El Granada volvió a la senda de la derrota en un encuentro donde dejó muy malas sensaciones. Los andaluces caminan en una cuerda que pende sobre el abismo. El mal momento de sus rivales es lo único que salva a los granadinos de caer al pozo. Los méritos demostrados por los rojiblancos invita a pensar en lo peor incluso al aficionado más optimista.

El conjunto de Alcaraz llegaba a Vigo con mil razones para ganar, como dijo el técnico en la previa. Los nazaríes, asfixiados por la realidad clasificatoria, no pueden permitirse el privilegio de descartar batallas, si quieren sobrevivir a esta guerra. Enfrente esperaba un Celta inmerso en dudas, que llegaba de empatar el jueves en competición europea. Las circunstancias perfectas para dar el golpe en un estadio donde los andaluces no ganan desde hace más de cincuenta años. Un triunfo andaluz habría supuesto para los de Alcaraz poder volver a mirar de tú a tú a sus rivales. Dejar el farolillo rojo y ponerse a dos puntos de la salvación.

Aspas y Vezo deciden el partido

Los rojiblancos saltaron mejor que su rival a un Balaídos sobre el que ya había caído la noche. Ordenados, sin sufrir y llegando más que los vigueses. Lo único que le faltaba a los visitantes era llegar con más profundidad. Solo Kravets y alguna subida de Foulquier inquietaba a la zaga local, pero sin peligro alguno. El Celta estaba incómodo. Incapaz de hilvanar fútbol,  se agarraba a acciones aisladas de Aspas.

Aspas fue el mejor del partido. (Foto: LFP)
Aspas fue el mejor del partido. (Foto: LFP)

El paisaje era perfecto. El tiempo jugaba a favor del Granada, que podía aprovecharse del nerviosismo celtiña. Demasiado bonito para ser verdad. Un centro sin aparente peligro de Aspas desde la derecha le llegó a Vezo, que con un despeje flojo al centro del área le regaló el gol al internacional gallego. Aspas, el más listo de la clase, olió sangre y no perdonó. El tanto local cambió la inercia del partido. En la siguiente jugada, Ochoa evitó el segundo en un mano a mano con Wass. Alcaraz, desde la grada, y Cañadas, desde el banquillo, no se lo podían creer.

El Celta pasó a protegerse más con el balón. El choque era igualado, pero los nazaríes ya lo enfrentaban con la espada de Damocles sobre su cabeza. De camino al descanso llegó el segundo de los gallegos. Bongonda batió a Ochoa tras una pared con Aspas desde el flanco izquierdo. El Granada bajó los brazos. Aturdido, parecía buscar la razón por la que el encuentro había cambiado tanto de cariz.

Kravets y Ponce, lo único destacable

La segunda parte empezó con un Granada voluntarioso. Los andaluces volvieron al plan inicial. Orden y paciencia. Sin embargo, el hándicap era demasiado grande. Los de Alcaraz cortaron de raíz el peligro de dejarse ir. Pero poco más. Lo más destacable del primer cuarto de hora fue una vaselina de Aspas desde casi el círculo central que se estampó en el larguero. Atzili y Bueno entraron por Pereira y Tabanou para intentar obrar el milagro.

Kravets corre al círculo central tras marcar el 2-1. (Foto: LFP)
Kravets corre al círculo central tras marcar el 2-1. (Foto: LFP)

Nada más lejos de la realidad. Las buenas formas iniciales de la reanudación se esfumaron de repente. El Celta se hizo con el peso del partido. Tranquilo, desde la posesión de pelota, movía al Granada a su antojo. Cuando peor estaba el equipo, Ponce entró por Uche Agbo. Justo después una contra conducida por el argentino acabó en la más clara de los granadinos hasta entonces. Kravets recibió en la frontal, se abrió hueco y chutó un esférico que lamió el poste. Ese acercamiento no tuvo continuidad. El Celta dominaba más y más. Guidetti y Radoja la tuvieron para poner la puntilla.

Todo estaba perdido. La sensación era que los locales podían golear. Nadie podía imaginar que los gallegos acabarían sufriendo. Pero sucedió. Una combinación entre Kravets y Ponce por poco acaba con gol del argentino en un mano a mano con Rubén. El balón se fue a la izquierda de la meta y Berizzo aprovechó el parón para quitar a Aspas del campo. Cuando el juego se reanudó, Kravets aprovechó una pérdida de Cabral como último hombre para acortar distancias.

El Granada soñó con la proeza. El tanto del ucraniano dejó un poco desorientado al Celta. Los andaluces hicieron el ademán de volcarse en área rival. Solo se quedó en eso. En el descuento Señé pudo matar el partido antes de que lo hiciera Cheikh. El árbitro pitó el final y los rojiblancos se marcharon con lo merecido. Una derrota que hunde a un equipo con cada vez más olor a Segunda.