Todo comenzó a finales de agosto con un 0-2 en casa frente al Villarreal que fue el precedente de un 3-0 contra el Athletic, un empate a cero en Málaga y una goleada recibida en el Ciutat por un arrollador FC Barcelona. Eran unas noches frías. Eran unos días gélidos y duros. Era complicado creer y sufrir al mismo tiempo, pero algunos lo hacían. “Ahora empieza nuestra Liga”, decían los jugadores confiados de mostrar una mejoría. Así fue, volvió a avivarse la alegría.

En Los Cármenes el ambiente era de regocijo. Su equipo, dirigido por Caparrós, no tan viejo conocido en Orriols, había comenzado el campeonato con buen pie, al contrario que sus rivales. Allí, en tierras andaluzas, iban a enfrentarse la necesidad de sumar frente a la cierta tranquilidad del que sabe que tiene un colchón de puntos.

La afición acudió a la cita y el colegiado desató con su silbato una contienda que dio bastante de sí. La primera parte no defraudó. Poco a poco fue cogiendo ritmo hasta llegar a un punto intenso de ocasiones cruzadas entre ambos bandos. Nadie estaba dispuesto a salir derrotado de aquella batalla y así lo hicieron ver.

Necesidad - cierta tranquilidad

Los primeros en dar el primer golpe sobre la mesa fueron los locales, sobre el minuto tres a través de un disparo de Córdoba que puso en alerta a los azulgranas. No obstante, cuando en el luminoso sobrepasó el veinte de juego, fue cuando comenzaron a llegar en tromba las ocasiones. Previamente, el Levante había desperdiciado una en el 18’, pero no la acabó echando de menos. Los rojiblancos anotarían un gol ilegal en el 22’ y pocos minutos después volverían a inquietar seriamente mediante Foulquier, entre otras claras oportunidades de gol que se sumaron a las de los levantinistas. Llegadas que se presentaron desde balones colgados que ni Barral ni Casadesús pudieron rematar en primera instancia. Posteriormente, en el 33’, Morales tampoco logró enganchar el centro de Rubén pero no dirigir su tiro hacia los tres palos. Los primeros cuarenta y cinco minutos no dieron para mucho más y el 0-0 vislumbró en el luminoso mientras los jugadores iban de camino a los vestuarios.

R de revolución

Rubén, Rubén, Rubén… hasta la saciedad. La perla de la cantera granota fue la gran novedad del once que trajo el primer triunfo y, por tanto, el notable protagonista en un encuentro en el que, en líneas generales, los valencianos rindieron a un nivel alto. Suyas, junto a las de Morales, fueron las acciones más desequilibrantes y suyo fue la obra de arte que coloquialmente llamaremos gol.

Del vestuario, en la segunda mitad, salió repleto de confianza y apenas pocos minutos se tuvo que esperar para que abriera el marcador. Se deshizo de todos los contrincantes que quisieron interponerse en su paso y cruzó el cuero para estrellarlo en las mallas. Era la primera diana de la campaña y llevaba su firma. Ya había resuelto las dudas, el genio había vuelto a la titularidad para quedarse.

Minutos después, el Levante tendría una buena para amarrar los tres puntos en una ocasión que Navarro no aprovechó y no estuvieron lejos de escapárseles por culpa de un error defensivo en el 55’. Pero no, los de Mendilibar resistieron sin doblegarse y vieron como el tiempo se consumía a su favor. Pasado el 90’ y el descuento, el levantinismo pudo volver a sonreír y disfrutar de una pequeña gran hazaña que les saca de los puestos de descenso, por momentos.

Así lo vivimos.