En la que ha sido una muy mala temporada para Osasuna, con un doloroso descenso de un equipo que en ningún momento ha dado la impresión de poder salvarse, ha habido un tramo donde especialmente mal ha funcionado el equipo. Y fue aquel en el que Caparrós recogió el testigo de Enrique Martín como entrenador de Osasuna, para empeorar al equipo rojillo, que en ocho partidos oficiales, encajó siete derrotas, hasta la destitución del andaluz el mes de enero.

El esperpento tomó El Sadar

No hay otra palabra que pudiera resumir o definir lo que era un partido de Osasuna. Caparrós emulaba a Valle-Inclán con cada partido, con planteamientos que no funcionaban, y en ningún momento siendo capaz de aportar al equipo una solidez que era más que necesaria. Todo empezaría con un penoso partido donde en Butarque, Osasuna fue barrido por un Leganés que tuvo las ideas mucho más claras que los navarros. La misma tónica se repetiría en la visita colchonera a El Sadar, así como cuando visitaron El Molinón. Tres derrotas dolorosísimas que destrozaron el espejismo que se presenció en un amistoso donde Osasuna goleó al Eibar.

No acompañó la Copa del Rey, donde el Granada también barrió al combinado dirigido por Caparrós, al menos en el partido de ida de la eliminatoria que los enfrentaba. No sería aliado de Osasuna aún el fútbol, ni tampoco los resultados, en los dos posteriores partidos ligueros, donde siguió el pleno de derrotas de los navarros, ante el Barcelona y el Deportivo, que acabaría salvándose por los pelos. Llegó la única no derrota, justamente una victoria, del periodo de Caparrós al banquillo, en la vuelta de la eliminatoria copera ante el Granada, a mediados de diciembre. Osasuna no jugaría más partidos hasta el posterior año, mas ninguno más dirigió Caparrós, que sería destituido a principios de año.