Palma, Iberostar Estadi, 16:00. RCD Mallorca y Córdoba CF se enfrentaban con objetivos cercanos pero dispares, al mismo tiempo. El conjunto isleño necesitaba los tres puntos, una vez más, puesto que la situación supera lo alarmante. El Córdoba parecía un buen rival para resarcirse de las últimas derrotas, ya que llegaba en una racha realmente preocupante para el hincha blanquiverde.

Primera parte... ¡con goles!

Nada más empezar el encuentro, el equipo local se iba a encontrar con la mejor de las noticias. Tan buena como sorprendente, todo hay que decirlo. Después de seis partidos sin hacerlo, el Mallorca conseguía avanzarse en el marcador. Y lo hacía tras una buena internada de Salomão por derecha, que cedería atrás para un Pol Roigé que, prácticamente sin querer, asistió a Lago Junior, que remató en el área pequeña sin excesiva oposición verdiblanca.

Sin embargo, el Córdoba parecía conocer las debilidades bermellonas. Los de Carrión presentaron un bloque alto de presión y consiguieron instalarse en campo contrario. En transiciones sufrió, pero al Mallorca le faltó pegada para aprovechar esa debilidad rival.

El gol del empate no se iba a hacer esperar, para desgracia local. El veterano Pedro Ríos iba a rematar en el segundo palo un centro de Galán para equilibrar el marcador y devolver el murmullo habitual en Son Moix.

Un equipo sin pegada

Futbolísticamente, la segunda parte fue realmente distinta a la primera. La escuadra dirigida por Barjuan adoptó un papel mucho más dominador, aceptando que, con el paso del tiempo, el Córdoba iba a conformarse con el 1-1. Para ello, el Mallorca contó con un genial Álex Vallejo, que recuperó inmediatamente varios balones tras pérdida, al más puro estilo Sergio Busquets.

No obstante, el problema se encontró en otra zona del campo. Algo más arriba, para ser concretos. Los interiores no llegaban desde segunda línea y su incorporación al apoyo se encontró muy vigilada por el doble pivote cordobés. El ataque mallorquín se convirtió en la búsqueda de una genialidad dentro de una circulación muy previsible e inocua.

Eso sí, la traducción sobre el campo de las necesidades del Mallorca hicieron sufrir al Córdoba. A falta de fútbol, corazón, como aquel que dice.

El asedio final

Todo empezó con un córner a favor en el que Yuste, el capitán, arengó de manera ostensible a la afición, aprovechando su cercanía con el sector de animación. Aquello se contagió por todo el Iberostar y, a partir de ese saque de esquina, el Mallorca inició un bucle de acciones a balón parado a favor que iban a devolver la esperanza. La afición empujó como nunca y los jugadores parecían responder. Pero no fue suficiente. 1-1 y c'est fini.

El post-partido en los aledaños

Que los aficionados esperen desafiantes a los jugadores a la salida del parking es ya una escena habitual en Son Moix. Son ya muchos partidos sin ganar y el grado de crispación alcanza altas cotas. Pero es que el post-partido del empate ante el Córdoba fue especialmente impactante. El volumen de gente y la intensidad de las agresiones verbales marcaron la diferencia respecto a anteriores situaciones similares. El consejero delegado Maheta Molango fue, sin duda, el más abucheado de la tarde.

A pensar en una histórica gesta

La situación ya es más que peligrosa, alarmante o preocupante. Mucho más. El Mallorca, a día de hoy, está hundido. Ocho puntos separan al conjunto balear de la salvación y las sensaciones no son esperanzadoras, ni mucho menos. Además de ganar, que ya puede llegar a parecer una proeza, el equipo deberá de preocuparse de los resultados de sus rivales más directos, con la frustración que ello conlleva. ¿Obrará la escuadra isleña el milagro de la salvación?