colchonero que nunca vio peligrar el partido. Por mucho que Hinestroza pudiese igualar y no lo lograse haciendo gala de sus deficiencias técnicas.

Lo peor que tiene el Getafe a día de hoy, o que no tiene, mejor dicho, es una falta de identidad brutal. El equipo no sabe a qué juega. Mehdi Lacen es una brújula que ha llegado a un punto dónde el norte, antes tan reconocible para el argelino, es difícil de identificar en el mapa azulón. Arriba, Álvaro es una isla donde las subsistencias empiezan a escasear y Emiliano, ayer jugando en la que será su casa, empieza a dar síntomas de desesperación semana tras semana achicando el agua que Naldo deja brotar por la popa del barco azulón.

Por fuera Pedro León está más fuera que dentro. El muleño pasa sin pena ni gloria por cada partido y sus sustitutos, ahora con Yoda lesionado, tampoco son garantía de mejora. Con todo esto es difícil ser positivo. Incluso viendo como semana tras semana el resto de rivales facilitan la labor al Getafe olvidándose de ganar. La próxima fecha, y con más de diez jornadas por disputar, una auténtica final. Será en el Coliseum, y enfrente estará el Deportivo de la Coruña. Ahí dan igual las dinámicas o las sensaciones. Cuando suene el silbato, se abrirá un nuevo frente del que el rival deberá salir con la bandera blanca empuñada. Si no, el frente se convertirá en una guerra permanente. Y el Getafe no va sobrado de efectivos para meterse en algo así.

VAVEL Logo