Tras jugar contra todos los equipos de la categoría, el conjunto levantinista ha empeorado cualquier dinámica prevista antes del inicio liguero, colocándose a la cola de la clasificación y necesitando poco más que un milagro en la segunda vuelta para soñar con la permanencia.

El primer partido de liga fue un reflejo del viacrucis que le esperaba al Levante a partir de entonces. A los seis minutos, Simao Mate fue expulsado por roja directa tras una dura acción a un jugador del Celta que dejó huérfano a su equipo, que no ha dejado de vagar desde ese momento en busca de identidad. Lucas Alcaraz no fue capaz de dar con la tecla y contagiar a sus jugadores la idea de juego que les llevó al éxito la campaña anterior. El Levante mostró desde el inicio una carencia de mimbres y una descompensación en algunas zonas del campo que provocaron varios tropiezos consecutivos y la obligación de ir a remolque en muchos partidos.

Se acumularon derrotas y descontentos en una afición paciente pero descorazonada que no ha dejado de arropar a su equipo a pesar de los numerosos reveses. La llegada de Rubi apaciguó los ánimos y levantó la moral de los jugadores, que durante varios partidos mejoraron sus prestaciones aunque sin llegar a encadenar buenos resultados. El técnico canal sólo pudo saborear la victoria en Gijón, dejándose puntos ante rivales directos como el Granada y cayendo eliminado de la copa del Rey a manos del Espanyol.

Es hora de hacer análisis de los motivos que han llegado al Levante a realizar una de las peores primeras vueltas de su historia. La permanencia pasa por recuperar el latido y ofrecer un cambio de cara radical en las 19 finales que restan. El conjunto granota se enfrenta al mayor reto de los últimos cinco años que ha militado en la élite del fútbol nacional. Nada es imposible.

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Sobre el autor
César Ponce Becerril
Periodismo. Nacido y residente en Alicante. Trabajo en el periódico Costa Comunicaciones. Coordinador de VAVEL en la sección dedicada al Levante UD.