Si algo ha estado claro siempre en Osasuna ha sido la importancia que se merece la cantera. Osasuna Promesas ha aportado, históricamente, grandes jugadores al primer equipo. Así, las ventas que mayor beneficio han reportado a las arcas del club han sido de canteranos. Raúl García (13,1 millones), Azpilicueta (6 millones más 3,5 en variables), Monreal (6 millones), Javi Martínez (6 millones) y David López (5,8 millones) son los cinco traspasos más beneficiosos de la historia de la entidad rojilla. Tampoco se debe olvidar a jugadores de la talla de Jon Andoni Goikoetxea, Cuco Ziganda o, más recientemente, Mikel Merino. Por no hablar de aquellos jugadores que han pasado toda su carrera en la entidad navarra, o que han salido cedidos para volver más fuertes, como son los casos de Cruchaga, Josetxo, Puñal, Miguel Flaño u Oier Sanjurjo.

La época dorada de Osasuna (final de Copa del Rey, fase previa de Champions League y semifinal de UEFA) trajo al club una importante distorsión de sus valores. Fueron tres temporadas consecutivas maravillosas a nivel deportivo, pero la filosofía rojilla se vio afectada. Para no perder su sitio entre los grandes, el club optó por realizar fichajes de cierto relumbrón – dentro de sus posibilidades económicas – y de contratar a algunas de las más notables perlas de otros clubes para militar en el filial, pero lo cierto es que esta fórmula no dio el resultado esperado. De todos los jugadores foráneos fichados para el Promesas tan sólo Andrés Fernández y Raoul Loé fueron capaces de hacerse con un puesto en el primer equipo de manera regular. Tras varios años peleando por la permanencia, Osasuna terminó descendiendo con tan sólo seis navarros en su plantilla.

Una campaña antes del descenso de los mayores, el filial rojillo consumaba, también, su descenso a Tercera División. Y lo hacía con hasta 15 jugadores fichados de otros clubes, un 60% de la plantilla. Tras estos resultados, Osasuna se vio obligado a replantearse su modelo de cantera: el Promesas se nutriría fundamentalmente de jugadores de sus categorías inferiores, navarros fichados de clubes de Tercera División navarra y dos o tres incorporaciones de fuera, en caso de ser necesario. Esta nueva política dio sus frutos y, tras dos temporadas cayendo en la fase de ascenso, este año se ha logrado subir a Segunda División B. Pero además de eso, se ha cumplido con la finalidad de un equipo B: nutrir de jugadores a la primera plantilla. De esta manera, también el primer equipo ha logrado el ascenso, a la máxima categoría y con 12 canteranos en plantilla.

Pero, tras el ascenso, han saltado las alarmas de nuevo entre la afición rojilla. Osasuna Promesas ha confirmado ya la incorporación de los foráneos Nuha (Elche), Manu Cordero (Málaga), Luis Perea e Iván Márquez (ambos del Atlético de Madrid), además de los navarros Íñigo Zubiri (Levante), Mikel Yoldi (Oberena) y Aritz Eguaras (Izarra). A estos hay que añadirle la llegada, a prueba, de Salah Said, extremo de Omán de 17 años.

Estas incorporaciones, junto a la salida de jugadores que hicieron una gran temporada el curso pasado – como pueda ser el caso de Morillas -, empiezan a recordar a la afición tiempos pasados. Es el momento de cuestionarse si no hay futbolistas similares o mejores en categorías juveniles, si estas incorporaciones pueden dar el salto a corto plazo al primer equipo o si es más importante mantener a toda costa la categoría antes que formar futuros valores para la primera plantilla.

Quizá en la incorporación del CD Iruña a la estructura de Osasuna como equipo C haya varias respuestas. Es posible que la intención del club sea que las promesas que estén más “verdes” jueguen en Tercera con la entidad de la calle Jarauta, y que sean los jugadores más curtidos y con mayores posibilidades de ascenso a Primera los que compitan con el Promesas. En cualquier caso, la polémica está servida entre quienes desean un filial compuesto por futbolistas procedentes de juveniles y quienes apuestan por un modelo mixto de cantera y refuerzos de fuera.