Un encuentro de estas condiciones exige un mayor compromiso por parte de los dos equipo. Un derbi es siempre un aliciente para los propios jugadores, para los aficionados. Fomenta el "pique" entre dos aficiones enfrentadas a nivel histórico. Son partidos bastante reñidos, en el que los dos equipos dan el 100% de sí mismos, dejándose uñas y dientes en el encuentro, con tal de impedir que su máximo rival les pase por encima. Pero en esta ocasión, no fue así.

El Málaga sucumbió ante el asedio de los hispalenses, que arrasaron con todo durante todo el encuentro. Ni siquiera la expulsión de Rami, con casi una larga media hora de juego por delante sirvió para cambiar la orientación del partido.

El duelo comenzó con una clara superioridad de los casa, ante un Málaga bastante tímido a la hora de iniciar el juego ofensivo. Se alcanzó el minuto 25 y fue entonces cuando empezó el festival sevillista. Vietto abrió la lata, repitiendo fortuna apenas un par de minutos más tarde, ante una defensa desubicada que no parecía entender nada de lo que estaba sucediendo. En el minuto 34, otra contra del Sevilla culminó en el gol de Ben Yedder.

Este recital express acabaría con el cuarto gol en apenas diez minutos, obra de Vitolo. Diez minutos que sirvieron para pintarle la cara a un Málaga que no sabía qué hacer ni cómo solucionar la situación del encuentro

Se llegó al descanso tras la bochornosa actuación del Málaga en la primera parte. No había un responsable claro. Ni los errores defensivos de Mikel y Llorente, ni la floja respuesta de Boyko ante los goles sevillistas, ni la poca intervención de Juanpi ni de ninguno de los futbolistas parecían tener solución.

Para intentar paliar esta situación, Juande decidió meter en el campo a Ontiveros y a Recio, que venía de una lesión. El segundo tiempo se desenvolvió de la misma forma que la primera mitad (a excepción de los goles). El Sevilla llevaba la batuta del partido, y el Málaga le seguía el juego. Buscaba la pelota, pero cuando lo tenía no sabía qué hacer con ella. 

Bastantes fallos tanto en defensa como en ataque explicaban el juego del Málaga, que desarrolló una nula capacidad creativa y combinatoria.

Una entrada brusca de Rami tras una intercepción de Juankar en el borde del área sevillista, supuso la amarilla para el central. Las protestas posteriores (de una manera bastante grotesca y agitada hacia el colegiado) le supusieron la segunda amarilla, conllevando su inmediata expulsión.

Pero el Málaga no supo aprovechar esta ventaja numérica. Daba igual que el rival contara con once, con diez, con nueve... La actitud malaguista era completamente inenmendable.

Como aspecto positivo resaltable, Sandro consiguió anotar de libre directo el gol del honor en la falta mencionada. Esto le convierte en el máximo anotador de faltas de La Liga. Un tiro impecable daba ligeras esperanzas a los visitantes.

Pero esta esperanza se disolvió en cuanto el balón volvió a jugarse. Una respuesta ilusoria. El partido acabaría de la misma forma con la que había empezado y con la que, básicamente, se había disputado durante todo el encuentro.

Este resultado aleja las esperanzas malaguistas de alcanzar Europa, aunque no las hace imposibles. Termina el año liguero de la peor forma posible: humillado ante su máximo rival.

El Málaga contará con el último partido del año para redimirse ante su público. La vuelta de los dieciseisavos de Copa ante el Córdoba (con un resultado en la ida adverso de 2-0) será clave para cambiar la mentalidad de la hinchada malaguista.